El mundo al revés en
política ambiental[1]
Edgar J. González
Gaudiano[2]
Lo que sea de cada quien durante
la docena trágica de los gobiernos panistas, la política ambiental tuvo
bastante juego. Al menos en el papel. Vicente Fox, por ejemplo, estableció en
el Plan Nacional de Desarrollo 2001-2006 que el desarrollo sustentable sería la
columna vertebral de su gobierno. Incluyó lo ambiental en el gabinete
económico, en el de seguridad y en el social. Pero por principio de cuentas
fragmentó la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca, al
quitar el manejo pesquero de su campo de atribuciones y desmantelar equipos de
trabajo calificados que había costado mucho integrar, para abrirle espacio a
panistas y simpatizantes sin perfil ni experiencia. La conducción de la
Secretaría fue tan desastrosa que durante el periodo hubo tres titulares que no
ataban ni desataban. Como consecuencia la gestión ambiental del país tuvo una
caída estrepitosa.
Durante el sexenio de Felipe
Calderón, por primera vez en la historia, la educación ambiental se mencionó
explícitamente en el Plan Nacional de Desarrollo 2007-2012. Hubo un solo
secretario, pero fue como si no hubiese habido. La Semarnat fue prácticamente
invisible en el juego de fuerzas políticas en el país. Cuando se publicaban los
resultados de las encuestas anuales de la gestión gubernamental promovidas por
algunos periódicos, hubo ocasiones en que se les olvidaba incluir a la
Semarnat.
Sin embargo, el tema del cambio climático fue
enarbolado como bandera de política (principalmente para consumo externo). En
2007 apareció la estrategia nacional de cambio climático y en 2009 el primer
programa especial de cambio climático. En Cancún se celebró en 2010 la COP 16 y se atrajeron muchos reflectores en
esta materia. Todo eso le valió a Felipe Calderón recibir premios
internacionales e incluso nacionales por su política de cambio climático, tales
como el que le otorgó el PNUMA de Campeones de la Tierra
(2011); otros recibidos fueron el de Stars of Energy Efficiency (2009), el
Premio Globe de Liderazgo
Internacional de Medio ambiente, por anunciar la creación de un Centro de
Desarrollo Sustentable que nunca entró en funciones y el Teddy Roosevelt por su
liderazgo en materia ambiental (2012). La Fundación Miguel Alemán le otorgó el
Premio Ecología y Medio Ambiente (2011). No tiene caso alguno dar la lista
completa. Hace unos días se anunció que se incorporaba al consejo de directores
del World Resources Institute. No tengo
idea de qué pueda aportar ahí.
A eso se ha de haber dedicado el
Secretario Rafael Elvira durante todo el periodo de gestión: a promover una
imagen internacional de ambientalista de su jefe, porque no se avanzó en casi nada
más. Premios iban y venían, mientras se entrega el 30% del territorio del país
a empresas mineras extranjeras para que exploten minerales a cielo abierto y
contaminen aire, suelo y agua, destruyan comunidades enteras por unos cuantos
empleos de peones asalariados y sin pagar impuestos. Y esta es sólo una de las
muchas contradicciones de política en las que se incurrió.
El modelo de desarrollo impulsado
por el país dista mucho de encontrar el camino hacia la sustentabilidad.
Nuestros ecosistemas están en un estado crítico; contamos con un marco
normativo de buena manufactura pero disperso y, lo peor, no se aplica. Se
mantiene un uso desordenado del territorio y sujeto a colosales presiones por
los grupos de interés económico y la expansión errática de los núcleos urbanos
sometidos a la especulación inmobiliaria. Ese fue el legado de nuestro
multipremiado expresidente, aunque el mérito no es sólo suyo. El drama que se
vive en el campo, el caos de las ciudades y la degradación de los ecosistemas
es un resultado acumulado de las políticas públicas aplicadas, sobre todo,
durante los últimos 50 años.
Todo esto viene a cuento porque
se acaba de dar a conocer el nuevo Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018. En él
se establecen cinco ejes: México en Paz, México incluyente, México con
educación de calidad, México próspero y México con responsabilidad global. Me
hubiese gustado un eje de México hacia la sustentabilidad. Pero no, la política
ambiental se encuentra incluida dentro del eje México próspero; es decir,
estará subordinada a la política económica. Ya sabemos lo que eso puede implicar.
Se dice que se buscará un “crecimiento verde incluyente y facilitador que
preserve nuestro patrimonio natural al mismo tiempo que genere riqueza,
competitividad y empleo”. Se ve complicado conservar el color verde en el
crecimiento en un escenario internacional económicamente adverso y un país
urgido de crear empleos estables y dignos que ayude a levantar a la población
de la postración en la que se encuentra, especialmente de los jóvenes.
El PND 2013-2018 tiene cuatro
estrategias para la política ambiental: 1) implementar una política integral de
desarrollo que vincule la sustentabilidad ambiental con costos y beneficios
para la sociedad; 2) implementar un manejo sustentable del agua, haciendo
posible que todos los mexicanos tengan acceso a
ese recurso; 3) fortalecer la política nacional de cambio climático y
cuidado al medio ambiente para transitar hacia una economía competitiva,
sustentable, resiliente y de bajo carbono y, 4) proteger el patrimonio natural.
Ya veremos cómo se concretan están estrategias y sus líneas de acción en los
correspondientes programas sectoriales de medio ambiente y de energía; los
programas nacionales forestal e hídrico y en los programas especiales asociados
(cambio climático y desarrollo rural sustentable, así como el de producción y
consumo sustentable, entre otros).
Llama la atención, sin embargo,
que entre los catorce indicadores de los “temas considerados como prioritarios para darle puntual
seguimiento y conocer el avance de las metas establecidas”, no haya ninguno que
tenga que ver con asuntos del medio ambiente. Ergo, no son temas prioritarios y
por lo mismo podrán ser soslayados.
Algunos pensamos que como vivimos
un mundo al revés, y si en los dos sexenios anteriores cuando la política
ambiental estuvo en la vitrina lo que resultó fue un desastre mayúsculo, tal
vez ahora que se encuentra en una posición completamente subordinada al
crecimiento económico puede ser que esta vez, a lo mejor, quizá, posiblemente, sí
veamos resurgir los criterios ambientales en la forma como se conduce el desarrollo
del país. De no hacerlo, los pasivos ambientales que ya son muchos, seguirán
acumulándose en prejuicio de los mexicanos que ahora vivimos y de los que aún
no nacen.
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