viernes, 4 de diciembre de 2015

El cambio climático y la gente*

Edgar J. González Gaudiano**

Al reactivarse el interés público por la cobertura mediática de la Conferencia de las Partes (COP21) a sobre el Cambio Climático que se celebra en París, Francia, surgen de nuevo varias interrogantes a propósito de este fenómeno. Una que nos interesa especialmente en esta ocación es la llamada dimensión social, que se refiere a la perspectiva que las ciencias sociales y las humanidades deben aportar para lograr una comprensión más completa de este fenómeno.
La dimensión social ha cobrado fuerza durante los últimos años, al entenderse mejor el papel que desempeña como complemento del conocimiento que han venido construyendo las ciencias del clima. De ahí, el mayor espacio que ocupa en el más reciente informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (2013-2014). En otras palabras, el conocimiento que aporta la meteorología o la química atmosférica, por ejemplo, se difumina si las políticas de respuesta no consideran también la información acerca de cómo la población interpreta y valora el cambio climático, y especialmente las implicaciones de éste en sus vidas.
Numerosos estudios se han realizado para intentar identificar las claves de la percepción y la representación social del fenómeno del cambio climático, a fin de poder traducirlas en estrategias de comunicación y educación, así como en políticas públicas que puedan inducir valores acordes a las circunstancias que vivimos, y respuestas sociales consensadas más efectivas.
Se sabe, por ejemplo, que la alfabetización científica sobre el cambio climático (en lo que se han centrado la mayoría de los programas en los medios y de los materiales educativos para las escuelas) es insuficiente para motivar transformaciones en la actitud y el comportamiento individual y colectivo, tampoco para enfrentar los riesgos y amenazas derivados. La ciencia del clima ha arrojado luz sobre el problema, pero no ha influido en las decisiones de la vida cotidiana de las personas, sobre todo, en aquellas con un estilo de vida centrado, cada vez más, en el uso intensivo de combustibles fósiles.
Se sabe también que una apropiada representación social del fenómeno, en tanto conocimiento de sentido común que da sentido a la realidad, y orienta la acción de los individuos, es fundamental para desplegar políticas que tengan resonancia social e involucren a la población en su aplicación (P. Meira, Comunicar el cambio climático, 2009).
Las representaciones sociales son constructos cognitivos compartidos, que se han basado en sustratos culturales específicos, por lo que existen diferencias significativas en la función de factores tales como región, grupo social, edad, género y experiencia de vida, entre otros. Factores que han de tomarse en cuenta para diseñar programas dirigidos a grupos de población particulares.
Por ejemplo, han sido empleados de manera muy efectiva en la mercadotecnia para inducir preferencias en los patrones de consumo, entre los distintos segmentos de población; o por asesores y estrategas políticos para formular campañas electorales que orienten los votos a favor o en contra de candidaturas y partidos. Poco se han usado, sin embargo, para hacer más efectivos los programas educativos.
Sólo si el cambio climático es reconocido como un factor real en la vida de las personas, podrá suscitar la adhesión a programas que se pongan en marcha sobre medidas de mitigación y de adaptación para aportar a la reducción de gases de efecto invernadero, así como para reducir la creciente vulnerabilidad social que conlleva el fenómeno (J. L. Lezama, La construcción social y política del medio ambiente, 2004).
Eso que parece tan simple es muy difícil de implementar.
El resultado ha sido que la respuesta social al cambio climático sigue siendo muy voluble. Quizá porque las medidas a adoptar van en sentido contrario a los satisfactores que caracterizan actualmente nuestra época de hiperconsumo. Quizá porque, como dice Daniel Kahneman en su libro Pensar rápido, pensar despacio (2012), sobre el modelo racional de la toma de decisiones, las implicaciones del cambio climático no se perciben como riesgos inminentes con una carga emocional que nos obligue a actuar. Quizá porque hay muchas otras prioridades que ocupan nuestra atención en la inmediatez de nuestras vidas. Quizá por el tono apocalíptico que caracterizan a muchos de estos mensajes sobre el tema; tono al que ya estamos inmunizados. Quizá por el escaso peso que le concedemos a nuestras acciones individuales.
Lo cierto es que varios autores, como George Marshall en su libro Ni se te ocurra pensar en ello (2015), están planteando un cambio de narrativa que permita superar las barreras psicológicas que no permiten darle una mayor importancia al problema del cambio climático en nuestras vidas, debido a que lo pensamos como una amenaza abstracta, invisible y lejana. Otros como Naomi Klein, en el libro Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima (2015) señalan que el cambio climático es la narrativa más poderosa contra el sistema económico y político actual.
Ciertamente, tenemos que imprimir un cambio en la manera de presentar y representar el problema.
Personalmente creo que seguir hablando de los escenarios que ocurrirán en 2050 o finales de siglo, por no hacer algo en este momento, no ayuda a crear un sentido de apremio. Por el contrario, constituye un aliciente para seguir postergando la adopción de medidas radicales hasta que, como señala Anthony Giddens en su estudio, La política del cambio climático (2011), sea demasiado tarde. De igual manera, seguir pensando los problemas desconectados unos de otros por importantes que sean, no ayuda a construir perspectivas enmarcadas en los sistemas complejos que permitirían diseñar mejores respuestas.

