miércoles, 11 de julio de 2018

                                 Xalapa: ciudad educadora*

                                                                                                        Por Edgar J. González Gaudiano**


Xalapa es una ciudad magnífica, pero severamente descuidada. Con un crecimiento anárquico y sujeto a la especulación inmobiliaria, graves problemas de tránsito, inseguridad, contaminación y deterioro ambiental y una carencia sensible de oportunidades de empleo y desarrollo social, entre otros problemas que se padecen, nuestra ciudad languidece ante la ineficiencia, la corrupción y las políticas clientelares características de los gobiernos locales de las tres últimas décadas.
Nos encontramos en pleno proceso para la renovación de los gobiernos municipales en todo el estado de Veracruz y hemos estado escuchando toda suerte de promesas, las más dirigidas como siempre a capturar el voto ciudadano, aunque constituyan una oferta política que suele incumplirse una vez que se ha ganado el poder. La ausencia precisamente de una ciudadanía empoderada capaz de exigir sus derechos, ha contribuido al cínico abuso que observamos y al deterioro institucional.
Se habla todo el tiempo de participación ciudadana como condición básica del desarrollo, pero se trata de un concepto manoseado y desgastado por los partidos políticos convencionales, por lo que nadie sabe a qué se alude cuando se habla de él. Saber participar implica poseer capacidades para la participación y éstas solo se adquieren mediante la educación. Es de aquí que surge la idea de ver a las ciudades no sólo como espacios donde ocurren acciones educativas, sino como agentes educadores. La Carta de las Ciudades Educadoras comienza diciendo que: "Hoy más que nunca la ciudad, grande o pequeña, dispone de incontables posibilidades educadoras, pero también pueden incidir en ella fuerzas e inercias deseducadoras". ¿No creen que estamos viviendo cada vez más bajo fuerzas e inercias deseducadoras?
Dice Alicia Cabezudo (2010) que desde una perspectiva de políticas públicas educativas, la ciudad puede entenderse a partir de tres dimensiones distintas aunque complementarias entre sí: Ver a la ciudad como objeto de conocimiento (aprender la ciudad); verla como trama social en la que se producen acontecimientos sociales (aprender en la ciudad) y verla como recurso de aprendizaje (aprender de la ciudad).
Esas tres dimensiones solo pueden cumplirse plenamente si de manera deliberada se fortalece el tejido social y su potencial educativo, a través de políticas públicas pedagógicas de los gobiernos locales que prioricen la inversión cultural y la formación permanente de la población. Todo esto orientado a impulsar una mejor convivencialidad que nos permita desarrollar las capacidades requeridas para una mejor gestión de la vida pública de acuerdo con nuestras necesidades y anhelos de cambio social.
Xalapa tiene todo el potencial para convertirse en una ciudad educadora, no sólo por la confluencia de circunstancias muy favorables como la de ser la principal sede de la Universidad Veracruzana y de otras instituciones de educación superior, sino por poseer una añeja tradición cultural que no ha sido bien aprovechada para aprender la ciudad, aprender en la ciudad y aprender de la ciudad. Sus dimensiones son todavía de una escala humana que hace propicia la interacción de calidad y el disfrute de la ciudad como espacio público.
El rasgo de ciudad educadora podría ser el mejor emblema para promover programas de turismo cultural y proporcionar con ello un aliento a su deprimida economía, para fortalecer la identidad xalapeña y el sentido de pertenencia, el valor social de su patrimonio histórico y cultural, así como para recuperar tradiciones y costumbres, formas de organización y prácticas cívicas que estamos viendo desvanecerse.
Xalapa puede entonces convertirse en un agente educador para impulsar la participación ciudadana en defensa de una vida urbana de calidad, que nos conduzca a cumplir con nuestras responsabilidades, pero también a saber cómo exigir que las autoridades cumplan con las suyas.
Por todo ello es importante asistir a la Presentación de la Agenda Ciudadana 2018-2022 para Xalapa, el próximo martes 23 de mayo a las 17 horas en el IMAC Xalapa.
Necesitamos volver a recuperar la ciudad para nosotros.
*Artículo publicado en La Jornada


Optimismo trágico en el cambio de régimen[1]

Edgar J. González Gaudiano[2]

Los resultados de la pasada contienda electoral en México fueron sorprendentes. Para unos por el resultado en sí, para otros por su contundencia. Hace seis años, cuando el PRI regresó al poder, algunos pensábamos que sería sumamente complicado volverlo a sacar. El fracaso de los dos sexenios panistas, la ausencia de un fuerte liderazgo antagónico y la cooptación del PAN y el PRD, que se adhirieron al Pacto por México, entre otros factores, nos hacía pensar lo peor. De ese modo, Peña Nieto logró posicionarse como el gran  transformador que movería a México de su atávico rezago.
Sin embargo, en menos de 50 meses, Andrés Manuel López Obrador, un persistente luchador social, registró un nuevo partido –MORENA-; hizo un recorrido que puede calificarse como épico por todo el país; construyó alianzas que respaldaron su liderazgo –algunas por cierto muy cuestionadas por muchos, entre los que me incluyo-; explotó en beneficio de su movimiento -como lo hiciera Hernán Cortés- las rivalidades y pugnas locales, logrando un triunfo que apenas estamos asimilando en toda su magnitud.
Los retos de su gobierno serán enormes. En primer lugar por la complejidad del momento que vivimos: una deuda que recorta significativamente los grados de libertad de la reorientación presupuestal; una delincuencia sin control en numerosos lugares de la geografía nacional; un descrédito generalizado de las instituciones del Estado en materia de justicia, capacidad y responsabilidad de operación, así como un entorno internacional poco favorable sobre todo con la hostilidad del gobierno de Estados Unidos, por mencionar sólo algunas de las áreas que considero más críticas.
En segundo lugar, los desafíos serán mayúsculos por las enormes expectativas de cambio que se despertaron en la sociedad, sobre todo entre los grupos y sectores que han vivido un proceso continuo de desposesión. Estas expectativas presionarán para que en plazo corto se vean resultados de esa “cuarta transformación de México” recuperando un maltrecho estado de derecho y justicia social, combatiendo efectivamente la corrupción y la impunidad, haciendo una reingeniería institucional, así como relanzando el potencial económico sin continuar dañando el ambiente, pueblos y ecosistemas debido al modelo extractivista que impulsaron los gobiernos neoliberales.
Se ve difícil desde todos los puntos de vista. Pero peor sería no intentarlo y para lograr los mejores resultados posibles tendremos que sumarnos sin mezquindades, pero atentos para alertar de desviaciones que reproduzcan las prácticas que conocemos bien, sobre todo ante la falta de contrapesos democráticos.
López Obrador tiene el beneficio de mi duda, pero soy cauto y estoy consciente de que la superación de los obstáculos será una batalla que habrá de librarse todos los días. En este sentido es que recupero la noción de optimismo trágico de Boaventura de Sousa Santos (2009), entendida como la aguda conciencia de las dificultades y las luchas por la emancipación que no sean fácilmente cooptables por la regulación social dominante, pero con la inquebrantable confianza en la capacidad humana para superar dificultades y crear horizontes potencialmente infinitos dentro de límites asumidos como insuperables.
No podemos ser pesimistas frente al escenario que se presenta ante nosotros, por incierto que parezca. Mucha gente ha recuperado la esperanza de cambio social. Ahora habrá que encauzarla en una acción política que ayude a definir mejor la trayectoria que empezaremos a recorrer en breve para alcanzar por lo que se ha luchado.
Espero con ansias el 50 aniversario del 2 de octubre en este soleado políticamente panorama nacional.  


[1] Publicado en La Jornada Veracruz, el miércoles 11 de julio de 2018.
[2] Investigador Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana. edgargonzalezgaudiano.blogspot.mx

