lunes, 18 de julio de 2011

Esperando al nuevo Godot

Esperando al nuevo Godot[1]

Edgar González Gaudiano[2]

Los resultados electorales recientes me mueven a una reflexión sobre la situación general que guarda el paí­s en comparación con la que guardaba, digamos, hace treinta años. El PIB per cápita pasó de 1,980 dólares en 1980 a 8,960 dólares en 2009; tenemos ahora una cobertura insuficiente pero aceptable en electricidad, agua potable, acceso a la educación básica, entre otros. Muchos indicadores considerados de desarrollo han mejorado sustantivamente. No hay duda alguna.  
Sin embargo, en ese lapso hemos crecido demográficamente en 45 millones (una población igual a toda España) y ahora estamos entre los once países más poblados del mundo. Se ha incrementado la desigualdad social y tenemos más pobres en números absolutos y relativos que antes. Hemos perdido también en estas tres décadas la mitad de los bosques y selvas y ahora todas las cuencas hidrográficas se encuentran contaminadas. En ese plazo han emigrado alrededor de 12 millones de mexicanos ante la falta de oportunidades sociales y económicas. El campo está abandonado a consecuencia de la migración humana y por la desatención de los gobernantes. Los servicios de salud son una ruina y los de educación tienen serios problemas de calidad. Nos estamos acabando el petróleo y no logramos niveles de desarrollo acordes a lo logrado en otros países que en ese entonces estaban muy detrás de nosotros, por ejemplo, Corea del Sur y Singapur. Y, como corolario, la violencia y la inseguridad han crecido a niveles inauditos.
En esos años cuando alguien decía que íbamos camino a una "colombianización" ante el incremento de la violencia, nuestros polí­ticos respondían que era una exageración, un despropósito. Ahora estamos caminando rápidamente hacia las peores condiciones que padeció Colombia.
Hace tres décadas nuestros niños jugaban en la calle y en los parques públicos y no temíamos que al salir a la calle pudiéramos morir acribillados en una balacera, o ser extorsionados por teléfono o en nuestros negocios o ser secuestrados. Tampoco tal cantidad de viviendas quedaban inundadas cada año, significando la pérdida del patrimonio de miles de familias.  
Que el mundo es ahora mucho más complejo, es verdad. Pero no podemos justificar todo con ese argumento, porque hay muchos paí­ses en que los niños aún pueden jugar en la calle y la gente vive más segura y con mejor calidad. Y son países que tienen considerablemente menos recursos naturales y capital humano que el nuestro, como Costa Rica y Uruguay, por sólo poner dos ejemplos regionales. Seguridad, empleo, agua limpia, acceso a la salud, calidad educativa, esos son los indicadores que entiende la gente.
En 1990 firmamos como país el TLC con Estados Unidos y Canadá y en 1994 ingresamos a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Los resultados de esas polí­ticas promovidas por la vanidad de los gobernantes en turno con la connivencia de quienes les hacen comparsa evidentemente han sido precarios. Nuestra pertenencia a esos organismos, así­ como el hecho de ser uno de los países que más convenios de libre comercio ha firmado en el mundo sólo ha servido para beneficiar a los mismos de siempre que están expoliando los recursos naturales de la nación. Se conceden explotaciones mineras a cielo abierto sin importar la contaminación de suelo y agua, y el deterioro severo de las comunidades aledañas a los fundos mineros, cuyos pobladores son contratados pero sin cumplir los estándares nacionales e internacionales en materia de protección, prestaciones sociales, etc.          
Me preocupa mucho el país que como generación estamos dejando a nuestros hijos y nietos. No lo recibimos así. Pero en vez de tomar en nuestras manos el desafío, oscilamos bipolarmente entre el desánimo y la frustración y la ilusión ingenua al seguir dócilmente esperando al mesías providencial que nos sacará de esta perenne crisis. Algo muy parecido a la genial obra de Samuel Beckett Esperando a Godot. Esa espléndida narración sobre la incomunicación que caracteriza el mundo contemporáneo por sus desencuentros, el tedio y vacío existencial, así como por la carencia de significado, insatisfacción y soledad a la que conduce la alienación en la que vivimos; como en este circo sin pan al que nos ha condenado la ambición de poder y la codicia voraz de los que nos gobiernan acercándonos a un peligroso punto sin retorno.
En este teatro del absurdo que también es el país, Godot tampoco llegará aunque nuestros políticos seguirán anunciándolo indefinidamente.