A pesar de las difíciles circunstancias que atravesamos en varias esferas de nuestras vidas, el cambio climático es hoy el desafío mayor al que nos enfrentamos. Más nos valdría que comenzáramos a asumirlo de ese modo aunque no se advierta que la acción política vaya en esa dirección, menos cuando suenan tambores de guerra.

*Publicado en La Jornada Veracruz, el 4 de diciembre de 2015 
http://www.jornadaveracruz.com.mx/el-cambio-climatico-y-la-gente/
**Coordinador de la Cátedra UNESCO - Universidad Veracruzana “Ciudadanía, Educación y Sustentabilidad Ambiental del Desarrollo”.


jueves, 3 de diciembre de 2015

El cambio climático y la desigualdad social*

Edgar J. González Gaudiano**

Por un período muy efímero, en estos días de la Conferencia de las Partes (COP) número 21 de la Convención Marco de Cambio Climático que se realiza en París, los temas ambientales en general y el cambio climático en particular vuelven a ser noticia. La verdad es que es un asunto que merece nuestra mayor atención, si bien pareciera que hay otros mucho más urgentes e importantes.
Dada su actualidad mundial por la reunión de mandatarios con declaraciones espectaculares e imágenes mediáticas de las cuáles seguramente emanarán pocas decisiones verdaderamente trascendentes para combatir el fenómeno, quiero vincular este tema con una nota aparecida en este mismo diario el 1 de diciembre acerca del reconocimiento que hizo el Sr. Tomás Ruiz, secretario de Infraestructura y Obra Pública del gobierno del estado de Veracruz, durante su comparecencia ante el congreso local, de que los recursos federales de 2007 y 2008 (sin aclarar la cantidad) proveniente del Fondo de Desastres “Naturales” (Fonden) para paliar las consecuencias de los fenómenos climáticos no se aplicaron y por lo tanto se perdieron, así como que otros $500 millones correspondientes a los años  2009 y 2010 (este último el año del huracán Karl y la tormenta tropical Matthew) tampoco se aplicaron.
La noticia implica que ese dinero que el gobierno del estado recibe como consecuencia de las declaratorias de emergencia para atender con urgencia las necesidades de la población damnificada, no se aplica en lo que debiese. No llega a la gente necesitada. No se usa para reparar infraestructura dañada, para solventar aunque sea provisionalmente la pérdida de la actividad productiva mediante la creación de empleos temporales para limpiar, atender, socorrer, trasladar, etc. Por lo visto, las emergencias climáticas le han servido al gobierno del estado para allegarse de recursos adicionales, pero que no usan para lo que se solicitan. De ese modo, el cambio climático contribuye al rezago social.
Es terrible. Se trata de una omisión grave que no debiese pasar inadvertida. Lo que esta cada vez mas frecuente situación implica es que los recursos fueron desviados hacia otros asuntos que el gobierno del estado consideró prioritarios. ¿Cómo puede haber algo más prioritario que una declaración de emergencia?
Somos un estado cuyo desarrollo se encuentra estancado desde hace demasiados años; una entidad que cuenta con las condiciones materiales y geográficas para estar bien pero que se encuentra colocada en los últimos lugares de prácticamente todos los indicadores de bienestar; con servicios públicos de la peor calidad e infraestructura deficiente e insuficiente; con una deuda rampante que nos ha convertido en rehenes de los acreedores por muchos años, donde hasta los impuestos de los años venideros que aún no se cobran, ya se deben; con instituciones inanes y población dejada a su suerte; con gobiernos irresponsables, cínicos, omisos, ineptos y corruptos; con representantes rapaces con problemas de columna de tantas genuflexiones ante el poder.
La noticia del Sr. Tomás Ruiz sólo viene lastimosamente a demostrar cómo ahora la vulnerabilidad social creciente derivada de los embates del cambio climático viene a agudizar la ya de por sí crítica situación del pueblo veracruzano.
Ciertamente, el cambio climático ha llegado para quedarse y no sólo constituye por si mismo nuevas condiciones de riesgo y amenaza, sino que incrementa explosivamente otros problemas como los alimentarios, de suministro de agua, de violencia y de migración, de desigualdad social pues, por citar sólo algunos. La situación es  grave porque no se ve que exista decisión política para al menos frenarlo, a fin de tener la oportunidad de ir atendiendo los efectos más inmediatos, para impulsar políticas de adaptación social, para reducir la vulnerabilidad, para fortalecer la resiliencia social, para evitar los próximos desastres. Los gobiernos declaran que tomarán medidas que siempre son postergadas. Como vemos, incluso los recursos que llegan para paliar emergencias se desvían. El cambio climático es empleado como coartada de ineficiencias cuando se presentan contingencias ambientales. Culpar a la naturaleza de los desastres se ha convertido en la excusa favorita.
Pero tampoco la población le concede importancia al fenómeno. Lo seguimos viendo como un problema distante en el tiempo y en el espacio. Un problema de los osos polares. A esto me referiré en otra entrega.
Nuestro gobierno federal es paladín de declaraciones sobre el cambio climático, pero sólo para el consumo externo. Calderón Hinojosa recibió varios premios internacionales por eso, mientras le abría la puerta a la minería a cielo abierto. Ahora mismo el presidente Peña Nieto asiste a la COP21 en París, y a pesar de la aprobación por el senado de la ley de transición energética hacia tecnologías limpia se siguen abriendo más pozos de fracking. Esto es, las presuntas medidas gubernamentales sobre el cambio climático no se corresponden con las decisiones de política que se están tomando en todas las áreas de la administración pública, sobre todo económicas. Es pura simulación.
En el sexenio actual con el PRI nuevamente en el poder el asunto es todavía, si cabe, más complicado. El haber entregado la conducción de la política ambiental a sus aliados del Partido Verde ha contribuido a poner al país en un estado de coma inducido. Se ignoran leyes; se han desmantelado equipos técnicos calificados; los puestos han sido ocupados por amigos y colaboradores incapaces en todos los niveles de mando desde el secretario hasta los jefes de departamento. Las buenas noticias ambientales de este país de los meses recientes, como la suspensión provisional del maíz transgénico en respuesta a una acción colectiva, fue resultado de la intervención de un magistrado a pesar de un centenar de impugnaciones del gobierno federal y de las empresas transnacionales, así como de 22 amparos en los que ha intervenido hasta la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Arturo Escobar está imputado de delitos electorales, pero no de su actuación en temas ambientales. Ello porque en los hechos para el gobierno la política ambiental es lo de menos.
¿Así cómo?



*Publicado en La Jornada Veracruz, el 3 de diciembre de 2015 
http://www.jornadaveracruz.com.mx/el-cambio-climatico-y-la-desigualdad-social/
**Coordinador de la Cátedra UNESCO - Universidad Veracruzana “Ciudadanía, Educación y Sustentabilidad Ambiental del Desarrollo”.

martes, 17 de noviembre de 2015

La universidad asediada*

Edgar J. González Gaudiano**

En los últimos meses se ha dado a conocer la crítica situación financiera por la que atraviesa la Universidad Veracruzana. Quizá algunos no logren comprender su magnitud, pero el gobierno del estado de Veracruz sólo ha entregado el 20% de lo que le corresponde durante el año 2015. Es decir, la UV ha tenido que interrumpir un gran número de sus actividades vitales para dar prioridad, con recursos que recibe del gobierno federal, al pago de la nómina del personal académico y administrativo, a fin de no suspender los servicios educativos, de investigación y de difusión que son la razón de su existencia.
El subsistema de educación superior de nuestro país se caracteriza por una gran diversidad de tipos de instituciones en las que destacan las universidades públicas autónomas. Se trata de instituciones de calidad que se rigen por programas establecidos por las propias universidades para responder a lo que la sociedad espera de ellas para contribuir al bienestar de la población del país, con mayor énfasis en sus territorios de influencia. Las universidades públicas forman a las futuras generaciones que conducirán al país, crean cultura, producen conocimiento, forjan ciudadanía para el ejercicio de los derechos y deberes de una democracia. Es por eso que son públicas, porque producen bienes y servicios públicos.
Pablo Latapí decía que las universidades públicas son tales porque:
1.       Pertenecen a la sociedad en su conjunto y esa es la razón por la que dependen de recursos públicos.
2.       Están abiertas a todos, bajo las únicas restricciones que imponen los requisitos académicos de ingreso, permanencia y egreso.
3.       Encarnan valores que nos son valiosos a todos, en los que converge nuestra diversidad social, cultural e ideológica promoviendo la tolerancia, el respeto por los otros, por los diferentes, a partir del diálogo y la convivencia plural.
4.       Intentan responder responsablemente a las necesidades y problemas de todos, principalmente a los de los más desfavorecidos, en una perspectiva de bien común.
5.       Atienden al propósito superior de la soberanía nacional, de independencia, de justicia social.
Por todo eso son públicas, por lo que son básicas para nuestra democracia; son faros de libertad máxime en un país como el nuestro donde muchas instituciones públicas están sometidas a los intereses de grupos de poder económico y político. Son instituciones imprescindibles del Estado mexicano, por lo que el financiamiento que reciben no es una dádiva, sino una obligación del Estado mexicano establecida en nuestra Carta Magna. No entregarlo completo y con oportunidad no sólo es una grave irresponsabilidad, sino una violación a la ley.
Pero en este escenario nacional de las universidades públicas autónomas hay inequidades. La mayoría de ellas, reciben financiamiento público proveniente de recursos federales y estatales, que suele tener una distribución muy variable pero que en promedio se ubica en alrededor de 30% de recursos estatales y 70% federales. La universidad Veracruzana tiene una relación cercana al 50-50 y eso la hace aún más vulnerable y explica en parte la gran crisis que ahora vive. Además, las universidades federales como la UNAM, el IPN y la UAM reciben varias veces más financiamiento por estudiante que la UV y todo su presupuesto proviene de recursos federales por lo que sale etiquetado del presupuesto nacional. Lamentablemente no es el caso de la UV.
Más de 2000 millones de pesos de recursos provenientes del estado le han sido ilegalmente retenidos, además de otros 450 millones provenientes de recursos federales que no le han sido entregados, acto que por sí mismo merecería una investigación por parte de la Secretaría de Educación Pública porque implica una desviación de recursos.
No entiendo qué es lo que quiere provocar el gobierno del estado de Veracruz encabezado por el Señor Duarte de Ochoa en una institución de casi ochenta mil estudiantes y once mil trabajadores. Como si le faltaran a este estado problemas.

