viernes, 29 de abril de 2016

Fatiga por compasión*

Edgar J. González Gaudiano**

La enorme cantidad de casos de gente ejecutada, desaparecida, extorsionada, secuestrada y amenazada que ocurre todos los días en el país está produciendo fenómenos que no nos habíamos siquiera imaginado. Esa geografía del crimen que no nos abandonará en mucho tiempo: Ayotzinapa, Tlatlaya, Apatzingán, Tanhuato, San Fernando, Allende y Ostula por citar sólo unos cuantos ejemplos, dan cuenta de una situación terrible que en otros lugares del mundo no entienden cómo podemos permitir.
Tal exceso de víctimas en México ha adquirido un inconcebible estatus de normalidad que cada vez nos impacta menos. Sólo cambiamos de canal.
Ese fenómeno psicológico ha sido definido como fatiga de compasión o desgaste por empatía. Refiere a la condición de estrés que deriva de una constante exposición a casos de sufrimiento y que se caracteriza por un agotamiento físico, emocional y mental a causa de estar involucrado en situaciones emocionalmente demandantes durante un tiempo prolongado. Según el semanario Zeta, en el sexenio de Felipe Calderón se documentaron 83 mil 191 ejecuciones, mientras que en lo que va del gobierno de Enrique Peña Nieto se cuentan 57 mil 410; una tendencia que de mantenerse alcanzará a lo largo de esta administración cerca de 130 mil homicidios. Más muertos en el país que en las guerras de Irak y Afganistán juntas entre 2007 y 2015.
Sin embargo, por esa fatiga de compasión, mientras más información de ese horror recibimos de los medios, a pesar del dizque cambio de narrativa impuesto en esta administración, más impotentes e inermes nos sentimos, menos capaces de producir un cambio, menos resilientes a superar las situaciones adversas.
Ese estado de parálisis que nos produce indiferencia y falta de solidaridad es la combinación perfecta para el sistema, pues a pesar de que nuestra calidad de vida disminuye a pasos agigantados, mientras más atropellos e infamias recibimos todos los días del grupo en el poder, más lejana se ve la rebelión y la protesta, justo cuando más se necesitan.
No podemos simplemente entretenernos y aislarnos en nuestras vidas, en nuestras ocupaciones, frente a la debacle que se cierne sobre nosotros. Tenemos que encontrar nuevas energías para encarar con decisión este desafío, para indignarnos, para reclamar justicia, para exigir rendición de cuentas, solidarizándonos con los que sufren, con los hambrientos, con los afligidos, con aquellos que andan excavando fosas para encontrar los restos de sus seres queridos que súbitamente desaparecieron; crímenes de los que cínicamente nadie se hace cargo.
Las próximas elecciones son un buen momento para comenzar a inducir ese cambio, pero no basta, hay que ir por más.

*Publicado en La Jornada Veracruz el viernes 29 de abril de 2016.
**Académico del Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana.

lunes, 11 de abril de 2016

La universidad secuestrada*

Edgar J. González Gaudiano**

La crisis generada por la retención ilegal del subsidio de la Universidad Veracruzana sigue produciendo crecientes problemas al interior de la institución. Suman más de 2,300 millones los que se adeudan, ya que a la cantidad original en la demanda interpuesta se añade el hecho de que el gobierno del estado no ha entregado las aportaciones correspondientes a lo que va de 2016 (o al menos no hemos sido enterados de lo contrario). Esto está afectando fuertemente las actividades de docencia, investigación y difusión cultural de la universidad, sin obtener respuesta alguna del mendaz gobierno estatal y tampoco del federal, más preocupado por una reforma educativa que no termina de cuajar.
La única explicación de ese silencio responde con seguridad a un cálculo electorero, ya que han de haber estimado que resultará más barato políticamente hablando, retrasar juicios políticos, destituciones y fincamiento de responsabilidades hasta después de las elecciones de junio, que tomar esas necesarias medidas ahora. Creo que se equivocan y pronto se darán cuenta.
De esa exorbitante cantidad de deuda no me preocupan tanto las aportaciones que el gobierno del estado no he entregado al Sistema de Administración Tributaria (SAT), que son como mil millones, porque todos los trabajadores de la Universidad tenemos forma de demostrar que esos descuentos nos fueron aplicados con oportunidad. Tendría que ser el SAT quien debiese estar reclamando esa seria anomalía, pero ya sabemos que las normas, leyes y reglamentos se aplican selectivamente, como seguramente ocurrirá con los 33 que aparecen en los Papeles de Panamá. No veo al gobierno de Peña Nieto aplicando la ley de a de veras por evasión fiscal o delitos financieros al dueño de Higa, a Televisión Azteca o a Televisa. Podrían tal vez hacer una pantomima de sanción y luego devolverles la multa, como ha ocurrido recurrentemente.
Hace poco nos enteramos que el gobierno del estado de Veracruz había cambiado a su coordinador general de comunicación social, como si el problema fuera de comunicación. Se ven, a reserva de que se califiquen judicialmente, delitos de defraudación, injusticia, falta de transparencia y rendición de cuentas, de peculado, de corrupción e impunidad (solo en lo que respecta al problema con la UV). Intentar disfrazar esto mediante comunicados de prensa y control de medios me parece una tarea harto difícil para el nivel que ha adquirido la situación con la UV y con muchos otros acreedores.
Mientras tanto la Universidad Veracruzana es rehén de una situación que no se merece, en la que las tareas de gestión y dirección en este momento se han convertido en una ‘verdadera cruz’ para poder mantener algunos procesos académicos a flote.
¿Seguirán las cosas como ahora hasta después de las elecciones?
No lo sé, pero hay muchos riesgos si consideran que podrán mantener esta calma chicha que precede a una gran tormenta. Lo cierto es que tanto el gobierno estatal como el federal son patos cojos, que no sólo no caminan sino que ciertamente no acaban de entender que no entienden por qué no caminan.

*Publicado en La Jornada Veracruz el lunes 11 de abril de 2016.
**Académico del Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana.