¿Por qué
es tan complicado entender el movimiento magisterial?[1]
Edgar J. González Gaudiano[2]
Estuve la semana pasada en Chiapas para participar en el
Primer Congreso Nacional: “La responsabilidad ambiental en la educación
superior para la sustentabilidad”. Educar para la Responsabilidad Ambiental
(ERA) es un programa impulsado por el gobierno del estado que implica a todos
los niveles y modalidades educativas que se sustenta en una concertación
sumamente incluyente de un gran número de instituciones implicadas.
Es temprano para comentar sobre
los alcances de las acciones del programa porque los varios materiales que ya
han sido diseñados no han podido comenzar a aplicarse en las escuelas, debido
precisamente al paro magisterial que en ese estado afecta a todos los planteles
desde preescolar hasta media superior. Incluso la inauguración del propio
congreso tuvo dificultades, porque ante el anuncio de la posible presencia del
gobernador, hubo que mantener en secreto la sede del evento para evitar que los
maestros se enteraran y cerrasen accesos e intentaran tomar las instalaciones.
Por la centralidad política y
social que el movimiento magisterial tiene en ese estado, tuve la oportunidad
de comentar sobre el mismo con diversos actores, tanto de las universidades
como del gobierno del estado. El movimiento magisterial en Chiapas tiene
características particulares que no se observan en otros estados. Por ejemplo,
la autopista de Tuxtla Gutiérrez a San Cristóbal de las Casas tiene un mes
tomada; según me dicen a veces en varios tramos (en esa y otras carreteras) se
apostan los maestros e incluso quienes no lo son y exigen una aportación a
quienes quieran cruzar el retén. No ha habido intervención del estado para
impedirlo y obviamente hay una afectación importante de actividades económicas
y un desgaste de las simpatías de la población. El gobierno ha detenido el pago
de un par de quincenas a los maestros, pero hay una opinión bastante
generalizada de que éstos van a resistir y que terminarán por doblar al
gobierno para evitar que de prolongarse el movimiento se articule a otros
procesos como el de la oposición a la reforma energética.
Lo que está ocurriendo en Chiapas
es diferente a lo que sucede en Oaxaca, Veracruz, el DF y otras entidades que
se han distinguido por su activismo. Al parecer los liderazgos locales (CNTE)
siguen firmes y no se han visto rebasados como en Veracruz. Las diferencias
regionales es una de las características que hace que el movimiento magisterial
tenga rasgos compartidos en ciertos aspectos de movilización, pero expresiones
locales distintas de formas de lucha según fuerza, usos y costumbres y
coyuntura, lo que contribuye a su complejidad.
La población nacional se encuentra
polarizada frente al movimiento magisterial. Por un lado están quienes rechazan
la legitimidad del movimiento y sobre todo algunas de sus formas de lucha que
han afectado fuertemente al conjunto social. Niños sin clases, padres que no
tienen con quien dejarlos, plantones interminables que han impactado
severamente a negocios (especialmente en el DF), bloqueos recurrentes de la
circulación, cierre violento de escuelas, etc. Este segmento social critica
acremente lo que definen como debilidad de las autoridades por su incapacidad
en asegurar el libre tránsito y el incumplimiento del Estado de derecho y
porque continúa pagando a los paristas. A esta postura ha contribuido la
constante denostación de los medios masivos (especialmente Televisa) que
destaca los inconvenientes como agravios sociales.
En el otro extremo están quienes
apoyan al movimiento, constituidos fundamentalmente por las propias familias de
los maestros, por activistas sociales y por padres de los niños que consideran
que la reforma educativa va a implicar mayores sacrificios económicos para el
mantenimiento de las escuelas y para los diversos suministros y consumibles que
de por sí ya tienen que aportar; padres y madres de familia preocupados porque
les han informado que se tendrán que responsabilizar también del pago de la
energía eléctrica, del teléfono, del agua y hasta del predial de los planteles,
lo que no ha sido contundentemente desmentido por quienes deben hacerlo.
En medio de estas dos posturas
extremas hay una enorme variedad de opiniones, como aquéllos que cuestionan que
el gobierno no calculó bien los costos políticos y sociales de un movimiento
que creyó controlable por el encarcelamiento de la lideresa del SNTE, lo cual ha
visto con motivaciones más efectistas y de recuperación del control político
del gremio, que de combate a la corrupción y a la falta de transparencia en el
manejo de las enormes cantidades de recursos financieros, no sólo de cuotas
sino de aportaciones gubernamentales. En este grupo se encuentran también
quienes consideran que el movimiento magisterial está contribuyendo
significativamente a la erosión progresiva del bono político del regreso del
PRI al poder.
Otros simpatizan con la lucha
magisterial por sus reivindicaciones laborales en riesgo con la evaluación, aunque
rechazan con vigor a la caterva de sempiternos caciques enquistados en el
magisterio; la venta y herencia de plazas; los privilegios por lealtades y
complicidades inconfesables; el manejo discrecional e impune de los recursos
sindicales; el tráfico de influencias; los miles de comisionados sindicales,
aviadores y de plazas que inflan las nóminas de las escuelas; el cinismo de
poderosos que ostentan más de una docena de plazas; la perversión del magisterio
para propósitos electorales; la doble negociación salarial en los estados; las
manos ocultas de los grupos de interés económico y político que quieren pescar en el río revuelto, etc.
etc. Pero también cuestionan que las reformas culpen únicamente a los maestros
del deterioro educativo, soslayando la responsabilidad de otros agentes
(autoridades, élite gobernante, partidos políticos, sindicatos, etc.), quienes
permanecen indemnes en la sombra.
En general, creo que el
movimiento magisterial ha activado al país al desedimentar un complejo problema
que es epicentro de su desarrollo; si bien sus repercusiones habrán de
valorarse en el futuro, se anticipa que serán transcendentes porque ha quedado
en evidencia el abandono, la indolencia y el incumplimiento del mandato
constitucional por parte del Estado mexicano a una de sus funciones
primordiales como es la educación pública. También ha quedado de manifiesto la confiscación
que de ella han hecho grupos facciosos y poderes fácticos de distinto tipo
(políticos, económicos, mediáticos, religiosos, etc.), que aspiran a tener un
todavía mayor control sobre los procesos sociales, económicos y políticos del
país.
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