miércoles, 11 de abril de 2018


Cifuentes y Fidel, las semejanzas*


Por Edgar J. González Gaudiano**



Cristina Cifuentes, la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid –algo así como el Jefe de Gobierno de la CDMX– está en la cuerda floja porque obtuvo el grado de Máster en Derecho Autonómico de la universidad pública Rey Juan Carlos gracias a sus influencias políticas y no a su desempeño académico. Según publicó el portal eldiario.es el 21 de marzo, Cifuentes se matriculó en 2011/2012 en ese posgrado y le quedaron pendientes dos asignaturas, entre ellas la del trabajo final, o "recepcional", como se le llama en la jerigonza universitaria veracruzana. Con una consulta a la web, el periódico digital se enteró de que "…una funcionaria de otro campus entró en el sistema en 2014 y cambió los dos ‘No presentado’ a ‘Notable’… La funcionaria dice que si lo cambió es porque se lo ordenó un profesor. La Universidad sigue investigando. Cifuentes defiende que todo es legal y que aprobó porque se examinó de nuevo en 2014, aunque no hay rastro en los registros", ni de los pagos por inscripción en 2014, ni del trabajo escrito, similar a una tesis, que debió presentar y defender para obtener el grado; dice Cifuentes haberlo perdido y olvidado su contenido.
Por cierto, eldiario.es recuerda que "…La Rey Juan Carlos es la misma universidad que dirigía Fernando Suárez, rector hasta 2017, cuando tuvo que convocar elecciones por el escándalo desvelado por este portal, de la decena de plagios que había hecho antes y durante su rectorado".
En su editorial, el periódico madrileño El País señaló el pasado miércoles 4 de abril, después de la comparecencia ante la Asamblea de la Comunidad: "Cristina Cifuentes se ha parapetado, según todo parece indicar, en una mentira para mantener su puesto al frente de la Comunidad de Madrid. Quizá ella no falseó ninguna firma y ningún documento para demostrar que sí cursó y superó un máster de posgrado en una universidad pública, pero el miércoles, en la Asamblea madrileña y ante los electores, proclamó con altanería que el título que figuraba en su currículo académico era ‘perfectamente real y legal’. Una profesora, la presidenta del supuesto tribunal que la examinó, ha reconocido que no firmó el acta. Hubo, por tanto, un delito de falsificación de documento público que la fiscalía ahora evaluará. Si ella no falsificó nada, Cifuentes tendrá al menos que explicar de dónde sacó el acta que tan orgullosa exhibió y por qué estaba tan segura de su legalidad".
El Partido Popular ha salido a defender a su dirigente y militante distinguida diciendo que todo es una intriga de un diputado socialista. Quizás exista tal intriga, pero esta se desarrolla sobre un cúmulo de irregularidades que ni Cifuentes ni la Universidad han podido explicar. No sólo eso, sino que las sospechas se ahondan porque Wikipedia indica que Cifuentes "…Formó parte de órganos de gobierno de diversas entidades educativas como el Consejo de Universidades de la Comunidad de Madrid (1998-2000), la Comisión de Planificación y Coordinación del Consejo Universitario de la Comunidad de Madrid (1998-2000), el Consejo de Administración de la Universidad Rey Juan Carlos (1996-2000), y el Consejo Escolar de la Comunidad de Madrid (2000-2001)…" Es decir, que la presidenta, además de ser una política destacada, se ha movido en la alta gestión universitaria española.
Esta historia de un título universitario fraudulento que nos llega del otro lado del Atlántico, hace recordar varios casos mexicanos: José Córdoba Montoya fue el falso doctor del salinato y Fausto Alzati del zedillismo. En diciembre de 1994, el diario Reforma informó que Alzati sólo había concluido la maestría aunque se firmaba como doctor. El propio Alzati confesó no haber concluido una licenciatura ni un doctorado, aunque sí una maestría, y en su defensa se comparó con dos ex secretarios de Educación de renombre: Torres Bodet y Vasconcelos. Finalmente renunció a la SEP. No le valió haber encabezado en el Conacyt –entre 1988 y 1994– una dirección exitosa que impulsó la descentralización de la actividad científica y disminuyó el gasto administrativo de 49 a 5 por ciento del presupuesto.
Fidel Herrera, sobrado de amanuenses durante su sexenio como gobernador, obtuvo la maestría y el doctorado. En octubre de 2010 compareció ante un tribunal a modo para doctorarse en Derecho Público, acción que meses después llevó a los evaluadores del Conacyt a retirar el reconocimiento de calidad a ese doctorado de la Universidad Veracruzana.
En aquella ocasión, junto con Édgar González Gaudiano escribimos lo siguiente, que bien podría aplicarse al caso Cifuentes: "… El trabajo académico debe soportarse en la honestidad intelectual de profesores y estudiantes… La otra cara de la moneda son los obsequiosos grupos seudoacadémicos que con lisonjas y adulaciones, haciendo caso omiso de reglamentos de asistencia y de cumplimiento de la vida académica, regalan grados o los cambian por prebendas. Se desprestigian ellos, pero en su desprestigio arrastran a la institución que deberían defender. La toga y el birrete pasan de investidura a disfraz o caricatura; los actos académicos se convierten en farsa. No es un ejercicio de contraste de ideas sino de autoritarismo del sustentante, que no fue alumno ni estudiante, sino dador de gracias".

