lunes, 29 de octubre de 2012

La educación sobre el cambio climático en condiciones de extrema precariedad


La educación sobre el cambio climático en condiciones de extrema precariedad[1]

Edgar J. González Gaudiano[2]

Uno de los mayores beneficios que uno obtiene de participar en eventos académicos, más allá de las conferencias y debates, es la posibilidad de establecer contacto con la gente, de hacer acuerdos para trabajos conjuntos, consultar dudas y planear actividades futuras.

Eso me ocurrió con abundancia durante el III Foro Nacional de Educación Ambiental para la Sustentabilidad, que concluyó el pasado martes 23 de octubre en el Puerto de Veracruz. En este espacio quiero referirme a uno de esos encuentros que me conmovió profundamente.

Acababa de participar en un panel sobre educación y cambio climático, en el que se presentaron reflexiones teórico-metodológicas, enfoques y resultados de estudios en esta materia, cuando me abordó una chica como de 28 años, quien me dijo que estaba muy interesada en lo que yo había comentado. Me confesó que era maestra de telesecundaria en una región indígena del estado de Veracruz y que quería manejar el tema con sus estudiantes, pero que no sabía cómo. Sus palabras fueron más o menos como sigue:

     “Maestro, yo no puedo decirles a mis alumnos que participen en el combate al cambio climático ahorrando energía porque en sus casas no hay luz eléctrica; ni puedo decirles que ahorren agua, porque para ellos el agua es un bien muy preciado, ya que tienen que acarrearla en cubetas desde grandes distancias.”

“Tampoco puedo recomendarles que vigilen sus hábitos de consumo, porque de por sí casi no consumen nada. Entonces ¿Qué me sugiere maestro? ¿Cómo puedo trabajar este problema con mis alumnos?

Yo me quedé atónito. No me esperaba una consulta de esta naturaleza. Me encontraba profundamente cansado por las tareas derivadas de ser el presidente del comité organizador, pero entendí que no podía darle una respuesta simplista y facilona. Después de unos instantes, sólo atiné a decirle:

“Ponga énfasis en la adaptación y, sobre todo, al riesgo y a la vulnerabilidad. Hágales ver a sus estudiantes que el cambio climático viene a empeorar las cosas, sus ya de por sí precarias condiciones de vida”.

Ella coincidió conmigo. Vi cómo se le iluminaba el rostro y desplegaba una enorme sonrisa.

“Sí maestro, me dijo, puedo comentarles por ejemplo el porqué ahora hay más ‘barrancadas’ de lodo y piedras y trabajar con ellos cómo hemos de cuidarnos mejor. Muchas gracias por su consejo”.

Se dio la media vuelta y yo me quedé como sembrado en el piso. Mis asistentes junto a la mesa de registro se habían dado un poco de cuenta de lo ocurrido y alcancé a decirles: Esto tengo que escribirlo en mi columna de La Jornada Veracruz.

He vuelto a pensar varias veces en este episodio, para revisar si lo que le respondí era apropiado. Y pienso que sí. Muchas de las recomendaciones que circulan en los medios y en los programas educativos sobre el cambio climático, ponen énfasis en la mitigación; es decir, en cómo disminuir con nuestras actividades cotidianas la emisión de gases de efecto invernadero.

Pero si de nuestras actividades como países o como población, no hay emisiones comparativamente tan grandes cuya disminución pueda hacer diferencias significativas, pongamos el acento en aquello que sí nos va a afectar con mucha fuerza: el incremento de la vulnerabilidad y el riesgo, en la necesidad de trabajar más procesos sociales y económicos dirigidos a adaptarnos a la presencia del fenómeno, puesto que es algo que no va a ocurrir en el futuro, sino que ya está aquí y que ha llegado para quedarse entre nosotros por mucho tiempo.

Empecemos a trabajar en la forma de cómo fortalecer la resiliencia social, sobre todo de las comunidades más vulnerables como las costeras, las que sufren de sequías extremas, las que se encuentran ubicadas en los márgenes de ríos de respuesta rápida, por ejemplo. Para que las comunidades adquieran capacidades para recuperarse más pronto y mejor de los impactos que reciben cada vez más frecuentemente. No atenerse a la ayuda gubernamental o de solidaridad social que suele no llegar a tiempo, ni en la medida de las necesidades. 

