Edgar J. González Gaudiano**
La navaja de Occam, construcción metodológica del filósofo
Guillermo de Occam (1280-1349), consiste en un principio que establece que:
"En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más
probable". Se trata de un recurso que se aplica para decidir entre teorías
e hipótesis, las cuales bajo condiciones equivalentes aquella que sea más
simple cuenta con mayor probabilidad de ser la correcta.
También llamado de parsimonia, este principio ha sido
utilizado en diversas disciplinas. Es útil en la formación de nuevos
investigadores al orientar sus esfuerzos a aproximaciones teórico-metodológicas
de mayor simplicidad frente a otras más complejas. No significa que el enfoque
más simple sea el correcto, sino es el que tiene más probabilidad de serlo.
Aunque la navaja de Occam está atravesada por varias
controversias nos permite analizar asuntos polémicos con varias explicaciones,
a fin de determinar cuál de todas es la más simple. En este caso me he
propuesto aplicarla al debate sobre el plagio del que se acusa al presidente
Enrique Peña Nieto.
La revelación de la reputada periodista Carmen Aristegui
mostró evidencias de que la tesis de Licenciatura en Derecho en la Universidad
Panamericana del presidente Peña, había copiado párrafos e incluso secciones
enteras de obras de al menos 10 autores sin darles el crédito correspondiente
(E. Krauze, D. Valadés, E. Rabasa, J. Carpizo y M. de la Madrid, entre otros).
Se trata de fragmentos literales a los que no se les cambió ni una coma. Al ser
citas textuales debían haberse escrito entre comillas. Esto comprendió 28.8%
del contenido de toda la tesis.
El director de la tesis, hoy magistrado del Poder Judicial
de la Ciudad de México, doctor Eduardo Alfonso Guerrero Martínez, aduce
recordar que el manuscrito original tenía dichas comillas y que la imprenta por
error las eliminó. Esta explicación no es plausible ya que además de las
comillas al final del párrafo o sección citada, debía aparecer el nombre del
autor, el año de la obra y las páginas en las que se consigna el texto citado
en el original. Por lo mismo, la explicación que ofrece el doctor Guerrero
resulta complicada puesto que no se cumplen varios de los requisitos exigidos
para citar a otros autores en un trabajo académico, pese a su amplia experiencia
en este tipo de procesos (193 tesis profesionales dirigidas y participación en
367 jurados profesionales). En todo esto, es de llamar la atención que los
miembros del jurado designado para el examen profesional tampoco hayan
reportado esa anomalía.
El debate se ha centrado entonces en si el presidente Peña
Nieto cometió plagio o no. La mayoría de sus críticos sostiene que sí, y que
por ello la Universidad Panamericana debe retirarle el título correspondiente y
solicitar la cancelación de esa cédula profesional. Se han mencionado casos de
políticos de otros países que renunciaron a sus puestos por esta causa, como el
ministro de defensa alemán (2011), el presidente de Hungría (2012) y la
ministra alemana de Educación (2013).
Otros minimizan el asunto restándole importancia, al señalar
que debíamos estar ocupados de problemas más trascendentes del país, y que el
tema no es grave porque ya ha pasado mucho tiempo. Algunos, incluso, califican
de frivolidad la investigación sobre este asunto (J.A Meade, secretario de
Sedesol). No considero que se trate de una cortina de humo, como declaró AMLO,
sino de una falsificación que pone aún más en entredicho la honorabilidad del
Presidente.
El plagio no es un asunto menor y cuando en el Sistema
Nacional de Investigadores (SNI) se han detectado estos casos, se les sanciona
enérgicamente puesto que de otro modo se pone en duda la integridad del
sistema. Algunos casos recientes, como los ocurridos en la Universidad
Michoacana y El Colegio de San Luis, Rodrigo Núñez Arancibia y Juan Pascual
Gay, respectivamente, recibieron la pena máxima al haber sido expulsados por 20
años del Sistema; además de que las instituciones académicas de adscripción
dieron por terminadas sus relaciones laborales con ellos, e incluso en el
primer caso, El Colegio de México, donde había estudiado, le retiró el grado de
Doctor. El plagio es un asunto de falta de honestidad con implicaciones
legales, al haberse adueñado indebidamente de propiedad intelectual, y también
éticas, sobre todo, tratándose de un servidor público.
El presidente Peña ya ha tenido varios deslices que
evidencian su falta de formación académica, el más conspicuo ha sido su
recordada entrevista en la Feria Internacional de Libro de Guadalajara (2011)
cuando le preguntaron sobre los tres libros que marcaron su vida personal y
política, y sólo pudo responder que algunos pasajes de la Biblia y La Silla del
Águila, que atribuyó a E. Krauze, pero cuyo autor es Carlos Fuentes.
Personalmente considero que el presidente Enrique Peña Nieto
no plagió a los autores citados. Al menos, no voluntariamente. Me explico. El
presidente Peña resultaría un plagiario porque aunque no hubiera sido él quien
deliberadamente se "fusiló" a otros autores, él firma la tesis con su
nombre, como si la hubiese escrito. Estoy convencido de que el presidente Peña
Nieto no plagió personalmente a esos autores porque él no escribió esa tesis. Y
esa me parece la hipótesis más simple.
La identificación de autores reconocidos en un tema, así
como la selección de las ideas que van a utilizarse en un texto articulándolas
con las ideas propias para constituir un todo que tenga sentido, no es una
actividad académica sencilla; requiere de muchas lecturas ordenadas, así como
de tener muy claro lo que se desea formular con una estructura y un
razonamiento, a fin de obtener un trabajo con cierto grado de originalidad con
una unidad discursiva. Esto es, no es un simple copy paste.
En tal virtud y coincidiendo con Víctor López Villafañe, la
explicación más simple es que esa tesis no la hizo Peña Nieto; en otras
palabras, se hizo por encargo a un escritor fantasma, porque de otro modo, por
ejemplo, hubiese recordado alguno de los reconocidos autores que estuvo
consultando y referenciando para escribir su trabajo.
La navaja de Occam, al menos en este caso, resultó muy útil.
*Publicado en La Jornada Veracruz el 27 de agosto de 2016.
**Académico del Instituto de Investigaciones en Educación de
la Universidad Veracruzana.
Magnífico artículo, bien redactado y mejor argumentado.
ResponderEliminarQue se puede esperar...
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