En los últimos años, la Universidad Veracruzana ha hecho gigantescos esfuerzos por mejorar la eficiencia en el gasto y en los indicadores de calidad académica de sus acciones. Estos esfuerzos le han sido reconocidos por la SEP, el Conacyt, la ANUIES, por su creciente número de programas acreditados, de investigadores en el Sistema Nacional de Investigadores, por el número de cuerpos académicos registrados, por el crecimiento de su matrícula, por sus programas de vinculación, de difusión cultural, entre muchas otras acciones. Su importancia no sólo en Veracruz, sino en el país es indiscutible. La UV vive una transformacional radical de su vida institucional. No constituimos una universidad perfecta, ninguna lo es. Tenemos muchos y serios problemas, pero estamos en el camino de resolverlos, los estamos enfrentando todos los días en las aulas, en los laboratorios, en los campos, en las regiones. No se merece la UV lo que le está ocurriendo.

*Publicado en La Jornada Veracruz, el 15 de noviembre de 2015.
**Director del Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana <edgagonzalez@uv.mx>

martes, 10 de marzo de 2015

Discurso pronunciado por el doctor Edgar J. González Gaudiano, con motivo de la presentación ante el Consejo Universitario General de la Universidad Veracruzana, de la doctora Lucie Sauvé para recibir el doctorado Honoris Causa, el 8 de marzo de 2015.

