lunes, 29 de mayo de 2017

Formación de Ciudadanía*

Edgar J. González Gaudiano**

Cada vez que aparecen nuevos retos sociales se piensa en la educación. De ese modo han surgido nuevas áreas pedagógicas dirigidas a educar a las personas de acuerdo con ciertas necesidades consideradas socialmente relevantes. Así, ahora tenemos a la educación ambiental, la educación intercultural, la educación en equidad de género, la educación para los derechos humanos y la educación para el ejercicio de la democracia, entre varias otras.

La crisis del sistema de partidos políticos y los numerosos casos de corrupción han hecho sentir la necesidad de impulsar procesos de formación de ciudadanía. Una ciudadanía calificada para participar, para vigilar y para exigir el cumplimiento del estado de derecho sin distingos y discrecionalidades. Una ciudadanía activa que nos permita funcionalmente gobernar nuestras vidas, a partir de criterios propios orientados a superar las profundas desigualdades en el ejercicio de nuestros derechos y en el cumplimiento de nuestras obligaciones ciudadanas.

Un problema en esta aspiración de cambio social es que la estrategia se plantea siempre como un proceso curricular. Es decir, un cambio inducido desde la escuela sin comprender que una transformación cultural de esta magnitud y complejidad requiere verse como un proceso social. Este proceso de cambio no obtendrá buenos resultados mientras los gobiernos, los jueces, los líderes empresariales y sindicales, no practiquen los valores que se desean promover. De ahí que un poderoso recurso de la pedagogía social sea demostrar con penalidades ejemplares que verdaderamente nadie está por encima de la ley, máxime cuando se trate de aquellos que deben velar por su cumplimiento.

Mientras la impunidad campee, como ocurre ahora, entre quienes ejercen diversas formas de poder institucional, no habrá programa político que vaya más allá de las declaraciones grandilocuentes. Decía Eduardo Galeano en su libro Patas arriba: la escuela del mundo al revés: "La impunidad premia el delito, induce a su repetición y le hace propaganda, estimula al delincuente y contagia su ejemplo".
Esta reveladora idea nos recuerda el añejo pero certero adagio pedagógico de que se educa (o deseduca) más por el ejemplo que por el precepto". La consigna característica de la política mexicana de que "un político pobre es un pobre político", y aquélla "el que no transa no avanza", han gestado representaciones convertidas en práctica social generalizada.

Dice Mercedes Oraisón que es en lo simbólico donde se dirimen las identificaciones y posicionamientos que abren o clausuran las posibilidades de acción ética, moral y política de los sujetos. Por ello es que la corrupción y la impunidad, al convertirse en moldes normativos que se enarbolan con desfachatez, han dotado de un sentido perverso al comportamiento social y se han incorporado a la dimensión simbólica que define la visión del mundo, sobre todo de muchos jóvenes.

Nada mejor que lo que sucede en el actual proceso electoral para confirmar que efectivamente necesitamos construir una ciudadanía que pueda construir las condiciones para combatir la anomia social resultante del quebranto de los valores éticos de la sociedad mexicana. Tres rasgos generales caracterizan el momento que vivimos: gastos ilegales y obscenos para comprar el voto (sobre todo en el estado de México) y subvertir el proceso, autoridades electorales complacientes y cómplices, y una sociedad indolente y apática incapaz de superar el fatalismo de que no se puede alterar el fondo de esta realidad que nos oprime y somete.

Parafraseando el epígrafe del libro de Galeano: Si el país está, como ahora, patas arriba, ¿no habría que darle vuelta, para que pueda pararse sobre sus pies?


Por eso mi voto estará con Morena y en el caso de Xalapa, con Hipólito Rodríguez. Les invito a votar en este mismo sentido si verdaderamente tenemos la intención de que se dejen de negociar nuestros derechos políticos y sociales como si fuesen mercancías ofrecidas al mejor postor.

*Artículo publicado en La Jornada Veracruz el 29 de mayo de 2017.
**Académico del Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana.

