lunes, 18 de noviembre de 2013

¿Por qué es tan complicado entender el movimiento magisterial?


¿Por qué es tan complicado entender el movimiento magisterial?[1]

Edgar J. González Gaudiano[2]

Estuve la semana pasada en Chiapas para participar en el Primer Congreso Nacional: “La responsabilidad ambiental en la educación superior para la sustentabilidad”. Educar para la Responsabilidad Ambiental (ERA) es un programa impulsado por el gobierno del estado que implica a todos los niveles y modalidades educativas que se sustenta en una concertación sumamente incluyente de un gran número de instituciones implicadas.
Es temprano para comentar sobre los alcances de las acciones del programa porque los varios materiales que ya han sido diseñados no han podido comenzar a aplicarse en las escuelas, debido precisamente al paro magisterial que en ese estado afecta a todos los planteles desde preescolar hasta media superior. Incluso la inauguración del propio congreso tuvo dificultades, porque ante el anuncio de la posible presencia del gobernador, hubo que mantener en secreto la sede del evento para evitar que los maestros se enteraran y cerrasen accesos e intentaran tomar las instalaciones.
Por la centralidad política y social que el movimiento magisterial tiene en ese estado, tuve la oportunidad de comentar sobre el mismo con diversos actores, tanto de las universidades como del gobierno del estado. El movimiento magisterial en Chiapas tiene características particulares que no se observan en otros estados. Por ejemplo, la autopista de Tuxtla Gutiérrez a San Cristóbal de las Casas tiene un mes tomada; según me dicen a veces en varios tramos (en esa y otras carreteras) se apostan los maestros e incluso quienes no lo son y exigen una aportación a quienes quieran cruzar el retén. No ha habido intervención del estado para impedirlo y obviamente hay una afectación importante de actividades económicas y un desgaste de las simpatías de la población. El gobierno ha detenido el pago de un par de quincenas a los maestros, pero hay una opinión bastante generalizada de que éstos van a resistir y que terminarán por doblar al gobierno para evitar que de prolongarse el movimiento se articule a otros procesos como el de la oposición a la reforma energética.
Lo que está ocurriendo en Chiapas es diferente a lo que sucede en Oaxaca, Veracruz, el DF y otras entidades que se han distinguido por su activismo. Al parecer los liderazgos locales (CNTE) siguen firmes y no se han visto rebasados como en Veracruz. Las diferencias regionales es una de las características que hace que el movimiento magisterial tenga rasgos compartidos en ciertos aspectos de movilización, pero expresiones locales distintas de formas de lucha según fuerza, usos y costumbres y coyuntura, lo que contribuye a su complejidad.
La población nacional se encuentra polarizada frente al movimiento magisterial. Por un lado están quienes rechazan la legitimidad del movimiento y sobre todo algunas de sus formas de lucha que han afectado fuertemente al conjunto social. Niños sin clases, padres que no tienen con quien dejarlos, plantones interminables que han impactado severamente a negocios (especialmente en el DF), bloqueos recurrentes de la circulación, cierre violento de escuelas, etc. Este segmento social critica acremente lo que definen como debilidad de las autoridades por su incapacidad en asegurar el libre tránsito y el incumplimiento del Estado de derecho y porque continúa pagando a los paristas. A esta postura ha contribuido la constante denostación de los medios masivos (especialmente Televisa) que destaca los inconvenientes como agravios sociales.
En el otro extremo están quienes apoyan al movimiento, constituidos fundamentalmente por las propias familias de los maestros, por activistas sociales y por padres de los niños que consideran que la reforma educativa va a implicar mayores sacrificios económicos para el mantenimiento de las escuelas y para los diversos suministros y consumibles que de por sí ya tienen que aportar; padres y madres de familia preocupados porque les han informado que se tendrán que responsabilizar también del pago de la energía eléctrica, del teléfono, del agua y hasta del predial de los planteles, lo que no ha sido contundentemente desmentido por quienes deben hacerlo.
En medio de estas dos posturas extremas hay una enorme variedad de opiniones, como aquéllos que cuestionan que el gobierno no calculó bien los costos políticos y sociales de un movimiento que creyó controlable por el encarcelamiento de la lideresa del SNTE, lo cual ha visto con motivaciones más efectistas y de recuperación del control político del gremio, que de combate a la corrupción y a la falta de transparencia en el manejo de las enormes cantidades de recursos financieros, no sólo de cuotas sino de aportaciones gubernamentales. En este grupo se encuentran también quienes consideran que el movimiento magisterial está contribuyendo significativamente a la erosión progresiva del bono político del regreso del PRI al poder.
Otros simpatizan con la lucha magisterial por sus reivindicaciones laborales en riesgo con la evaluación, aunque rechazan con vigor a la caterva de sempiternos caciques enquistados en el magisterio; la venta y herencia de plazas; los privilegios por lealtades y complicidades inconfesables; el manejo discrecional e impune de los recursos sindicales; el tráfico de influencias; los miles de comisionados sindicales, aviadores y de plazas que inflan las nóminas de las escuelas; el cinismo de poderosos que ostentan más de una docena de plazas; la perversión del magisterio para propósitos electorales; la doble negociación salarial en los estados; las manos ocultas de los grupos de interés económico y político  que quieren pescar en el río revuelto, etc. etc. Pero también cuestionan que las reformas culpen únicamente a los maestros del deterioro educativo, soslayando la responsabilidad de otros agentes (autoridades, élite gobernante, partidos políticos, sindicatos, etc.), quienes permanecen indemnes en la sombra.  
En general, creo que el movimiento magisterial ha activado al país al desedimentar un complejo problema que es epicentro de su desarrollo; si bien sus repercusiones habrán de valorarse en el futuro, se anticipa que serán transcendentes porque ha quedado en evidencia el abandono, la indolencia y el incumplimiento del mandato constitucional por parte del Estado mexicano a una de sus funciones primordiales como es la educación pública. También ha quedado de manifiesto la confiscación que de ella han hecho grupos facciosos y poderes fácticos de distinto tipo (políticos, económicos, mediáticos, religiosos, etc.), que aspiran a tener un todavía mayor control sobre los procesos sociales, económicos y políticos del país.


[1] Publicado en La Jornada Veracruz, el lunes 4 de noviembre de 2013
[2] Coordinador de la Cátedra UNESCO – UV “Ciudadanía, Educación y Sustentabilidad Ambiental del Desarrollo”. http://edgargonzalezgaudiano.blogspot.mx