Edgar J. González Gaudiano**
Cada vez que aparecen nuevos retos sociales se piensa en la
educación. De ese modo han surgido nuevas áreas pedagógicas dirigidas a educar
a las personas de acuerdo con ciertas necesidades consideradas socialmente
relevantes. Así, ahora tenemos a la educación ambiental, la educación
intercultural, la educación en equidad de género, la educación para los
derechos humanos y la educación para el ejercicio de la democracia, entre
varias otras.
La crisis del sistema de partidos políticos y los numerosos
casos de corrupción han hecho sentir la necesidad de impulsar procesos de
formación de ciudadanía. Una ciudadanía calificada para participar, para
vigilar y para exigir el cumplimiento del estado de derecho sin distingos y
discrecionalidades. Una ciudadanía activa que nos permita funcionalmente
gobernar nuestras vidas, a partir de criterios propios orientados a superar las
profundas desigualdades en el ejercicio de nuestros derechos y en el
cumplimiento de nuestras obligaciones ciudadanas.
Un problema en esta aspiración de cambio social es que la
estrategia se plantea siempre como un proceso curricular. Es decir, un cambio
inducido desde la escuela sin comprender que una transformación cultural de
esta magnitud y complejidad requiere verse como un proceso social. Este proceso
de cambio no obtendrá buenos resultados mientras los gobiernos, los jueces, los
líderes empresariales y sindicales, no practiquen los valores que se desean
promover. De ahí que un poderoso recurso de la pedagogía social sea demostrar
con penalidades ejemplares que verdaderamente nadie está por encima de la ley,
máxime cuando se trate de aquellos que deben velar por su cumplimiento.
Mientras la impunidad campee, como ocurre ahora, entre
quienes ejercen diversas formas de poder institucional, no habrá programa
político que vaya más allá de las declaraciones grandilocuentes. Decía Eduardo
Galeano en su libro Patas arriba: la escuela del mundo al revés: "La
impunidad premia el delito, induce a su repetición y le hace propaganda,
estimula al delincuente y contagia su ejemplo".
Esta reveladora idea nos recuerda el añejo pero certero
adagio pedagógico de que se educa (o deseduca) más por el ejemplo que por el
precepto". La consigna característica de la política mexicana de que
"un político pobre es un pobre político", y aquélla "el que no
transa no avanza", han gestado representaciones convertidas en práctica
social generalizada.
Dice Mercedes Oraisón que es en lo simbólico donde se
dirimen las identificaciones y posicionamientos que abren o clausuran las posibilidades
de acción ética, moral y política de los sujetos. Por ello es que la corrupción
y la impunidad, al convertirse en moldes normativos que se enarbolan con
desfachatez, han dotado de un sentido perverso al comportamiento social y se
han incorporado a la dimensión simbólica que define la visión del mundo, sobre
todo de muchos jóvenes.
Nada mejor que lo que sucede en el actual proceso electoral
para confirmar que efectivamente necesitamos construir una ciudadanía que pueda
construir las condiciones para combatir la anomia social resultante del
quebranto de los valores éticos de la sociedad mexicana. Tres rasgos generales
caracterizan el momento que vivimos: gastos ilegales y obscenos para comprar el
voto (sobre todo en el estado de México) y subvertir el proceso, autoridades
electorales complacientes y cómplices, y una sociedad indolente y apática
incapaz de superar el fatalismo de que no se puede alterar el fondo de esta
realidad que nos oprime y somete.
Parafraseando el epígrafe del libro de Galeano: Si el país
está, como ahora, patas arriba, ¿no habría que darle vuelta, para que pueda
pararse sobre sus pies?
Por eso mi voto estará con Morena y en el caso de Xalapa,
con Hipólito Rodríguez. Les invito a votar en este mismo sentido si
verdaderamente tenemos la intención de que se dejen de negociar nuestros
derechos políticos y sociales como si fuesen mercancías ofrecidas al mejor
postor.
*Artículo publicado en La Jornada Veracruz el 29 de mayo de 2017.
**Académico del Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana.
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