Xalapa: ciudad educadora*

Edgar J. González Gaudiano**


Xalapa es una ciudad magnífica, pero severamente descuidada. Con un crecimiento anárquico y sujeto a la especulación inmobiliaria, graves problemas de tránsito, inseguridad, contaminación y deterioro ambiental y una carencia sensible de oportunidades de empleo y desarrollo social, entre otros problemas que se padecen, nuestra ciudad languidece ante la ineficiencia, la corrupción y las políticas clientelares características de los gobiernos locales de las tres últimas décadas.

Nos encontramos en pleno proceso para la renovación de los gobiernos municipales en todo el estado de Veracruz y hemos estado escuchando toda suerte de promesas, las más dirigidas como siempre a capturar el voto ciudadano, aunque constituyan una oferta política que suele incumplirse una vez que se ha ganado el poder. La ausencia precisamente de una ciudadanía empoderada capaz de exigir sus derechos, ha contribuido al cínico abuso que observamos y al deterioro institucional.

Se habla todo el tiempo de participación ciudadana como condición básica del desarrollo, pero se trata de un concepto manoseado y desgastado por los partidos políticos convencionales, por lo que nadie sabe a qué se alude cuando se habla de él. Saber participar implica poseer capacidades para la participación y éstas solo se adquieren mediante la educación. Es de aquí que surge la idea de ver a las ciudades no sólo como espacios donde ocurren acciones educativas, sino como agentes educadores. La Carta de las Ciudades Educadoras comienza diciendo que: "Hoy más que nunca la ciudad, grande o pequeña, dispone de incontables posibilidades educadoras, pero también pueden incidir en ella fuerzas e inercias deseducadoras". ¿No creen que estamos viviendo cada vez más bajo fuerzas e inercias deseducadoras?

Dice Alicia Cabezudo (2010) que desde una perspectiva de políticas públicas educativas, la ciudad puede entenderse a partir de tres dimensiones distintas aunque complementarias entre sí: Ver a la ciudad como objeto de conocimiento (aprender la ciudad); verla como trama social en la que se producen acontecimientos sociales (aprender en la ciudad) y verla como recurso de aprendizaje (aprender de la ciudad).

Esas tres dimensiones solo pueden cumplirse plenamente si de manera deliberada se fortalece el tejido social y su potencial educativo, a través de políticas públicas pedagógicas de los gobiernos locales que prioricen la inversión cultural y la formación permanente de la población. Todo esto orientado a impulsar una mejor convivencialidad que nos permita desarrollar las capacidades requeridas para una mejor gestión de la vida pública de acuerdo con nuestras necesidades y anhelos de cambio social.

Xalapa tiene todo el potencial para convertirse en una ciudad educadora, no sólo por la confluencia de circunstancias muy favorables como la de ser la principal sede de la Universidad Veracruzana y de otras instituciones de educación superior, sino por poseer una añeja tradición cultural que no ha sido bien aprovechada para aprender la ciudad, aprender en la ciudad y aprender de la ciudad. Sus dimensiones son todavía de una escala humana que hace propicia la interacción de calidad y el disfrute de la ciudad como espacio público.

El rasgo de ciudad educadora podría ser el mejor emblema para promover programas de turismo cultural y proporcionar con ello un aliento a su deprimida economía, para fortalecer la identidad xalapeña y el sentido de pertenencia, el valor social de su patrimonio histórico y cultural, así como para recuperar tradiciones y costumbres, formas de organización y prácticas cívicas que estamos viendo desvanecerse.

Xalapa puede entonces convertirse en un agente educador para impulsar la participación ciudadana en defensa de una vida urbana de calidad, que nos conduzca a cumplir con nuestras responsabilidades, pero también a saber cómo exigir que las autoridades cumplan con las suyas.

Por todo ello es importante asistir a la Presentación de la Agenda Ciudadana 2018-2022 para Xalapa, el próximo martes 23 de mayo a las 17 horas en el IMAC Xalapa.


Necesitamos volver a recuperar la ciudad para nosotros.

*Artículo publicado en La Jornada Veracruz el 19 de mayo de 2017.
**Académico del Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana.