Incorporar
la dimensión ambiental[1]
Edgar
J. González Gaudiano[2]
Desde que surgieron las primeras
recomendaciones internacionales para impulsar la educación ambiental desde los
sistemas escolares en 1972, se comenzó a hablar de la manera como debía hacerse
esto. En general, la fórmula se expresaba en que había que incorporar la
dimensión ambiental en el currículum. Mucho agua ha pasado bajo ese puente
desde entonces, por lo que en esta oportunidad quiero referirme a los tres
componentes principales de ese enunciado.
Incorporar: Este verbo
significa una agregación para formar parte de un todo, de un cuerpo. Aquí
estriba parte del problema. Lo que se ha agregado sobre el medio ambiente en el
currículum escolar han sido fragmentos inconexos, puntuales, discretos, que no
han sido un parte integral del corpus curricular como tal, sino parches,
añadidos y, en el mejor de los casos, complementos. De una u otra forma, lo
ambiental no ha estado articulado a la estructura sustantiva del currículum, sino
que ha sido una adición en forma de ejemplos, contenidos y actividades, y más
recientemente de competencias, sin que su aparición modifique en forma alguna
la dirección principal de la orientación educativa establecida.
Dimensión: Esta noción
puede entenderse como facetas o magnitudes de un fenómeno. Aquí quiero rescatar
una de sus acepciones en el sentido de: expresión de una magnitud mediante el
producto de sus potencias fundamentales. Es decir, la dimensión ambiental como
magnitud de un potencial para hacer escalar al currículum escolar a otro
estadio. El problema es que la dimensión ambiental, en los hechos, ha sido
reducida a contenidos programáticos en su mayor parte desarticulados como
veíamos antes. Una dimensión que se manifieste sólo en contenidos educativos es
una dimensión empobrecida, máxime cuando esos contenidos se agregan a
contracorriente de un modelo de desarrollo que se preconiza consciente e
inconscientemente desde la institución escolar. Por eso cuando se habla ahora
de fortalecer la sustentabilidad en los procesos educativos, habría que empezar
por eliminar aquello que hace insustentable el currículum actual: la
urbanización como modo de vida, la industrialización como modelo productivo, el
consumo como leit motiv de la
dominante cultura material y el optimismo desmedido en las aportaciones de la
tecnología, entre otros.
En anteriores escritos
he insistido en que la dimensión ambiental tiene el potencial para operar como
puente articulador de los inconexos contenidos de las asignaturas que componen
el currículum convencional. Un currículum que, por cierto, ha perdido ya todas
sus capacidades heurísticas para responder a los complejos desafíos del momento
actual.
Ambiental: Este es un
tema de primer orden porque lo ambiental es entendido usualmente como ecológico. Ese es precisamente el sentido que
se le imprime en el artículo 39 de la Ley General del Equilibrio Ecológico y
Protección al Ambiente (LGEEPA) cuando consigna: “Las autoridades competentes
promoverán la incorporación de contenidos ecológicos, conocimientos, valores y
competencias, en los diversos ciclos educativos, especialmente en el nivel básico,
así como en la formación cultural de la niñez y la juventud.
Asimismo, propiciarán la participación
comprometida de los medios de comunicación masiva en el fortalecimiento de la
conciencia ecológica, y la socialización de proyectos de desarrollo sustentable…”.
Hablar de promover
contenidos o conciencia ecológica en los sistemas educativos es cercenarle al
ambiente sus componentes sociales, económicos, políticos, históricos. Es asumir
ingenuamente que al impulsar la alfabetización científica de los fenómenos,
procesos y problemas de la naturaleza se modificarán las pautas de
comportamiento, las actitudes y los valores que desplegamos cotidianamente
hacia el medio ambiente.
Y como esto no ha
ocurrido como hubiésemos querido, no tenemos más que admitir que la
incorporación de la dimensión ambiental en el currículum ha sido un proceso
inconcluso, en el que vale la pena emprender esfuerzos consistentes y bien
dirigidos. Ahí está la tarea por hacer desde hace 40 años.
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