Dónde quieras que estés maestra: Muchas gracias por la lección.



[1] Publicado en La Jornada Veracruz, el lunes 29 de octubre de 2012, pág. 7.
[2] Coordinador de la Cátedra UNESCO – UV “Ciudadanía, Educación y Sustentabilidad Ambiental del Desarrollo”. http://edgargonzalezgaudiano.blogspot.mx

viernes, 26 de octubre de 2012

Declaratoria sobre Educación Ambiental del III Foro Nacional de Educación Ambiental para la Sustentabilidad


Una declaratoria sobre la educación ambiental para la sustentabilidad[1]

Edgar J. González Gaudiano[2]

El 23 de octubre pasado concluyó el III Foro Nacional de Educación Ambiental celebrado en el Puerto de Veracruz. Durante su sesión de clausura se propuso respaldar una declaración, que fue leída a todos los presentes. Este fue el texto:

La educación ambiental ha sido una puerta abierta sin horarios, un imán para las voluntades de quienes se niegan a aceptar un mundo profundamente desgarrado y brutal. Personalidad inconclusa, rebeldía intermitente, pero movimiento fecundo, al presente es, predominantemente, una propuesta de pensamiento y acción con rumbo y rostro propios. La introspección crítica y el diálogo con lo externo le han permitido fincar nuevas estaturas y visualizar mejores rangos, pero sobre todo construir su piso, delimitar su topografía e imaginar sus horizontes.

Algún tiempo congelada en su propia auto-referencia y desorientada por una identidad confusa debida a sus disonancias íntimas, hoy la educación ambiental tiene capacidades para condensar su diálogo interno con el encuentro que sostiene con movimientos sociales y otras áreas del conocimiento, pues ha comprendido que no es posible ser una pieza suelta o un fragmento desprendido en la búsqueda de entender la misteriosa complejidad de la vida y, mucho menos, en la lucha frontal contra una realidad ardiente, en medio de un mundo en crisis de sentido, que se desangra ante tanta inequidad en vértigo.

Así, el nodo social y político al que se ha sumado la educación ambiental ha propiciado que ésta no sea sólo una propuesta didáctica para divulgar el estado actual de los ecosistemas, sino una plataforma pedagógica para explorar la condición humana en medio de una biosfera convertida en mercancía. La educación ambiental tiene su mirada puesta en la construcción de una pedagogía diferente, capaz de darle centralidad al todo planetario y a la Vida como valor supremo. Se asume como una arquitecta del futuro, no como concurrente del derrumbe ni placebo frente al desamparo, pues en su esencia está  reconstruir el horizonte ecológico y social, que es la mejor manera de sostenerse vivos. Bien sabemos que la educación que no es insurrecta sólo aspira a la didáctica.  

Pero, como educadores ambientales, el mantener la vista hacia adelante no nos exime de la indispensable evocación crítica al origen y al contexto en el que nacimos como tendencia educativa, pues es con nuestro pasado, cargado de claroscuros, con lo que abrazamos al futuro como lo que es: mixtura de alientos, patrimonio colectivo y  posibilidad de renacer. Nos hemos construido como educadores abriendo el futuro a la luz de nuestras raíces, por tal razón todo educador ambiental nuevo está obligado a revisar su ideario y el trayecto recorrido, pues éste, con todas sus limitaciones y tropiezos, es el producto social que nos da identidad; por fortuna, no necesitamos del típico borrón y cuenta nueva.

Sin embargo, debemos reconocer que no deja de invadirnos la fragilidad. Por largos momentos claudicamos al no levantar la vista para ver territorios más fértiles, sufrimos cíclicamente de escualidez anímica y de ingenuidad obesa, nos penetra la debilidad política, relegamos la urgente necesidad de elevar nuestra profesionalización, se nos diluye el núcleo de los problemas por encerrarnos en nuestras controversias, abanderamos un catastrofismo histérico, creemos que la retórica elegante de los congresos y los libros puede sustituir al compromiso activo con los movimientos sociales. Y todo ello termina hurtándonos la capacidad de convicción frente a los demás, con quienes queremos ensanchar la interpretación del mundo.

