El circo
del Partido Verde
Edgar Javier González
Gaudiano[1]
La iniciativa promovida por el
Partido Verde Ecologista de México (PVEM), acerca de la ley de circos sin
animales, que ya ha sido aprobada en varias entidades del país, ha generado un
interesante debate en los medios. Si bien la vida circense es toda una
tradición cultural de más de doscientos años en nuestro país que la decisión pondría
en cierto riesgo, el Cirque du Soleil que es uno de los más acreditados
espectáculos escénicos de este tipo, tiene como una de sus reglas no emplear
animales.
La iniciativa ha concitado
interés público porque se sabe que en general los animales de circo tienen una
vida miserable llena de sufrimiento, debido a los métodos de entrenamiento y
control a base de recompensas y castigos (estímulo-respuesta), al encierro
prolongado e impropio y al stress que provocan los traslados y la exhibición
continua. Y no hablemos de los casos difundidos de mutilación de garras y
colmillos. Hasta una de las expresiones populares lo indica: Le dieron una
chinga de perro bailarín.
No obstante, en lo que no existe
duda alguna es en el oportunismo del PVEM. Promover esta ley en el marco del
proceso de reforma energética parece ser un distractor más. Ciertamente, ese ha
sido uno de los comportamientos del Verde desde su fundación a mediados de los
años ochenta: Impulsar medidas efectistas de gran cobertura mediática, para
ocultar el extravío de su ideario fundacional y la cortedad de sus propuestas
electorales.
Lo anterior se repitió con su
insólita campaña en favor de la pena de muerte a secuestradores (2008), por la
que fue expulsado en 2009 del Partido Verde Europeo que congrega a más de tres
decenas de partidos políticos y de la organización mundial de partidos
ecologistas, la Global Verde, de la que fue miembro fundador gracias a un gran
despliegue de recursos. Desde los años noventa ha impulsado una fracasada
campaña en contra de las corridas de toros, pero no ha promovido nada en contra
de las peleas de gallos, los hipódromos, galgódromos, acuarios y delfinarios,
etc. que en todo caso, tendrían problemas semejantes a los que denuncian en cuanto
a los circos.
Si los miembros del Verde
tuviesen una genuina preocupación por la calidad de vida de los animales, ya
estarían financiando estudios y promoviendo políticas públicas relacionadas con
el tráfico de especies silvestres; con la destrucción del hábitat por el cambio
de uso de suelo y la desforestación; con la sobrepesca, las técnicas de
arrastre y el destino de la fauna de acompañamiento; con los métodos de
sacrificio de animales para consumo humano; con el control sanitario de la fauna urbana,
especialmente de perros y gatos callejeros; con ciertas formas de actividad cinegética;
con las condiciones productivas de alimentos de origen animal que implican, por
ejemplo, a gallinas ponedoras y vacas lecheras; con la introducción de especies
exóticas como mascota u ornato; con el control de especies invasoras; con la
experimentación con animales por parte de las industrias farmacéutica y cosmética;
con la erradicación de mitos y falsas creencias asociadas a algunas especies a
las que se atribuyen propiedades para incrementar la potencia sexual, como los
huevos de tortugas marinas o se les acusa de embarazos indeseados, como a las
salamanquesas, factores que contribuyen a su amenaza y extinción; con la
regulación de los deportes todoterreno (off-road,
downhill) que circulan en zonas no
aptas para vehículos con fuertes impactos
en el ambiente natural al espantar, destruir nidos, compactar el suelo, etc.
Nada de esto ha ocurrido.
Numerosos analistas y expertos
ambientalistas coinciden que el PVEM constituye una franquicia familiar que se
amolda camaleónicamente a los intereses de sus aliados políticos, lo que le
permite conservar su registro y sobre todo sus cuantiosas prerrogativas. Por
ello sin pudor alguno ha apoyado al PRI en la actual discusión de la reforma
energética en temas como el de la explotación del aceite y el gas en lutitas
mediante la tecnología de fractura hidráulica (fracking), a pesar de la información científica disponible y las
múltiples advertencias y denuncias existentes sobre sus severos impactos
ambientales.
Gracias a los recursos públicos
que recibe y para lograr una mayor penetración en la opinión pública, el PVEM
acude a los servicios de conocidos actores de Televisa y TV Azteca; en el caso
de los circos, a Sergio Mayer, que ni tiene ni ha tenido una preocupación
ambientalista. Ocurrió también con Maité Perroni y Raúl Araiza durante la
pasada elección, donde lo ambientalista curiosamente ya se les olvidó hasta que
aparezca el nuevo contrato. Muy lejos están estos personajes de la actitud
responsable de otras celebridades internacionales como Leonardo di Caprio, Sir
Paul David Hewson (Bono de U2), Gisele Bündchen, Cindy Crawford, Brad Pitt,
Julia Roberts y, en nuestro país, Emmanuel y el grupo Maná, por mencionar sólo
algunos con sus diferencias, que sí han demostrado su compromiso, invierten,
crean fundaciones y abogan continuamente por estas causas.
En fin, la actual campaña del
Verde sobre los circos me parece que es sólo eso: un circo de frivolidades. Un
episodio más de una trayectoria consistente de casi treinta años por parte de una
organización formada por advenedizos emparentados y sus amigos, que han prostituido
la preocupación ciudadana por el deterioro del medio ambiente para medrar con
el presupuesto público y corromper aún más la vida política del país con su
oportunismo electorero disfrazado de causas verdes. Se trata de una
organización que fomenta el crecimiento de una fauna política endémica,
altamente nociva, depredadora e invasiva que los ciudadanos debemos proponernos
erradicar, mientras más pronto mejor.
[1]
Coordinador de la Cátedra UNESCO - UV “Ciudadanía, Educación y Sustentabilidad
Ambiental del Desarrollo”. http://edgargonzalezgaudiano.blogspot.mx/ Publicado en La Jornada Veracruz, el sábado 2 de agosto de 2014. http://www.jornadaveracruz.com.mx/Nota.aspx?ID=140802_001032_123
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