Es un gran honor y privilegio haber sido designado en esta ceremonia de investidura del grado de doctor Honoris Causa para presentar a la doctora Lucie Sauvé ante este Honorable Consejo Universitario General. Los usos y costumbres académicos refieren que esta tarea consiste en hacer una cavilación sobre sus méritos, lo cual se hace muy difícil debido a que a la admiración y respeto en la relación académica que mantengo con la doctora Sauvé desde hace más de quince años, se ha añadido a lo largo de este tiempo el cariño y el apego en una relación de gran amistad con Lucie. Por lo mismo mis palabras irán teñidas de una fuerte dosis de emoción.
El Reglamento de Reconocimiento al Mérito Universitario de la Universidad Veracruzana consigna que el doctorado honoris causa podrá ser conferido a quienes por su contribución a las ciencias, a las letras o a las artes, hayan realizado una labor extraordinaria para el mejoramiento de las condiciones de vida o del bienestar de la humanidad. En este enunciado existen dos condiciones sustantivas: el de una trayectoria académica relevante y una contribución social ejemplar.
Se trata del reconocimiento de un vínculo que ha de ser íntimo y fecundo. La Universidad como máxima expresión de una conciencia ilustrada y la irradiación de sus efectos más benéficos al seno de la sociedad en la que se halla inserta, para a su vez ser enriquecida por ésta. Es una articulación de interdependencia y continua transformación del entorno social y de la propia comunidad universitaria, para construir una mejor Universidad y una mejor Sociedad.
En este marco, la expresión más digna de una Universidad es el reconocimiento de una trayectoria de excelencia mediante uno de sus actos más solemnes: la investidura de un Doctor Honoris Causa por sus méritos superiores en la tarea científica, humanística o artística y por sus potentes contribuciones a la sociedad y por la lucha en busca de ideales eximios y defensa de derechos, sobre todo de los más desprotegidos. En ese acto la Universidad honra a la vez que es honrada.
Por todo ello, ha sido para mí muy difícil expresar en pocas palabras, una trayectoria tan intensa, tanto a nivel científico como pedagógico y con un apasionado compromiso social.
Conocí a Lucie Sauvé en 1999, cuando asistió al primer Congreso Nacional de Investigación en Educación Ambiental, realizado en el Puerto de Veracruz, bajo los auspicios de la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca, del gobierno federal, y de la Universidad Veracruzana. Ya había leído algunas de sus publicaciones y me había sorprendido su claridad conceptual y su compromiso político con el campo de la educación ambiental. Por ese motivo fue que la invité a participar en el congreso sin grandes expectativas de que viniera. Aceptó participar enseguida y su intervención en el evento fue inspiradora, marcando la pauta de lo que debía ser a su juicio una verdadera investigación en educación ambiental.
Las obras de Lucie Sauvé son lecturas obligadas en los procesos formativos en esta área y es la autora extranjera más citada en las tesis de licenciatura y posgrado en educación ambiental en México y en muchos otros países latinoamericanos. Ha sido tan claro su compromiso con nuestra gran región que refrenda que su provincia de Quebec es también América Latina.
Antes de continuar permítanme por un momento explicar lo que significa ser casi una autora de culto en el campo de la educación ambiental. Este campo no sólo es un campo emergente tanto en la política educativa como en la política ambiental, sino que es muy vulnerable a los vaivenes institucionales incluso internacionales, así como a los devaneos de los funcionarios en turno, como ocurre actualmente en México con el Partido Verde al frente de la Semarnat.
En nuestro país, la educación ambiental nunca ha estado bien posicionada en la política ambiental ni en la educativa, por lo que sus programas aún los exitosos son muy inestables y tienen una permanencia no mayor de un sexenio. En lo internacional, la educación ambiental sigue estando fuertemente amenazada ahora por la educación para el desarrollo sustentable, propuesta encaminada a impulsar una estrategia educativa vana que pretende someter aún más la conservación ecológica y la protección del medio ambiente al crecimiento económico a toda costa. De este modo, la educación ambiental no es un campo pedagógico que fascine a muchos grupos de interés, antes bien es combatida desde numerosos ángulos.
Es por ello sobresaliente y debiese ser del mayor interés político y social en México, el trabajo que la Dra. Sauvé desarrolla desde 2011 como líder de un colectivo científico sobre la cuestión del gas de esquisto o de lutita, consistente en hidrocarburos en estado gaseoso que se encuentran en formaciones rocosas sedimentarias de grano muy fino y cuyo proceso de extracción implica enormes impactos ambientales de diverso tipo. Es la llamada fractura hidráulica o fracking, que ha sido denunciada y prohibida en varios países. No en el nuestro, por cierto.
En este grupo encabezado por la Dra. Sauvé participan 169 científicos de diversos campos disciplinarios y distintas instituciones, cuya misión es ejercer una vigilancia crítica sobre el sector de actividades de gas de esquisto en el tema energético en Quebec. Desde hace cuatro años, el colectivo desarrolla un inventario de documentación científica y la hace accesible a lectores no científicos y a todos aquellos interesados en un problema que afecta la calidad de sus vidas. Se encuentran disponibles en línea más de quinientos documentos para estos propósitos. Asimismo, el colectivo participa en los debates y consultas públicas, organiza conferencias de expertos y realiza análisis sobre diferentes aspectos de esta seria problemática. Desde 2011, el colectivo científico sobre el tema del gas de esquisto en Quebec se pronunció a través de varias proclamas cuya producción fue coordinada por ella.
Quisiera destacar ahora, remitiéndome sólo a ciertos datos principales que revisten su trayectoria, algunos rasgos significativos que hemos de retener de la misma. Lucie Sauvé es profesora titular del Departamento de didáctica de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Quebec en Montreal (UQAM). En dicha institución funge como Directora del Centro de Investigación en Educación, Formación Ambiental y Ecociudadanía. El Centro inscribe sus actividades en el contexto de la sociedad actual y sus integrantes orientan su labor hacia el “bienestar común”, la equidad socioecológica y nuestra relación con el mundo. Con este Centro hemos suscrito un acuerdo de colaboración para el intercambio de experiencias, así como para la movilidad académica y de estudiantes, lo que ha contribuido a que el Cuerpo Académico «Ciudadanía, Educación y Sustentabilidad Ambiental del Desarrollo» del Instituto de Investigaciones en Educación, haya adquirido el nivel de consolidado.
La doctora Sauvé es de Pedagogía ha colaborado con gran generosidad en programas de docencia en numerosas universidades de varios países, entre los que se encuentran Francia, Bélgica, Haití, Mali, Guinea, Brasil, Bolivia, Colombia y México. Estamos programando su participación en el Instituto de Investigaciones en Educación de nuestra casa de estudios.
Ha publicado cerca de una docena de libros de autor y ha dirigido quince publicaciones colectivas y ha participado en más de setenta libros colectivos publicados en diversos países y en distintas lenguas. Cuenta con más de un centenar de artículos en revistas indexadas, muchos de ellos por invitación. Su producción de material didáctico con fines formativos es impresionante, destacando los 23 módulos desarrollados entre 1999 y 2003 que constituyen una síntesis inédita del campo de la educación ambiental, concebidos para la educación a distancia. Asimismo, los once documentales en video con su correspondiente guía pedagógica, desarrollados entre 2002 y 2010 en apoyo a diversos temas ambientales en los que destacan la salud comunitaria, la alimentación y la energía.
La doctora Sauvé fue titular durante diez años la Cátedra de Investigación de Canadá en Educación relativa al Ambiente (2001 a 2011), que son cátedras nacionales a concurso que no tienen equivalente en nuestro país, desde la cual desarrolló una estructura de investigación que está disponible con el objetivo de contribuir al despliegue de una ecociudadanía, tomando en cuenta el contexto de influencia de la sociedad contemporánea.

