Para
comprender el cambio climático[1]
Edgar
J. González Gaudiano[2]
Cada vez que
ocurre un invierno excepcionalmente frío como el que está por terminar,
resurgen los desgastados argumentos que niegan o ponen en duda la existencia
del calentamiento global. Ciertamente, el invierno de 2014 fue muy atípico y se
inició en enero con el llamado vórtice polar en Estados Unidos, Canadá, ciertas
áreas en Europa e incluso el noreste de México. Solamente en Estados Unidos
afectó a más de 187 millones de personas, rompiendo récords de baja temperatura
y provocando la suspensión de numerosas actividades económicas y sociales, como
cancelaciones masivas de vuelos. Todo ello con una pérdida económica estimada
en 5,000 millones de dólares. A mediados de febrero se presentó un nuevo
temporal que causó la interrupción del servicio eléctrico en amplias zonas del
noreste de Estados Unidos.
Aquí en México
sin llegar por fortuna a esos extremos, la presencia continua de frentes fríos
y la marcada inestabilidad en el tiempo de un día para otro han también
propiciado algunos comentarios. Varios de ellos orientados no a negar sino a
atribuir todo lo que ocurre al cambio climático. Como ya he explicado en otra
entrega (15/04/2013), siendo el cambio climático un fenómeno contra-intuitivo que
no percibimos directamente con nuestros sentidos, sino de la información que
recibimos, resulta difícil comprenderlo. Este es uno de los grandes desafíos de
los programas educativos relacionados con el cambio climático: aportar
elementos científicos para fortalecer la credibilidad del cambio que estamos
viviendo en el sistema climático del planeta, mediante un lenguaje asequible
para la población común sin sobre-simplificar su complejidad, particularmente
aquélla relacionada con las responsabilidades políticas comunes pero
diferenciadas, y que al dejar en claro que su origen es debido a las
actividades humanas propicie disposiciones a actuar en consecuencia.
En este proceso,
resulta complicado explicar que si bien el cambio climático es una realidad que
ya se encuentra entre nosotros, no podemos decir que todos los fenómenos
hidrometeorológicos que ocurren sean ocasionados por éste, porque quizá sean
debidos a variaciones naturales del clima. Lo que sí se ha determinado es que la
variabilidad climática es más frecuente y los fenómenos más intensos. De otro
modo no se explica por qué los diez años más calientes desde 1880 se encuentran
entre 2000 y 2013, y a pesar de eso se haya tenido el invierno que comentamos
arriba.
Tal vez una
analogía nos permita comprender mejor esto a los mexicanos. Si bien no podemos
decir que todos los aumentos de precios se deban a los incrementos mensuales
del costo de la gasolina (gasolinazos), sí podemos estar seguros de que es algo
que contribuye sustantivamente a que ello se dé. Es algo similar con el cambio climático.
El cambio
climático es algo que está ocurriendo en este momento en nuestras vidas, y
aunque no podamos percibirlo mediante nuestros sentidos está afectando ya
nuestras condiciones actuales y afectará las del futuro. La ciencia del clima
encara muchas incertidumbres. ¿Cómo comunicar esas incertidumbres sin generar
dudas sobre la existencia del fenómeno que influyan en postergar cambios en las
vidas de las personas? El problema es que la mayor parte de la información que
recibimos sobre el cambio climático es a través de periodistas que tienen bases
científicas muy pobres; pero a ello se añade el hecho de que los científicos
del clima se resisten a encarar a los medios porque carecen de habilidades
comunicativas para transmitir información de calidad a personas que están fuera
de los congresos y las revistas especializadas de su campo.
Incluso las entrevistas
a los científicos pueden constituir una fuente adicional de confusión. Suelen soslayar,
por ejemplo, los temas que ya cuentan con el pleno consenso entre ellos,
enfatizando por el contrario las incertidumbres de los problemas de la
investigación en curso. Sin embargo, esa
irreflexiva sinceridad y honestidad intelectual puede provocar que la gente no
científica se forme una idea desproporcionada de la incertidumbre científica y
los aspectos más controversiales, restándole valor y credibilidad a los avances
y acuerdos. En noviembre de 2008, una entrevista que concedió Mario Molina a un
medio español, fue cabeceada como “El clima cambia pero no sabemos hacia
donde”, lo cual fue aprovechado por los negacionistas para sus aviesos
propósitos.
Estoy convencido
de que es más fácil que los científicos adquieran dichas habilidades persuasivas
y puedan desarrollar estrategias comunicativas para transmitir la verdadera
naturaleza de estos procesos. Esto va a requerir una mayor colaboración entre
los científicos del clima y los científicos sociales; primero, para valorar lo
que la gente ya sabe, lo que desconoce y lo que ha distorsionado del fenómeno
que está determinando sus modelos mentales; segundo, para definir si se
necesita proporcionar mayor evidencia científica y de qué tipo para que la
gente acepte impulsar cambios en sus vidas; tercero, para determinar cómo
inducir perspectivas que orienten a la gente a afinar su conocimiento de
sentido común y percepción del riesgo sobre lo que el cambio climático puede
ocasionar en su vida, que será lo que finalmente la motivará a actuar y;
cuarto, para realizar pruebas empíricas sobre si las conjeturas aplicadas para
formular los nuevos mensajes están cumpliendo su cometido en los diversos
sectores y grupos sociales, toda vez que las personas tienen diferentes intereses
y necesidades de escuchar y ser escuchadas.
Ello es vital y
lo será más aún en el futuro próximo, pues dependiendo de los resultados de la
comunicación del cambio climático, la incertidumbre científica sobre el mismo
agregará más escepticismo sobre el fenómeno y por ende retrasará la adopción de
medidas y restricciones; abonará las creencias fatalistas de que ya no hay nada
que hacer porque la gente considera que el reto es demasiado grande para que
tenga efectos la acción individual o porque simplemente no modificará sus
estilos de vida renunciando a sus zonas de confort; o bien pondrán de relieve
el hecho de que las personas con sus decisiones y comportamientos, pueden tener
en última instancia la capacidad de contribuir a ejercer presión para que se fortalezcan
las políticas de respuesta al cambio climático, a coadyuvar con sus patrones de
consumo para evitar un cambio climático desastroso y a adoptar medidas de
adaptación y resiliencia social que reduzcan la vulnerabilidad de sus propias
vidas.
felicitaciones, amigo ÉDGAR
ResponderEliminartemos um projeto sobre justiça climática e queremos você como nosso parceiro!
beijos
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