lunes, 10 de marzo de 2014

Para comprender el cambio climático



Para comprender el cambio climático[1]

Edgar J. González Gaudiano[2]

Cada vez que ocurre un invierno excepcionalmente frío como el que está por terminar, resurgen los desgastados argumentos que niegan o ponen en duda la existencia del calentamiento global. Ciertamente, el invierno de 2014 fue muy atípico y se inició en enero con el llamado vórtice polar en Estados Unidos, Canadá, ciertas áreas en Europa e incluso el noreste de México. Solamente en Estados Unidos afectó a más de 187 millones de personas, rompiendo récords de baja temperatura y provocando la suspensión de numerosas actividades económicas y sociales, como cancelaciones masivas de vuelos. Todo ello con una pérdida económica estimada en 5,000 millones de dólares. A mediados de febrero se presentó un nuevo temporal que causó la interrupción del servicio eléctrico en amplias zonas del noreste de Estados Unidos. 
Aquí en México sin llegar por fortuna a esos extremos, la presencia continua de frentes fríos y la marcada inestabilidad en el tiempo de un día para otro han también propiciado algunos comentarios. Varios de ellos orientados no a negar sino a atribuir todo lo que ocurre al cambio climático. Como ya he explicado en otra entrega (15/04/2013), siendo el cambio climático un fenómeno contra-intuitivo que no percibimos directamente con nuestros sentidos, sino de la información que recibimos, resulta difícil comprenderlo. Este es uno de los grandes desafíos de los programas educativos relacionados con el cambio climático: aportar elementos científicos para fortalecer la credibilidad del cambio que estamos viviendo en el sistema climático del planeta, mediante un lenguaje asequible para la población común sin sobre-simplificar su complejidad, particularmente aquélla relacionada con las responsabilidades políticas comunes pero diferenciadas, y que al dejar en claro que su origen es debido a las actividades humanas propicie disposiciones a actuar en consecuencia.
En este proceso, resulta complicado explicar que si bien el cambio climático es una realidad que ya se encuentra entre nosotros, no podemos decir que todos los fenómenos hidrometeorológicos que ocurren sean ocasionados por éste, porque quizá sean debidos a variaciones naturales del clima. Lo que sí se ha determinado es que la variabilidad climática es más frecuente y los fenómenos más intensos. De otro modo no se explica por qué los diez años más calientes desde 1880 se encuentran entre 2000 y 2013, y a pesar de eso se haya tenido el invierno que comentamos arriba.
Tal vez una analogía nos permita comprender mejor esto a los mexicanos. Si bien no podemos decir que todos los aumentos de precios se deban a los incrementos mensuales del costo de la gasolina (gasolinazos), sí podemos estar seguros de que es algo que contribuye sustantivamente a que ello se dé.  Es algo similar con el cambio climático.
El cambio climático es algo que está ocurriendo en este momento en nuestras vidas, y aunque no podamos percibirlo mediante nuestros sentidos está afectando ya nuestras condiciones actuales y afectará las del futuro. La ciencia del clima encara muchas incertidumbres. ¿Cómo comunicar esas incertidumbres sin generar dudas sobre la existencia del fenómeno que influyan en postergar cambios en las vidas de las personas? El problema es que la mayor parte de la información que recibimos sobre el cambio climático es a través de periodistas que tienen bases científicas muy pobres; pero a ello se añade el hecho de que los científicos del clima se resisten a encarar a los medios porque carecen de habilidades comunicativas para transmitir información de calidad a personas que están fuera de los congresos y las revistas especializadas de su campo.
Incluso las entrevistas a los científicos pueden constituir una fuente adicional de confusión. Suelen soslayar, por ejemplo, los temas que ya cuentan con el pleno consenso entre ellos, enfatizando por el contrario las incertidumbres de los problemas de la investigación en curso.  Sin embargo, esa irreflexiva sinceridad y honestidad intelectual puede provocar que la gente no científica se forme una idea desproporcionada de la incertidumbre científica y los aspectos más controversiales, restándole valor y credibilidad a los avances y acuerdos. En noviembre de 2008, una entrevista que concedió Mario Molina a un medio español, fue cabeceada como “El clima cambia pero no sabemos hacia donde”, lo cual fue aprovechado por los negacionistas para sus aviesos propósitos.
Estoy convencido de que es más fácil que los científicos adquieran dichas habilidades persuasivas y puedan desarrollar estrategias comunicativas para transmitir la verdadera naturaleza de estos procesos. Esto va a requerir una mayor colaboración entre los científicos del clima y los científicos sociales; primero, para valorar lo que la gente ya sabe, lo que desconoce y lo que ha distorsionado del fenómeno que está determinando sus modelos mentales; segundo, para definir si se necesita proporcionar mayor evidencia científica y de qué tipo para que la gente acepte impulsar cambios en sus vidas; tercero, para determinar cómo inducir perspectivas que orienten a la gente a afinar su conocimiento de sentido común y percepción del riesgo sobre lo que el cambio climático puede ocasionar en su vida, que será lo que finalmente la motivará a actuar y; cuarto, para realizar pruebas empíricas sobre si las conjeturas aplicadas para formular los nuevos mensajes están cumpliendo su cometido en los diversos sectores y grupos sociales, toda vez que las personas tienen diferentes intereses y necesidades de escuchar y ser escuchadas.  
Ello es vital y lo será más aún en el futuro próximo, pues dependiendo de los resultados de la comunicación del cambio climático, la incertidumbre científica sobre el mismo agregará más escepticismo sobre el fenómeno y por ende retrasará la adopción de medidas y restricciones; abonará las creencias fatalistas de que ya no hay nada que hacer porque la gente considera que el reto es demasiado grande para que tenga efectos la acción individual o porque simplemente no modificará sus estilos de vida renunciando a sus zonas de confort; o bien pondrán de relieve el hecho de que las personas con sus decisiones y comportamientos, pueden tener en última instancia la capacidad de contribuir a ejercer presión para que se fortalezcan las políticas de respuesta al cambio climático, a coadyuvar con sus patrones de consumo para evitar un cambio climático desastroso y a adoptar medidas de adaptación y resiliencia social que reduzcan la vulnerabilidad de sus propias vidas.


[1] Publicado en La Jornada Veracruz, el lunes 10 de marzo de 2014.
[2] Coordinador de la Cátedra UNESCO – UV “Ciudadanía, Educación y Sustentabilidad Ambiental del Desarrollo”. http://edgargonzalezgaudiano.blogspot.mx