Por Edgar Javier González Gaudiano **
Habiendo entrado de lleno en la última etapa de la designación de quién será el titular de la rectoría de la Universidad Veracruzana, quiero aprovechar estos momentos de intensa reflexión sobre lo que podría empezar a construirse en nuestra institución en los próximos años. Tomaré como tema de mis cavilaciones el de la sustentabilidad, en el que he trabajado durante las tres última décadas desde la perspectiva de la educación y de la investigación educativa.
Me preocupa este tema especialmente, no porque los demás que han sido planteados en los proyectos de gestión de los ahora candidatos no lo sean, sino porque la sustentabilidad se ha abordado casi siempre como un significante modernizador del discurso institucional, pero sin ponerse realmente en marcha.
Habría que decir para comenzar que el concepto dominante de sustentabilidad que se observa en la mayoría de los proyectos dados a conocer se restringe a la sustentabilidad ambiental. Esto es, se continúa pensando –pese a que en teoría se la asume como dimensión articuladora de aspectos de conservación de la calidad ambiental y de la integridad ecosistémica, con los de equidad social y económica–, que la sustentabilidad está solamente referida a lo ambiental.
En esa forma de pensar la sustentabilidad es una perspectiva acotada que no permite desarrollar políticas apropiadas que realmente contribuyan a prevenir, mitigar y corregir problemas de nuestra realidad. Los problemas ambientales, no son solo ecológicos son socioambientales.
Por ese motivo, lo que suele hacerse en las instituciones de educación superior al respecto se limita a promover una gestión verde del campus, mediante el manejo de residuos, de las áreas ajardinadas, del agua y a veces también de la energía.
No es que dichas acciones sobren; por supuesto que no. Pero reducir el alcance de una política de sustentabilidad a poner en marcha solamente esas medidas representa aplicar un modelo pedagógico de logros mínimos, que no intenta siquiera analizar las causas que originan los problemas asociados a ellas.
Eso es lo que ha acontecido en nuestra Universidad Veracruzana durante los últimos 10 años, desde que se aprobó el Plan Maestro para la Sustentabilidad. No se han invertido realmente los esfuerzos necesarios a nivel presupuestal y de política académica para transitar hacia una universidad sustentable, que irradie ejemplaridad al conjunto social amplio.
Se ha considerado que un cambio de esa magnitud es gratis, que bastan solamente las declaraciones, las adscripciones retóricas a cartas de intención y toda esa parafernalia litúrgica que suele acompañar esos actos que solo se quedan en rituales que no se convierten en cambios reales.
Se le ha tenido miedo al cambio, a enfrentar tradiciones disciplinarias muchas de ellas desactualizadas, así como a los usos y costumbres institucionales que son refractarios a las innovaciones, porque se ven como amenazas a los cómodos nichos laborales y zonas de confort. En el balance entre la "Tradición e Innovación", pesó mucho más la tradición en estos últimos ocho años; pero no aquélla que es un legado para honrar, sino la mala tradición, la que nos hace permanecer sometidos a un modus operandi ineficiente, parroquial, y a una concepción de universidad que está fuera del radar de la pertinencia social y con fecha de caducidad vencida.
Y así la sustentabilidad universitaria continúa siendo una aspiración, sin posibilidades de ir más allá de ese techo de cristal infranqueable para poder transformar las funciones sustantivas relacionadas con la generación del conocimiento y la formación de profesionales, a fin de que la UV evite continuar reproduciendo y contribuyendo a gestar egresados cuyas prácticas en sí mismas son insustentables.
Por lo que he podido leer en las propuestas de nuestros candidatos, el único que persevera en un cambio en esa dirección es Martín Aguilar Sánchez. Su propuesta articula la sustentabilidad ambiental con la sustentabilidad social y las convierte en uno de los ejes de una plataforma de gestión institucional que, junto con el ejercicio pleno del respeto a los derechos humanos, podría comenzar a sentar bases de un proceso que no sería fácil, ni inmediato y que ha de implicar un progresivo involucramiento de toda la comunidad universitaria para ir dando pasos firmes hacia ese perfil.
La moneda está en el aire y caerá en las manos de los miembros de nuestra Junta de Gobierno, que espero que hayan podido identificar esa proteica diferencia en el programa de trabajo del doctor Aguilar para empezar a ser esa universidad, que aún no nos hemos propuesto con verdadera convicción institucional llegar a ser.
*Artículo publicado en La Jornada Veracruz el 24 de agosto de 2021.
**Investigador del Instituto de Investigaciones Educativas de la Universidad Veracruzana y titular de la Cátedra Unesco “Ciudadanía, Educación y Sustentabilidad Ambiental del Desarrollo”.