*Artículo publicado en La Jornada el 11 de abril de 2018.

**Académico del Instituto de Investigaciones Educativas de la Universidad Veracruzana.

martes, 13 de marzo de 2018


El año que vivimos en peligro[1]

Edgar J. González-Gaudiano[2]

Nadie puede negar la profunda crisis de partidos políticos que se vive en México. El descrédito y la insolvencia ideológica pululan en todo el espectro político. No es un fenómeno nuevo, pero ha adquirido mayores y nuevas dimensiones en el actual sexenio, ante las crecientes evidencias de descomunales fraudes a la hacienda pública y la urdimbre de complicidades que cada vez menos pueden ocultarse, sobre todo gracias a las auditorías oficiales y filtraciones que se difunden a través de redes sociales y medios no convencionales.
La campaña contra Ricardo Anaya, independiente de si tiene sustento o no, tiene la clara intención de desprestigiarlo ante la opinión pública a la luz de las próximas elecciones, empleando para ello a las instituciones de procuración de justicia. Pero lo que hace la PGR en este caso, resulta completamente irrelevante frente a lo que no hace, cuando se conocen numerosos asuntos en los  que presuntamente se han cometido faltas graves pero que se simulan investigar o de plano son ignorados.
Tales son los recientes casos de los gobernadores impunes y los que están en proceso pero sin que se ejecuten todas las órdenes de aprehensión, la estafa maestra y las nuevas acusaciones de desvíos contra Rosario Robles, el  socavón y el turbio desempeño de Ruiz Esparza, el extendido caso de Odebrech que tiene en prisión a funcionarios y políticos de otros países latinoamericanos pero aquí el expediente se encuentra congelado (se removió al fiscal de delitos electorales porque se atrevió a investigar a Odebrecht y los gobiernos de Veracruz, Chihuahua y Estado de México por su vinculación con el financiamiento de la campaña presidencial de 2012). Tenemos también las transas en PEMEX, el robo de combustible en los ductos, las aduanas, entre muchos etcéteras, sin contar con el espionaje a civiles, las desapariciones forzadas, los cotidianos feminicidios y los crímenes contra periodistas.
En este marco de inédito deterioro institucional, el sistema nacional anticorrupción surgido de un clamor social no termina de instalarse y de hacerlo nacerá discapacitado. Los candidatos a ocupar los cargos son exfuncionarios de las mismas instituciones a las que se investigará o políticos que en algún momento han estado implicados en denuncias. El asunto es que no se nombran los fiscales que investigarán no solo la corrupción, están pendientes las designaciones de magistrados y comisionados del INAI e incluso la PGR se encuentra sin titular. Una parálisis premeditada que da fe del desastre generalizado de corrupción con su siamesa la impunidad.
Como una de sus consecuencias, el índice de aprobación a nivel nacional de Peña Nieto es de apenas 20%, muy bajo para encarar favorablemente una campaña. También a nivel internacional hay un gran desgaste pues el Índice Global de Corrupción para 2017, México se encuentra en el sitio 135 de 180 países evaluados, con apenas 29 unidades; muy distante del promedio mundial que es de 43.
¿Cómo fue que llegamos hasta aquí? La respuesta es un campo fecundo de causas imbricadas en las que prácticamente nadie queda exento, incluyendo a gran parte de la ciudadanía que sufre por ello. Pero hay responsabilidades específicas mucho muy diferenciadas. Por más negativo que sea, no es igual de responsable el ciudadano que se presta a una mordida, que el funcionario que acepta un soborno para hacerse de la vista gorda en alguna cuestión que va en contra del bien común, o el diputado que legisla para complacer a grupos de interés, o el juez que  libera a delincuentes por razones en metálico (plata o plomo) o el empresario que vierte sus residuos tóxicos al drenaje.
