Cerrar filas en torno
de la Universidad Veracruzana[1]
Édgar J. González
Gaudiano[2]
Desde hace algunos años se ha venido instrumentando
un ataque en contra de la educación pública. Un ataque en el que se pretende
convertir a la educación, que es un derecho universal inalienable, en una
mercancía. Lo anterior puede observarse prácticamente en todos los niveles educativos,
pero adquiere una singular expresión en el caso de la universidad.
Para este nivel educativo, básico para el
desarrollo del país, se ha estado aplicando una escalada sin precedente alguno en
la que se desmantela el modelo universitario sustentado en sus tres funciones
principales: la docencia, la investigación y la difusión de la cultura, para
dar paso a otro que reside en la formación de recursos humanos y la gestión
administrativa. Un modelo de raigambre neoliberal en el que la educación debe
someterse a la libre competencia y por lo tanto, sus servicios educativos deben
sujetarse al “libre” juego de las fuerzas del mercado.
En nuestro país, la estrategia aplicada es
compleja y comprende acciones en
diversos ámbitos como la planeación y la evaluación, pero con una clara
expresión en la reducción del presupuesto para el cabal cumplimento de las
responsabilidades universitarias. En los hechos se trata de un estrangulamiento
financiero que erosiona gravemente las posibilidades de crecimiento y de mejoramiento
de la calidad de los centros educativos públicos, al mismo tiempo que otorga
facilidades a la creación de instituciones privadas de dudosa reputación
académica, y canaliza recursos a través de becas para que estudiantes puedan
cursar estudios en universidades privadas de tradición empresarial que no
impulsan la investigación, ni les interesa la creación de cultura. Una
incursión a gran escala de ciertas universidades privadas que durante muchos
años habían tenido influencia local y regional para expandirse a lo largo y
ancho de todo el país.
Sin embargo, en ninguna otra parte de la república
mexicana se ha observado la puesta en marcha de esta escalada de una manera tan
torpe y tan agresiva como en el estado de Veracruz durante los últimos años. Se
trata de una pretensión de avasallamiento de la joven autonomía de la
Universidad Veracruzana para que se incline ante los fines aviesos de un grupo
decadente que ha conducido al estado de Veracruz a una situación de desastre
económico, ambiental y político.
La violencia ejercida por el gobierno del estado de
Veracruz contra la Universidad Veracruzana la ha llevado a una severa crisis
financiera al reducirle ilegalmente el financiamiento público, al retenerle
ilegalmente recursos federales, al imponerle ilegalmente restricciones y
retrasos, al obligarla ilegalmente a operar en la precariedad y la penuria,
violando con todo ello el estado de derecho.
Un estado de derecho es aquel en el que todos los
miembros de una sociedad se rigen por leyes e instituciones establecidas de
manera democrática, que garantizan los derechos individuales y colectivos
aplicando las leyes con equidad. Pero cuando los gobernantes y funcionarios
encargados de hacer cumplir las normas del estado de derecho son los primeros
en violarlas sin consecuencias para sus actos, entramos en el terreno de un
ejercicio despótico de la autoridad.
La Universidad Veracruzana ha demandado al gobierno
del estado de Veracruz por la retención ilegal de su financiamiento público de
años previos y ha solicitado un amparo ante una reducción presupuestal impuesta
por un congreso sumiso y obsecuente en el ejercicio de 2016, de casi 250
millones de pesos, lo que afectaría seriamente sus tareas académicas.
Es el momento de cerrar filas. Con estas valientes acciones
emprendidas por la rectora ante la actitud cínica, mendaz y taimada del
gobierno del estado de Veracruz, los ataques se incrementarán.
De ahí que independientemente de las diferencias
que tengamos entre nosotros, normales en una comunidad diversa y plural, es
preciso mostrar un solo frente en defensa de los intereses de la Universidad
Veracruzana y en torno de nuestras autoridades universitarias.
El artículo es breve pero excelente. Hay que defender a la UV y a todas las universidades del país ante la embestida neoliberal. Muy bien, Edgar.
ResponderEliminarJosé Luis Solís