[1] Publicado en La Jornada Veracruz, el lunes 18 de julio de 2011, p. 4.
[2] Investigador de la Universidad Veracruzana.

lunes, 11 de julio de 2011

Luz Sustentable

Luz Sustentable[1]
Edgar González Gaudiano[2]
El martes 5 de julio, el Presidente Felipe Calderón anunció la puesta en marcha del Programa “Luz Sustentable”, mediante el cual se sustituirán, según se dijo, 47 millones de focos de luz incandescente por focos ahorradores en once millones de los hogares más pobres. Esto representará un ahorro al gobierno federal de 2 mil 200 millones de pesos. No se dijo en qué, aunque es de inferirse que en producción y subsidios al consumo eléctrico. Se informó, además, que el programa busca reducir entre 780 mil y un millón de toneladas al año de emisiones de bióxido de carbono a la atmósfera, evitar la combustión de 2.5 millones de barriles de petróleo, y ahorrar 13 mil millones de pesos que costaría la construcción de una nueva central eléctrica.
En esta misma línea de política se inscribe un programa previo denominado “Cambia a tu Viejo por uno Nuevo”, mediante el cual se reemplazan equipos de aire acondicionado o refrigeradores para reducir el consumo de energía y las emisiones de gases de efecto invernadero.
Dado el número de beneficiarios, ambos programas tienen un efecto positivo directo en el consumo de energía, en el desembolso de las familias y en las finanzas públicas, sobre todo porque el costo de la energía a los particulares se incrementó en alrededor de 50 por ciento, en términos nominales, en los últimos seis años.
Sin embargo, sería muy conveniente que este programa se acompañara de una amplia campaña de uso eficiente de la energía dirigida a combatir el materialista estilo de vida actual y sus correspondientes patrones de consumo, pues la orientación predominante hacia la innovación tecnológica de las campañas de ahorro de energía esconde la verdadera raíz del problema. Si las familias beneficiadas con un menor pago de electricidad no cambian sus hábitos, ese ahorro económico se canalizará a la adquisición de otro electrodoméstico que volverá a incrementar su consumo de energía. Es como la hidra de las siete cabezas, a la que si le corta una le salen dos nuevas.  
Ese enfoque que privilegia la innovación tecnológica sobre la modificación de patrones de consumo, no es mal visto por los economistas, ya que se reactiva el mercado interno y aumenta el PIB, con sus correspondientes implicaciones políticas en vísperas electorales. Es lo perverso de los indicadores macroeconómicos como el PIB, en los cuales todas las actividades monetizables son consideradas como crecimiento, aunque signifiquen impactos negativos. Por ejemplo, el drama nuclear de Fukushima y las otras secuelas del maremoto implicarán trillonarias inversiones de Japón para intentar superar la crisis que serán contabilizadas como crecimiento. En una forma más simple, para el PIB son positivos los accidentes de tráfico debido a que dan trabajo a aseguradoras, a mecánicos, a médicos, a funerarias, etc.
Volviendo a Luz Sustentable, asociar la sustentabilidad a los efectos de cambio tecnológico por más positivos que sean, es reducir el concepto de sustentabilidad a su mínima expresión. La sustentabilidad es un proceso social antes que tecnológico pero, como siempre ha sucedido, los instrumentos sociales de la gestión ambiental son vistos como de un orden inferior.
¿Cómo puede ser sustentable un programa de energía que soslaya el problema de la progresiva entrega del sector eléctrico al sector privado y trasnacionales que generan energía, con un mercado asegurado, porque además de que las hidroeléctricas no trabajan a toda su capacidad, la CFE ha programado retirar unas 24 plantas entre 2011 y 2012 con el argumento de sustituirlas por centrales más eficientes?
Anunciar que con el programa Luz Sustentable se evitaría la construcción de una nueva central, cuando se tiene programado tanto cierre de plantas es confuso y contradictorio, pero con una clara intención efectista.
Asimismo, ¿cómo puede ser sustentable un programa que no está considerando los ingentes impactos ecológicos para generar energía, como el caso cercano de la hidroeléctrica El Naranjal en el rio Blanco y los planes de una serie de mini-hidroeléctricas para el rio Antigua-Los Pescados? Además, el programa ignora la carga ambiental del mercurio contenido en los focos ahorradores y la sustitución de focos viejos que irán a dar a la basura.
La verdad es que frente a la magnitud de los planes de la CFE para el fin del sexenio que no hemos tratado aquí en su extensión, el anuncio del programa Luz Sustentable es más efectista que efectivo y para consumo externo. Recordemos que el presidente Calderón recibió el Premio Campeones de la Tierra 2011, otorgado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente por el impulso a una economía verde global, a través de nuevas tecnologías y el uso de energías limpias. Es evidente que Luz Sustentable se inscribe perfectamente en esta línea con una dosis electorera, mientras que la política económica tiene su propio derrotero.