La doctora Lucie Sauvé es una ferviente convencida de que la pedagogía exige una postura optimista frente a los desafíos y los problemas que nos aquejan. Con este doctorado honoris causa, queda así enlazada para siempre a esta casa de estudios, cuya vocación por el saber y la generación de conocimiento se enaltecen con su ilustre pertenencia a nuestra comunidad universitaria.

Palabras de la Doctora Lucie Sauvé con motivo de la recepción del Doctorado Honoris Causa otorgado por la Universidad Veracruzana el 8 de marzo de 2015.

En primer lugar, deseo manifestar un enorme agradecimiento
al Consejo General Universitario,
a la Rectora Dra. Sara Ladrón de Guevara y
a la Secretaria Académica Mtra. Leticia Rodríguez Audirac.

Me interesa compartir con ustedes que uno de los más preciosos regalos de mi vida profesional,
además de este momento tan especial,
ha sido la colaboración con colegas de México y en general de América Latina.

He tenido la  posibilidad de acercarme al pensamiento latinoamericano en el campo de la educación ambiental,
con sus aspectos epistemológicos, éticos, políticos, pedagógicos.
A través del pensamiento de mis colegas, a través de sus textos
y los encuentros, me he sentido como en casa.

Formamos una comunidad de investigadores y educadores conscientes de la estrecha relación entre las realidades sociales y ecológicas;
conscientes de la dimensión política de la educación,
y en particular de la educación ambiental;
de su papel fundamental para transformar la red de relaciones entre las personas, los grupos sociales y el ambiente;
… es decir, con el conjunto de los sistemas de vida de los cuales formamos parte. 

Estamos preocupados por una mejor integración de la EA
en los sistemas educativos, desde la primaria hasta la universidad. 
Y también preocupados por la integración de la EA en los diversos sectores de la sociedad civil.




En esta perspectiva, nuestras universidades desempeñan un papel de primera importancia,
integrando la dimensión ambiental – es decir socio-ecológica –
en las diversas carreras,
en los programas de investigación y en la vinculación social;
Integrando el campo de la EA en la formación
de los maestros y maestras
y también inspirando y exigiendo políticas públicas apropiadas
que favorezcan el despliegue de la EA
en los diversos sectores de la sociedad civil.

En la perspectiva de contribuir al fortalecimiento
de una verdadera sociedad educativa,
es necesario favorecer el intercambio
entre la educación formal, no formal e informal.

Necesitamos reforzar la colaboración
entre estos tres sectores de la educación.
Se trata de favorecer la sinergia social
para la transformación de las realidades socio-ecológicas actuales.

Tanto en el Norte – en Canada –
como en tantas otras partes del mundo,
vivimos en un contexto caracterizado
por un sistema de  «gobierno»,
o «gobernanza» como se dice en el mundo empresarial,
un sistema basado en alianzas político-económicas
y en la instrumentalización de la democracia.

En ese sistema, las decisiones están raramente orientadas hacia el bien común, la salud de las poblaciones  y el cuidado de los ecosistemas.

Esto surge con toda claridad en particular
con la expansión de las actividades extractivas, exógenas 
como la explotación de los hidrocarburos
– en particular del gas y del petróleo no convencionales -,
las minerías a cielo abierto
y otros procesos invasivos de nuestros territorios
o de franco despojo como la privatización del agua.  




En este contexto, es finalmente la sociedad civil,
son los ciudadanos,
quienes debemos ejercer una vigilancia crítica,
para luchar en «contra » o «pro»,
involucrarse en la innovación ecosocial,
ser actores de cambio
a pesar de las tendencias político-económicas.

La tarea es gigantesca:
hay que denunciar, resistir y crear también –
y esto - a menudo -  en contextos de emergencia,
de falta de recursos, de tensiones, de sobrecarga, de acoso.

Lo anterior requiere del desarrollo de competencias ciudadanas, ecociudadanas – en los diversos niveles escolares
y sectores de la sociedad.
Se trata de desarrollar competencias críticas, éticas,
estratégicas, políticas a través de procesos democráticos.
Se trata de forjar colectivamente una inteligencia ciudadana de las situaciones,
de desarrollar un poder-hacer, un poder actuar
para la reapropiación de nuestras realidades,
de nuestros asuntos públicos.

Ese es precisamente el papel fundamental de la educación ambiental:
estimular el compromiso ecociudadano; 
un compromiso fundado en una visión del mundo
clarificada, discutida, confrontada,
que dé sentido a nuestro ser y actuar en el mundo.
La educación ambiental es un proyecto político-pedagógico
que llama a la reflexión crítica, ética, filosófica.
La tarea es inmensa  !Pero alentadora! 
Abre espacios para la esperanza.


En este sentido, me importa
celebrar la valiosa colaboración
de mis colegas mexicanos, veracruzanos
en tal proyecto educativo y social,
en particular la contribución internacional, única, muy inspiradora 
de mi colega Edgar González-Gaudiano.