Con nuestro esfuerzo colectivo hemos logrado que la educación ambiental sea mucho más que nosotros mismos. Es memoria y futuro, lucha y concierto, certeza y posibilidad, creatividad y militancia, raíz y vuelo, espíritu y acción, resistencia y emancipación. Desfile destilado de ideas y de prácticas, nuestra corriente educativa no es un cascarón brillante sino un escudo, quizá modesto pero enérgico, para abrirle cauces al respeto por la biodiversidad, el clima, el agua, el aire, el patrimonio natural, lo cual es una manera práctica y concreta de defender a la Vida y a la sociedad, que son una sola entidad, mucho más importante que la salud financiera, la lozanía de las bolsas de valores y la fortaleza de los mercados.

Ni optimista o pesimista, ni flujo luminoso o parálisis opaca, ni enfermiza nostalgia o esperanza delirante; la educación ambiental es más bien una trayectoria que tercamente compartimos para tratar de comprender el sentido complejo, profundo y pleno de la Vida, lo que no da lugar a la amargura ni a la derrota anticipada.

Nuestra rebelión e inconformidad, como educadores y ciudadanos, no nace de la soberbia de quienes piensan en ganar, sino en el derecho que tenemos a los sueños y a la luz. Necesitamos del galope, pero también de la danza, para retornar a la fe universal de que el bien común, que debe incluir a todas las formas de vida, aún es alcanzable. Ello nos implica luchar por un cielo abierto que no sea humillado en cada mina; preferir el rostro de la frugalidad a la máscara de la acumulación mercantil; creer en la potencialidad de la fuerza colectiva, organizada, y no en la soledad humana como destino; optar por la festiva anarquía de los paisajes y no por la inerme monotonía de los campos cautivos de transgénicos; elegir la fuerza de los argumentos de la razón y de la ética y no la violencia que con cada paredón cierra un camino.

Tercos albañiles de la metamorfosis, los educadores ambientales tenemos en un puño una brújula con norte incierto que anuncia que el laberinto no tiene sólo una salida; y en el otro puño una crisálida que promete el libre vuelo de la Vida. Pero poco haremos solos si no contribuimos a generar, a través de procesos educativos, una ciudadanía despierta, con visibilidad política, capaz de ver los problemas vitales y de crear motivaciones y razones frescas para definir nuevas coordenadas. Ciudadanía capaz de rescatar sus demandas secuestradas, de convertirse en el epicentro de la renovación, de extender el árbol de la vida para que nos cobije a todos. La educación ambiental es una manera de entretejer las voces ciudadanas para convencernos juntos que en el corazón de lo que somos, en la sangre de nuestras profecías, está escrito que nada está condenado para siempre.

 



[1] Publicado en La Jornada Veracruz, el viernes 26 de octubre de 202, pág.7.
[2] Coordinador de la Cátedra UNESCO – UV “Ciudadanía, Educación y Sustentabilidad Ambiental del desarrollo”. http://edgargonzalezgaudiano.blogspot.mx

lunes, 15 de octubre de 2012

La educación para la sustentabilidad en los acuerdos multinacionales[1]


Edgar J. González Gaudiano[2]