[1] Publicado en La Jornada Veracruz el lunes 11 de julio de 2011. Pág. 6.
[2] Coordinador de la Cátedra UNESCO-UV “Ciudadanía, Educación y Sustentabilidad Ambiental del Desarrollo” del Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana.

jueves, 7 de julio de 2011

La educación frente los complejos desafíos actuales

Edgar González Gaudiano


Vivimos tiempos de enorme complejidad: expansión de la democracia liberal, predominio del mercado por sobre cualquier otra estrategia de relación interpersonal, terciarización de la economía y su integración global, transformación radical de los sistemas de producción y de los mercados de trabajo, velocidad vertiginosa del cambio tecnológico, omnipresencia de los medios de comunicación de masas con capacidad de construir realidad, homogeneización de una cultura mundial de masas, tensiones crecientes de los roles del Estado en un contexto cada vez más globalizado, procesos paradójicos de integración y exclusión, inmersión en la sociedad del riesgo y de la vulnerabilidad y un ingente deterioro ecológico, económico y social en medio de crisis políticas y cínica decadencia institucional que empiezan a cobrar expresiones violentas incluso en el mundo desarrollado, entre otros.
En este marco, es complicado redefinir el rol social que desempeña la educación, ya que estamos inmersos en una transformación general, desde los procesos de producción, distribución y penetración de los conocimientos, hasta las exigencias en los empleos donde, por ejemplo,  se pide cada vez más formación académica para los mismos empleos que en realidad no la requieren. Estamos frente a grandes cambios sociales y culturales, una vida cotidiana y una democracia cada vez más complejas, con crecientes contextos interculturales en los que es difícil identificar cuáles son los conocimientos básicos.
A ello se suma una obsolescencia de la tecnología que ha evolucionado aceleradamente en el curso de una generación más que en cualquier otro momento de la historia y que conduce también a la obsolescencia de los contenidos escolares. Nuestras instituciones educativas, obligadas a responder a esta innovación permanente, no han sido capaces de adecuarse y por lo mismo no están, ni estarán, a punto para formar a la gente que necesitará ese 40% de los empleos del 2015 que aún no se han inventado.
A nivel de preparatoria, 25% de estudiantes del mundo tiene problemas de lectura y 33% no culmina sus estudios de este nivel, constatándose que los estudiantes de ambientes sociales aventajados tienen considerablemente más éxito que el resto. Así, el sistema educativo contribuye a reproducir la desigualdad social.  En México, los pobres de hoy tienen tres veces más escolaridad que sus padres y siguen siendo pobres, por la baja calidad de los estudios y la falta de posibilidades de empleo y desarrollo. Programas asistencialistas como Oportunidades ayudan a que los niños permanezcan en la escuela, sobre todo las niñas, y a mejorar su nutrición, pero no combaten las condiciones estructurales que determinan su condición y, sobre todo, no acrecientan sus posibilidades de movilidad social.
Por lo anterior y ante la ostentación de que hacen gala los ricos y un entorno de creciente desigualdad social y de concentración del ingreso, no debería extrañarnos el crecimiento geométrico en la inseguridad y la violencia social, de la economía informal, de la ingobernabilidad y de la migración de nuestros jóvenes con diez y más años de escolaridad en busca de un futuro que aquí no se les brinda por ninguna parte.
Aparece así la necesidad de impulsar una gestión de gobierno con base en resultados concretos, no amañados por estadísticas, ni silenciados y ocultos al escrutinio público. Se requiere de orientar el gasto público para generar soluciones a los problemas presentes de la sociedad y estrategias de largo plazo para prevenir los futuros, que se ejerza con honradez, eficiencia, transparencia y rendición de cuentas. Me pregunto si es mucho pedir, porque son condiciones elementales de una democracia.
Estamos por iniciar el proceso de cambio del gobierno federal y la clase política ha de proponer en sus plataformas electorales construir legitimidad en una sociedad cada vez más escéptica hacia sus gobernantes, no sólo por los procesos electorales en sí mismos que generan muchas suspicacias y desconfianza por la inequidad e incluso ilegalidad de muchos de los actos a la vista, sino por la forma de gobierno a la mexicana llena de simulaciones pseudo-democráticas. El problema es que los partidos políticos en su lucha por el poder con instituciones a modo, y los poderes fácticos con los que gobiernan que se han beneficiado enormemente de esa complicidad, no parecen estar interesados en impulsar los cambios que el país demanda urgentemente.    
En otras palabras, es preciso construir un modelo de gobernanza compartiendo las políticas públicas con la sociedad, a través de indicadores muy claros de gestión, para dar pie a un marco de institucionalidad que propicie la construcción de ciudadanía.
¿Podrá la educación contribuir a ello en las condiciones actuales en que se encuentra?


Artículo publicado en La Jornada Veracruz el día lunes 5 de julio de 2011