De nuevo, mil gracias por otorgarme
este doctorado honoris causa.
Me siento muy honrada de pertenecer a este claustro a partir de ahora
Me infunde nuevas energías para seguir adelante, con ustedes.

Muchas gracias.

lunes, 26 de enero de 2015

El Dia Mundial de la Educación Ambiental



El Día Mundial de la Educación Ambiental[1]

Edgar J. González Gaudiano[2]

El 26 de enero se celebra el Día Mundial de la Educación Ambiental. La verdad es que nunca he sabido cuándo se estableció esta fecha. Algunos dicen que fue en 1975, en virtud del Seminario Internacional de Educación Ambiental, realizado en Belgrado -en ese entonces república de Yugoeslavia, hoy capital de Serbia-, el cual sentó las bases de este campo pedagógico mediante un conjunto de principios y directrices que se conocen como Carta de Belgrado. Pero este seminario se efectuó del 13 al 22 de octubre.
Otros afirman que fue en 1972, cuando también se acordó celebrar el 5 de junio como Día Mundial del Medio Ambiente porque fue cuando se inauguró la ya legendaria Conferencia de las Naciones Unidas del Medio Ambiente Humano en Estocolmo. Esta fecha si consta en las actas de esa asamblea, el Día Mundial de la Educación Ambiental, no.
¿Por qué precisamente el 26 de enero? Nunca lo he sabido. Quizá porque los demás días ya estaban ocupados. Hay tantas celebraciones de tantas cosas, que ya algunas hasta comparten el mismo día.
De hecho yo me enteré de esta efeméride no hace muchos años, cuando incluso la educación ambiental ya había caído de la gracia de los organismos internacionales que la promovieron, específicamente la UNESCO. Como sabemos, ahora se habla de educación para el desarrollo sustentable (EDS) y apenas en diciembre pasado se concluyó la década que se había destinado a impulsar la EDS en el mundo.
Lo cierto es que la educación ambiental sigue siendo una necesidad. Lo vemos todos los días alrededor nuestro. Más en nuestro país, donde la Secretaría de Educación Pública nunca ha manifestado un fuerte interés en este tema, aunque haya sido mencionado en varios planes de gobierno y programas sectoriales.
Ha habido avances sin duda. Durante años se trabajó en el fortalecimiento de los libros de texto gratuito de la educación básica; se han ofrecido cursos de capacitación a los maestros en servicio; se han promovido las fechas ambientales, aunque no precisamente ésta, dentro del calendario escolar, entre otros logros. Conseguidos sobre todo gracias a una colaboración entre la SEP y la Semarnat que sobrevivió tres sexenios, mediante un acuerdo que se ratificaba al principio de cada uno.
Como podrán suponer, en este sexenio no se ratificó. ¿Por qué? Tampoco lo sé. Aunque debe haber sido porque el Partido Verde llegó a ocupar la Semarnat. Y lo digo porque, eso sí lo sé, el actual Secretario suprimió el Consejo Nacional de Educación Ambiental y mantiene al centro que antes se ocupaba de impulsar el tema en el país, el Cecadesu, al borde de la extinción.
La educación ambiental tiene como uno de sus principales objetivos crear conciencia y desarrollar capacidades entre la gente y particularmente en el gobierno de la necesidad de participar para proteger la calidad del ambiente. Y ahí, en esto último, es donde no vemos absolutamente ningún progreso. Es más, vemos significativos retrocesos.
Las actuales políticas gubernamentales preocupadas por el inaccesible crecimiento económico, han sacrificado entre otras cosas lo que se había conseguido en materia de política ambiental. Sólo dos ejemplos. La minería a cielo abierto y la explotación de hidrocarburos, sobre todo los llamados no convencionales, extraídos mediante la técnica conocida como fracking, están ocasionando graves problemas de contaminación del suelo, del agua, pérdida de biodiversidad, y muchos etc. y ni siquiera están resolviendo el problema económico de las comunidades. Todo lo contrario.
¿Sabe Ud. si todavía existe la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente? Yo no. Al menos no se nota. Nunca se publica nada sobre ella, aunque debe haber quienes cobran esos sueldos.
Así que llegamos a esta celebración del Día Mundial parafraseando a los clásicos: pobre educación ambiental, tan lejos de la SEP y tan cerca del Partido Verde.  


