En primer lugar, deseo manifestar un enorme
agradecimiento
al Consejo General Universitario,
a la Rectora Dra. Sara Ladrón de Guevara y
a la Secretaria Académica Mtra. Leticia
Rodríguez Audirac.
Me interesa compartir con ustedes que uno de
los más preciosos regalos de mi vida profesional,
además de este momento tan especial,
ha sido la colaboración con colegas de México
y en general de América Latina.
He tenido la posibilidad de acercarme al pensamiento latinoamericano
en el campo de la educación ambiental,
con sus aspectos epistemológicos, éticos,
políticos, pedagógicos.
A través del pensamiento de mis colegas, a
través de sus textos
y los encuentros, me he sentido como en casa.
Formamos una comunidad de investigadores y educadores
conscientes de la estrecha relación entre las realidades sociales y ecológicas;
conscientes de la dimensión política de la educación,
y en particular de la educación ambiental;
de su papel fundamental para transformar la
red de relaciones entre las personas, los grupos sociales y el ambiente;
… es decir, con el conjunto de los sistemas
de vida de los cuales formamos parte.
Estamos preocupados por una mejor integración
de la EA
en los sistemas educativos, desde la primaria
hasta la universidad.
Y también preocupados por la integración de
la EA en los diversos sectores de la sociedad civil.
En esta perspectiva, nuestras universidades desempeñan
un papel de primera importancia,
integrando la dimensión ambiental – es decir
socio-ecológica –
en las diversas carreras,
en los programas de investigación y en la
vinculación social;
Integrando el campo de la EA en la formación
de los maestros y maestras
y también inspirando y exigiendo políticas
públicas apropiadas
que favorezcan el despliegue de la EA
en los diversos sectores de la sociedad
civil.
En la perspectiva de contribuir al
fortalecimiento
de una verdadera sociedad educativa,
es necesario favorecer el intercambio
entre la educación formal, no formal e
informal.
Necesitamos reforzar la colaboración
entre estos tres sectores de la educación.
Se trata de favorecer la sinergia social
para la transformación de las realidades
socio-ecológicas actuales.
Tanto en el Norte – en Canada –
como en tantas otras partes del mundo,
vivimos en un contexto caracterizado
por un sistema de «gobierno»,
o «gobernanza» como se dice en el
mundo empresarial,
un sistema basado en alianzas
político-económicas
y en la instrumentalización de la
democracia.
En ese sistema, las decisiones están
raramente orientadas hacia el bien común, la salud de las poblaciones y el cuidado de los ecosistemas.
Esto surge con toda claridad en
particular
con la expansión de las
actividades extractivas, exógenas
como la explotación de los
hidrocarburos
– en particular del gas y del petróleo
no convencionales -,
las minerías a cielo abierto
y otros procesos invasivos de
nuestros territorios
o de franco despojo como la
privatización del agua.
En este contexto, es finalmente la
sociedad civil,
son los ciudadanos,
quienes debemos ejercer una
vigilancia crítica,
para luchar en «contra » o «pro»,
involucrarse en la innovación
ecosocial,
ser actores de cambio
a pesar de las tendencias
político-económicas.
La tarea es gigantesca:
hay que denunciar, resistir y
crear también –
y esto - a menudo - en contextos de emergencia,
de falta de recursos, de
tensiones, de sobrecarga, de acoso.
Lo anterior requiere del
desarrollo de competencias ciudadanas, ecociudadanas – en los diversos niveles
escolares
y sectores de la sociedad.
Se trata de desarrollar
competencias críticas, éticas,
estratégicas, políticas a través de
procesos democráticos.
Se trata de forjar colectivamente
una inteligencia ciudadana de las situaciones,
de desarrollar un poder-hacer, un
poder actuar
para la reapropiación de nuestras
realidades,
de nuestros asuntos públicos.
Ese es precisamente el papel
fundamental de la educación ambiental:
estimular el compromiso
ecociudadano;
un compromiso fundado en una
visión del mundo
clarificada, discutida,
confrontada,
que dé sentido a nuestro ser y
actuar en el mundo.
La educación ambiental es un
proyecto político-pedagógico
que llama a la reflexión crítica,
ética, filosófica.
La tarea es inmensa !Pero alentadora!
Abre espacios para la esperanza.
En este sentido, me importa
celebrar la valiosa colaboración
de mis colegas mexicanos,
veracruzanos
en tal proyecto educativo y
social,
en particular la contribución
internacional, única, muy inspiradora
de mi colega Edgar González-Gaudiano.
De nuevo, mil gracias por otorgarme
este doctorado honoris causa.
Me siento muy honrada de pertenecer a este
claustro a partir de ahora
Me infunde nuevas energías para seguir
adelante, con ustedes.
Muchas gracias.
Felicitaciones... He seguido sus investigaciones para fortalecer y mostrar a mis estudiantes de la Universidad el nuevo discurso ambiental en el marco del pensamiento ambiental latinoamericano y venezolano. Agradezco mucho sus aportes porque me han permitido contraponer posturas y problematizar sobre educación ambiental y educación para el desarrollo sustentable. Mis saludos con profundo respeto y admiración. María Eugenia Piñero Granadillo
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