¿Cuál ha sido la responsabilidad de los partidos políticos convencionales en este deterioro? Ha habido desde luego un punto de partida; un ente corruptor de origen que consideró que si convertía a todos en corruptos nadie podría imputarle nada a quien tuviera pruebas de su involucramiento. Ahí es donde aparecen los moches, las prebendas, los negocios sucios con autoridad omisa, los privilegios inmerecidos, las canonjías,  los sobresueldos, compensaciones, bonos, gratificaciones y demás formas de pervertir. Se premia y se castiga. De este modo, el PRI ha creado una maraña de complicidades en la que muchos están embarrados. Unos más que otros pero en la misma canasta. Así era sencillo sacar las reformas mediante pactos; así se hizo posible anunciar que ahora sí “vamos a mover a México” porque “nosotros sí sabemos gobernar”.
El PAN perdió su oportunidad histórica. No supo qué hacer con el poder. Fox por su ignorancia, su indolencia y su señora. Calderón por sus rencillas, alcoholismo y necedad. A ambos los hicieron desbarrancar. El corporativismo no había sido desmantelado y fue fácil para el PRI aliarse con poderes fácticos de todo tipo que hicieron lo de siempre: lucrar en su beneficio a costa de lo que sea y de quien sea, así como ocupar los vacíos que dejaba la falta de oficio. Los cárteles infiltraron como humedad el edificio de la nación. Ahora Anaya se dice víctima de una guerra en la que combatía hasta hace poco en la orilla opuesta. Margarita afirma que ella es la efectiva, que de llegar sí hará lo que no supo o no quiso hacer su conyugue, quien por calcular su propia conveniencia devolvió el poder al PRI.
El PRD o lo que queda de él, ha copiado ad nauseam las artimañas de sus adversarios; además de sus particulares procesos como las recurrentes batallas entre tribus y la traición a los principios de la izquierda. La Ciudad de México, su principal bastión, fue entregada a Mancera, un advenedizo policía que deslumbrado como Ícaro se acercó de más a la llama de Los Pinos y se quemó las alas. Al final se quedó solo y los Chuchos que lo encumbraron se han ido desvaneciendo en la ignominia de la historia. La fuga hacia adelante del PRD ha sido aliarse con la derecha, para intentar al menos mantener el registro como partido y postergar la agonía de su inevitable proceso de extinción.
Morena y su ínclito líder López Obrador es el enemigo a vencer por ese sistema corrupto y corruptor, que no ha podido comprobarle que también él está en la misma canasta. De ahí que lo  único que han podido achacarle es que es un “fantasma fiscal” por no utilizar instrumentos bancarios y que sus hijos se comportan como “mirreyes”. Será el representante de la izquierda en la boleta electoral. No habrá otro. Y si bien no está exento de contradicciones  y peculiaridades que no gustan a todo el sector de la izquierda, no puede regateársele que ha llegado a construir una base social envidiable contra viento y marea. Una base social constituida por los olvidados de la política, por marginados que han sido desdeñados por ese desarrollo desigual que ha beneficiado a los mismos de siempre.
Por si todo lo anterior no bastara, el deterioro en la relación con Estados Unidos no ayuda para nada a Peña Nieto que, como rehén de Videgaray, sigue atrapado en el tema del muro y la negociación del TLC. Meade su insulso candidato no entusiasma ni a los propios militantes. Incluso sus creaturas como el Verde y el Panal competirán en muchos estados por su cuenta o se asociarán con otros porque la alianza con el PRI les afecta negativamente. Una paradoja.
De modo que si no vuelve a tropezarse consigo mismo y además logra resolver el importante tema de la representación en las casillas, López Obrador será sin duda alguna el próximo presidente de México pese a que Peña Nieto y aquéllos que se sienten amenazados por su inminente arribo harán todo lo que esté a su alcance por evitarlo. Una vez iniciadas las campañas deberá tomar más precauciones que nunca en sus declaraciones y su seguridad física, sobre todo si no se ven resultados significativos de la guerra sucia que se librará con una fuerza inusitada en medios electrónicos y redes  sociales.



[1] Publicado en el periódico La Jornada Veracruz el 13 de marzo de 2018.
[2] Académico del  Instituto de Investigaciones Educativas de la Universidad Veracruzana.