Una de las propuestas surgidas de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sustentable, que tuvo lugar en Johannesburgo, Sudáfrica en 2002, fue la de promover una Década de la Educación para el Desarrollo Sustentable. Esta década se aprobó celebrarla del 1 de enero de 2005 al 31 de diciembre de 2014. Estamos entonces entrando en la fase final del periodo y circulan ya algunos reportes oficiales sobre los avances logrados.
        Si veinte años no es nada, una década es la mitad de eso y más tratándose de procesos educativos y culturales cuyos resultados más importantes se constatan en el mediano y largo plazos. Por lo que como era de esperarse, la UNESCO señala que han habido considerables progresos hacia la Educación para el Desarrollo Sustentable (EDS), toda vez que es cada vez más visible en los debates y reflexiones mundiales tanto sobre educación como sobre desarrollo sostenible. Una prueba son las importantes menciones en el documento final de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (Rio de Janeiro, 2012) y el hecho de que en un creciente número de países el tema se considera un componente básico para mejorar la calidad de la educación.
Sin embargo, la UNESCO también admite que sigue siendo necesario un trabajo de promoción estratégica de la EDS ante muy diversos interlocutores, entre otros fines para ser tenida debidamente en cuenta en el seguimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y los de la Educación para Todos. La Conferencia Mundial de la UNESCO sobre Educación para el Desarrollo Sustentable (Japón, 2014) revestirá especial importancia en este propósito.
Pero para ser eficaz, toda labor de promoción debe basarse en datos empíricos, por lo que queda mucho trabajo por hacer para poder aducir de modo convincente que la EDS es un elemento clave de la educación de calidad y uno de los medios más eficaces para responder a desafíos como el cambio climático o la pérdida de diversidad biológica; también se considera prioritario atribuir menos importancia a las cuestiones de coordinación y promover una acción más concreta y a mayor escala; integrar la EDS en todos los ámbitos y niveles del sistema educativo mediante planteamientos que movilicen a cada institución en su conjunto, así como poner más el acento en actividades locales o que cuenten con respaldo comunitario, así como en aquellas en las que participe la población joven.
Por todo ello, la UNESCO propuso a su Consejo Educativo en su sesión que se celebra entre el 3 y el 18 de octubre del presente año, dos opciones para darle continuidad a las acciones impulsadas durante la Década.
La primera opción era poner en marcha un segundo decenio. Los decenios de Naciones Unidas se declaran cuando se considera pertinente realizar esfuerzos concertados de promoción y un marco de referencia que encuadre las actividades durante un periodo determinado sobre un tema en particular. Cuando se opta por un segundo decenio es porque asume que no se han cumplido en grado suficiente los objetivos del primero y/o cuando en el transcurso de este han surgido nuevas necesidades. Dos ejemplos son el Segundo Decenio Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo (2005-2015) y el Segundo Decenio de las Naciones Unidas para la Erradicación de la Pobreza (2008-2017), ambos actualmente en curso.
La segunda opción presentada al Consejo Ejecutivo para darle continuidad al decenio fue definir un marco programático. En este tipo de planteamiento, a semejanza de la opción anterior, se enfatiza la importancia del tema a escala mundial y se define un marco de referencia para impulsar actividades a todos los niveles. A diferencia de un decenio, un marco programático carece de plazo fijo y permite que los principales ejes de trabajo vayan cambiando. Al no tener un límite temporal permite perseguir objetivos a largo plazo, que no se pueden cumplir en solo diez años.
La proclamación de un marco programático requiere la creación de un nombre o una ‘etiqueta’ de nuevo cuño y puede exigir, en parte, mecanismos nuevos o adaptados. Cuando el Decenio de las Naciones Unidas para la Educación para los Derechos Humanos (1995-2004) concluyó se puso en marcha el Programa Mundial para la educación en derechos humanos (2005-en curso), estructurado en fases consecutivas, cada una con su propio plan de acción.[3]
Durante la sesión del Consejo Ejecutivo celebrada el día 13 de octubre se aprobó recomendar un marco programático a la Conferencia General en su 37ª reunión, para transmitirla a la Asamblea General de las Naciones Unidas y que esta se pronuncie al respecto en su sexagésimo noveno periodo de sesiones (2014), de modo que el seguimiento del Decenio de las Naciones Unidas de la Educación para el Desarrollo Sustentable se realice sin discontinuidad después de 2014, con el liderazgo de la UNESCO.
Para abordar este y otros muchos asuntos, les esperamos en el III Foro Nacional de Educación Ambiental para la Sustentabilidad, a celebrarse del 20 al 23 de octubre de 2012 en Boca del Río, Veracruz.[4]


[1]Publicado en La Jornada Veracruz, el lunes 15 de octubre de 2012, pág. 6.
[2]Coordinador de la Cátedra UNESCO – UV “Ciudadanía, Educación y Sustentabilidad Ambiental del Desarrollo”. http://edgargonzalezgaudiano.blogspot.mx
[3]Puede verse la propuesta completa en http://unesdoc.unesco.org/images/0021/002172/217210s.pdf
[4]Véase www.foroeas.org.mx

martes, 9 de octubre de 2012

El decenio de la educación para el desarrollo sustentable 2005- 2014 y más allá[1]


Edgar J. González Gaudiano[2]

Asistí durante jueves y viernes pasado a una reunión de representantes de Cátedras UNESCO sobre educación para la sustentabilidad en la sede de este organismo multinacional en París, Francia. Para mi sorpresa, estuvimos presentes sólo 13 representantes de los cuales 8 eran de universidades europeas. Apenas dos países latinoamericanos invitados: México y Costa Rica. La reunión estuvo diseñada como un taller de consulta para definir las acciones a emprender para  los dos últimos años del Decenio de la Educación para el Desarrollo Sustentable (2005-2014) y empezar a organizar las ideas para proseguir las tareas más allá de este periodo.
Entre la información que se nos proporcionó se anuncia una Conferencia Mundial sobre Educación para el Desarrollo Sustentable, convocada por la propia UNESCO  el gobierno de Japón, del 10 al 12 de noviembre de 2014, en Aichi-Nagoya, Japón bajo la proclama “Aprendiendo hoy para un futuro sustentable”. Habrá una serie de reuniones previas con grupos específicos (universidades, empresarios, etc.) del 4 al 8 del mismo mes en Okayama, Japón.
Esta gran conferencia de cierre de un decenio aprobado por la Asamblea General de Naciones Unidas en 2002 se propone revisar lo que se ha logrado en esta materia e identificar las lecciones aprendidas, para desarrollar mejores estrategias mediante las cuales la educación para el desarrollo sustentable puede reforzar la calidad de la educación y acelerar la acción conjunta para el tránsito hacia la sustentabilidad, así como establecer la agenda post-2014 con estos propósitos.
Se parte de reconocer que una innovación como la que se propone inducir la educación para el desarrollo sustentable en los sistemas escolares de todos los niveles y modalidades educativas y fuera de ellos, no puede consumarse en una década. Esto porque implica enfrentar toda una serie de resistencias, costumbres, tradiciones y desviaciones muy enquistadas en los procesos educativos, que los han vuelto muy conservadores y refractarios a aquello que huela a cambio, pese a admitirse que vamos a la zaga de la sociedad y de la ciencia. Esta resistencia es mayor cuando se trata de transformaciones de fondo no sólo de contenido educativo sino de su pedagogía, como los que se promueve con la educación para el desarrollo sustentable.
En México no hemos sido simpatizantes del concepto educación para el desarrollo sustentable. Preferimos usar el de educación ambiental para la sustentabilidad, que creemos responde mejor no sólo a una trayectoria de esfuerzos emprendidos desde hace casi treinta años en el país, que con grandes dificultades ha comenzado a tener efectos institucionales, sobre todo en la Secretaría de Educación Pública federal y en los estados.
Pero también porque al interior de la forma de educación ambiental para la sustentabilidad que se ha promovido en nuestro país, hemos ido construyendo, también con dificultades, un campo educativo que no ha estado restringido a la conservación de la naturaleza ni a contribuir a alcanzar los fines de la gestión ambiental, que es lo que le ha sido criticado en otros países. Hemos ido creando articulaciones de distinto tipo y en diversos grados con otras prácticas educativas que en un principio se mantenían independientes y con las que cada vez más encontramos propósitos y espacios afines, tales como la educación intercultural, para el desarrollo rural y urbano, para el consumo sustentable, para la equidad de género, para la salud y para los derechos humanos, entre otros, que le han dado a la educación ambiental un fuerte sustrato social, económico, cultural y político compartido.
Desde esta praxis, trabajar desde la educación ambiental para la sustentabilidad un tema complejo como el del cambio climático, obviamente no se enfrenta a partir de una perspectiva de alfabetización científica con base en el modelo del déficit informativo. Es decir, pensar que con proporcionar a la gente contenidos provenientes de las ciencias del clima y sus problemas asociados es condición necesaria y suficiente para que la gente cambie su relación con el medio ambiente y disminuya su huella de carbono. Eso es de una tremenda ingenuidad, pese a que es justamente lo que se ha estado haciendo y no sólo en México.
La educación ambiental para la sustentabilidad enfrenta el cambio climático desde muchas esferas: la cognitiva, la experiencia social, la cultura local, la situación económica, el riesgo, la vulnerabilidad y la resiliencia social, por mencionar algunas.
Para revisar estos enfoques y evaluar también lo que hemos estado haciendo en México, así como para discutir nuestros resultados por precarios que puedan parecer, nos reuniremos en el III Foro Nacional de Educación Ambiental para la Sustentabilidad, a celebrarse del 20 al 23 de octubre de 2012 en Boca del Rio, Veracruz. Los esperamos. Véase: www.foroeas.org.mx