[1] Publicado en la Jornada Veracruz, el lunes 26 de enero de 2015. http://www.jornadaveracruz.com.mx/Nota.aspx?ID=150126_042237_517
[2] Coordinador la Cátedra UNESCO – UV “Ciudadanía, Educación y Sustentabilidad Ambiental del Desarrollo”. http://edgargonzalezgaudiano.blogspot.mx

martes, 6 de enero de 2015

No podemos permitirlo

No podemos permitirlo[1]

Edgar J. González Gaudiano[2]

Después de casi un mes alejado del país por asuntos académicos primero y luego familiares, regreso a enfrentarme con la crítica situación que estamos viviendo. Intuía, como muchos, que era equivocada la apuesta del gobierno de la república de que con las fiestas de navidad y fin de año se desvanecería el malestar social existente.
He seguido desde la distancia la rala cobertura mediática de la protesta. El hecho mismo de continuar apareciendo en los medios es un signo evidente de su vigencia, puesto que la prensa en general ha jugado del mismo lado que el gobierno. Han sido las redes sociales y principalmente la prensa crítica electrónica las que han mantenido interés en el tema.
He reflexionado mucho sobre eso a lo largo de estas semanas. ¿Por qué lo del crimen atroz de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa ha sido tan excepcional? No lo fue el caso de los 49 niños que murieron y los 76 heridos en el sospechoso incendio de la guardería ABC en Hermosillo, Sonora, en 2009; ni la masacre de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, en 2010. Por poner sólo como ejemplo, otros dos incidentes terribles entre otros muchos, que han quedado en la abyecta impunidad.
Hemos asumido como explicación la metáfora de la gota que derramó el vaso. Pero, vamos, habrán de coincidir conmigo en que hay algo más. El asunto ha sido un hito fundamental y tiene que ver con nosotros como sociedad.
Este crimen de los estudiantes al fin nos devuelve una imagen espantosa de nosotros mismos, que no acabamos de comprender; que nos desconcierta. Una imagen de hasta dónde hemos llegado; hasta dónde hemos permitido que llegaran las cosas y el pánico que nos produce la imagen previsible si no intervenimos para cortar de raíz esta tendencia febril en la que se encuentran implicados el poder económico y el poder político en una alianza perversa que nos tiene engullidos. El crimen de Ayotzinapa ha obrado de espejo. ¿Qué lecciones hemos de aprender de lo que estamos viviendo? ¿Qué significados hemos de extraer? ¿Cómo evitaremos que ese crimen sea escondido bajo la alfombra y olvidado como tantos otros, para no alterar el estado de cosas imperante?
El gobierno de la república y los poderes legislativos y judicial dominados por el sistema de partidos no han entendido la peculiaridad del caso. Le han dado por tanto el mismo tratamiento de siempre. Declaraciones de que se actuará hasta las últimas consecuencias, caiga quién caiga. Que se aplicará todo el rigor de la ley. Anunciando algunas medidas que más tarde no se verán obligados a cumplir, etcétera. Apostando a que la crispación social del momento, como ha ocurrida antes, simplemente desaparezca; a que la turbulencia vuelva a decantarse y las cosas puedan seguir su curso usual. El país en el que no pasa nada, aunque estemos hundidos en la mierda.
Por eso a nadie le importa si los esposos Abarca son sentenciados o no. Pese a los erráticos esfuerzos que la PGR hace para que aceptemos una narrativa de los sucesos concentrando la responsabilidad principalmente en ellos, lo que nos preocupa es de otro orden de magnitud; no se trata de un cáncer localizado, sino de la metástasis en un cuerpo social gravemente enfermo.
No logro entender cabalmente el proceso que nos ha llevado a acumular tanta indiferencia por los demás, por nosotros mismos. Me aterra nuestro desapego por lo verdaderamente importante. Estamos inmunizados contra el sufrimiento ajeno. Anestesiados por la frivolidad. Es como pretender cambiar la realidad, cambiando de canal. Simplemente fingimos que no existe; que no nos afecta. ¿Que cosa tan terrible nos ha ocurrido para estar alienados a tal grado?
No puede ser que estemos tan mal que las instituciones del Estado mexicano estén impávidas ante los asuntos de la casa blanca y la casa de campo.
No puede ser que no exista capacidad de escrutinio público para enfrentar la podredumbre que se observa en el comportamiento de varios gobernadores, que están endeudando a sus estados para disponer de recursos para sus negocios ilícitos. Que continúen los Tlatlaya, los Ficrea, los miles de desaparecidos. Que se exonere, precisamente en este momento, a Raúl Salinas. Que admitamos vivir resignadamente con la violencia sistémica que nos agrede.
No puede ser que aceptemos sin más nuevas elecciones para renovar representantes y autoridades que son más de lo mismo. Que sigamos creyendo en promesas vacías; permitiendo la gestión del hambre para vendernos tan barato como una despensa.
No puede ser que volvamos a dejar pasar otra oportunidad para ser mejores como sociedad, eliminando los parásitos que se encuentran infestando los órganos de nuestra república.
¿Qué debemos hacer para lograr estos cambios trascendentes? Honestamente, no lo sé. Pero sí sé que quisiera ser parte de la urgente búsqueda colectiva de respuestas porque, a pesar de todo, sigo convencido del poder que habita en nosotros para cambiar las cosas.




[1] Publicado en La Jornada Veracruz, el lunes 5 de enero de 2015.
[2] Coordinador la Cátedra UNESCO – UV “Ciudadanía, Educación y Sustentabilidad Ambiental del Desarrollo”. http://edgargonzalezgaudiano.blogspot.mx