La educación
ambiental frente a decisiones trascendentes[1]
Edgar J. González
Gaudiano[2]
Del 10 al 12 de septiembre de
este año 2014 se celebró el VII Congreso Iberoamericano de Educación Ambiental
en Lima, Perú. Con este evento se reinicia la serie de congresos que se había
interrumpido, pues el anterior se realizó en San Clemente del Tuyú, Argentina
en 2009. Representantes de dos países manifestaron interés de hacer consultas
en sus respectivos gobiernos para convocar al siguiente: Colombia y Chile. El
evento estuvo muy bien organizado pese al corto tiempo con el que se lanzó la
respectiva convocatoria a cargo de los ministerios de ambiente y de educación
del Perú. Se contó con la participación de unos 600 delegados, de los cuales aproximadamente
150 proveníamos de distintos países de la región y el resto eran maestros de
educación básica de Perú, responsables de impulsar acciones de educación
ambiental en las escuelas; lo cual considero un acierto.
El énfasis del congreso estuvo
puesto en la ciudadanía ambiental y, más particularmente, en difundir y debatir
experiencias y propuestas de educación ambiental comunitaria asumida como una
respuesta a los embates del cambio climático y los problemas que de él se
derivan y agudizan en materia de riesgos de salud e incremento de la vulnerabilidad,
entre otros. Este enfoque fue personalmente muy satisfactorio pues coincide con
una de las principales líneas de trabajo del Instituto de Investigaciones en
Educación de la Universidad Veracruzana.
El congreso se realizó en el
marco de la Conferencia Mundial sobre la Educación Ambiental para el Desarrollo
Sustentable (Aichi-Nagoya, Japón, 10-12 noviembre de 2014) y la Vigésima
Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre
Cambio Climático-COP20 (Lima, Perú, diciembre de 2014). Sobre todo por esta
última, extrañó un poco que ninguno de los paneles de expertos estuviera
dedicado al tema de educación en riesgo y vulnerabilidad en condiciones de
cambio climático, con lo que se desperdició el momentum que se está construyendo sobre el tema. Al parecer el
Ministerio del Medio Ambiente se dejó comer el mandado por el Ministerio de
Educación.
La declaración del Congreso
Iberoamericano hace recomendaciones para fortalecer la dimensión educativa en
la política internacional. Particularmente de cara a dos muy próximas
decisiones. Por un lado, a la intención de suscribir un acuerdo post-Kioto, no
en la próxima COP de Lima, sino en la 21 a celebrarse en París en 2015, que
entraría en vigencia en 2020. En París se tiene la expectativa de que todos los
países, y entre ellos los mayores emisores de gas con efecto invernadero estén
vinculados por un acuerdo universal sobre el clima, según una de las decisiones
adoptadas en Durban, Sudáfrica, en 2011, sobre suscribir un protocolo, un
instrumento jurídico o un resultado que tenga fuerza de ley y que sea aplicable
a todas las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio
Climático. Y, por otro, al proceso de discusión de los lineamientos y acciones
del Programa de Acción Global a instrumentar por la UNESCO, que entrará en
vigor una vez que concluya el actual Decenio de Naciones Unidas de la Educación
para el Desarrollo Sustentable (2005-2014). Los criterios de ese programa
global se aprobarán en Aichi-Nagoya, Japón, en noviembre próximo y el cambio
climático y las comunidades locales se vislumbran como algunos ejes de acción.
Lo que resulta lamentable es el
autismo de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, que constituyó
el motor del debate y las acciones en esta materia en el país durante más de
dos décadas y que ahora se encuentra prácticamente en estado de coma inducido.
Inducido porque los actuales encargados de esta Secretaría no conceden
importancia alguna a la educación ambiental y, pese a lo que pudiesen declarar
al respecto, la mejor constatación de este hecho es ver quiénes se encuentran
nombrados al frente del Centro de Educación y Capacitación para el Desarrollo
Sustentable (Cecadesu), unos completos advenedizos que no saben nada de
educación, ni de medio ambiente, sin ninguna capacidad de convocatoria e
invisibilizados a nivel nacional e internacional, en un momento de tanta
turbulencia en la materia. El representante del Cecadesu en el Congreso de Lima
deambulaba como mascota sin dueño por los pasillos de la sede con teléfono en
mano.
Los educadores ambientales del
país, a través de nuestras redes y organizaciones, debemos debatir sobre lo que
está ocurriendo en nuestro campo y asumir posiciones frente a los nuevos
escenarios que se estarán definiendo en el transcurso de los próximos
meses.
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