[1] Publicado en La Jornada Veracruz, el martes 9 de octubre de 2012. pag. 6.
[2]Coordinador da la Cátedra UNESCO – UV "Ciudadanía, educación y Sustentabilidad del Desarrollo”. http://edgargonzalezgaudiano.blogspot.mx

martes, 2 de octubre de 2012

La sustentabilidad en la Universidad Veracruzana[1]


Edgar J. González Gaudiano[2]

Cuando me incorporé a la Universidad Veracruzana en 2010, una de las primeras actividades en las que el Dr. Raúl Arias me invitó fue a integrarme en un pequeño grupo de seis destacados académicos encabezado por el Dr. Adalberto Tejeda,  para elaborar lo que unos meses más tarde se convertiría en el Plan Maestro para la Sustentabilidad de la UV.
        El Plan Maestro para la Sustentabilidad pretendía ser la cereza del pastel de una gestión caracterizada por la modernización institucional, la innovación educativa, la eficientización de procesos administrativos, la transparencia y la rendición de cuentas, la aplicación de la normatividad y la defensa de la recién ganada autonomía, entre otros.
Para alcanzar tal desafío, el equipo revisó las propuestas más consolidadas sobre sustentabilidad en universidades nacionales y algunas extranjeras; se consideraron las propuestas previas surgidas en la propia institución, así como numerosos esfuerzos aislados pero valiosos de personas y pequeños grupos colegiados. El Plan Maestro para la Sustentabilidad de la UV fue recibido con entusiasmo y fue aprobado de manera unánime y por aclamación del Consejo Universitario.
Se integró un consejo de alto nivel liderado por el propio rector y se creó una Coordinación Universitaria para organizar los trabajos, a cargo del Dr. Lázaro Sánchez y un grupo minúsculo de experimentados académicos, quienes muy pronto ya habían promovido una red a partir de comisiones regionales y puesto en marcha lo que aparecía como punta de lanza para ir sentando las bases de una transformación institucional de gran aliento: el Sistema Universitario de Manejo Ambiental (SUMA).
De este modo, se han escrito los manuales de operación y se han impulsado trabajos en muchas áreas como el manejo de residuos, ahorro de agua y energía, ahorro en impresos y mensajería, compras, construcciones, movilidad urbana, etc. Y ya empiezan a verse algunos resultados, aunque por la gran dispersión de instalaciones, incluso en Xalapa, es difícil que pueda impactar del mismo modo y al mismo tiempo a toda la universidad. 
   No obstante, estos logros son aún muy frágiles. Primero, porque un gran número de dependencias no se han involucrado en el proceso. De hecho, salvo los avances en el sistema de manejo ambiental, los otros dos ejes del Plan prácticamente no han arrancado: el Comparte y el Discurre. Y esto no es responsabilidad exclusiva de la Coordinación, me parece que ha faltado un respaldo efectivo y sostenido de autoridades y mandos intermedios en una gran mayoría de dependencias.
La Universidad Veracruzana va a ingresar muy pronto en un proceso de transición y los programas que no estén bien blindados académicamente y con un fuerte respaldo de la comunidad universitaria serán vulnerables. Quiero pensar que por las implicaciones que la sustentabilidad tiene en la construcción de futuro y la progresiva extensión que se está dando en el sistema universitario mundial, es un proceso que llegó para quedarse.
Empero, una transformación hacia la sustentabilidad institucional no se logra fácilmente por las usuales resistencias al cambio y los arraigados atavismos en el ethos institucional. Máxime cuando se trata de cambios de fondo que afectan patrones culturales y estilos de conocimiento, pensamiento y acción.
Por lo mismo, nunca son suficientes si bien necesarias las disposiciones normativas; se requiere de que la visión sea asumida como propia por la gran mayoría de los miembros de la comunidad, como condición para generar nuevos valores que orienten las actitudes y el compromiso para hacer las cosas de otra manera. Y esto es lo que aún no empieza a darse en la UV en su conjunto, salvo en las honrosas excepciones de siempre.
Se me dirá que dos años es pronto para empezar a ver esto y tendré que concederles la razón, pero me gustaría ver con más claridad que estamos caminando en esa dirección.         

  

[1]Publicado en La Jornada Veracruz, el lunes 1 de octubre de 2012. Pág. 6.
[2]Coordinador de la Cátedra UNESCO – UV “Ciudadanía, educación y sustentabilidad ambiental del desarrollo”. http://edgargonzalezgaudiano.blogspot.mx