Edgar J. González Gaudiano**
Tanto se ha dicho desde hace
meses sobre Donald Trump que no es fácil encontrar ángulos analíticos que no
hayan sido escudriñados de quien es evidente que sufre un severo trastorno de
personalidad. Megalómano, narcisista y paranoico, lo describió E. Krauze. Creo
que cabrían al menos un par más de calificativos, tal vez misógino y xenófobo,
para caracterizar bien a alguien tan impredecible que con un único tweet es
capaz no sólo de añadir incertidumbre en los mercados globales con sus
serias consecuencias en un entorno de por sí volátil, sino a llevarnos a pensar
que muy pronto el mundo va a transitar por un sendero diferente del que había
seguido en los últimos casi treinta años desde la caída del muro de Berlín.
De manera inevitable y guardando
las debidas proporciones, me ha recordado al año 2000 en México, cuando llegó
al poder V. Fox, con altas expectativas sociales pero con un discurso errático
y huero que requería de ser restañado con una traducción cotidiana. Alguien con
una verborrea incontenible que después de haber tomado posesión parecía seguir
en campaña. Las semejanzas en este sentido son inevitables.
Ya conocemos el resultado de esa
historia. Esa gran oportunidad perdida de cambio social efectivo que sentara
nuevas bases en el país al haber “sacado al PRI de Los Pinos”, como
consecuencia de haber llegado al poder alguien que no supo qué hacer con lo que
el pueblo puso en sus manos. Desperdició los excedentes financieros derivados
del alto precio del petróleo; dinamitó la respetada tradición diplomática del
país con efectos que aún perviven en América Latina y sobre todo con Cuba;
alimentó al clientelismo y corporativismo sindical de antaño pensando
ilusamente que podía utilizarlo en su propio beneficio. Una administración cuyo
lema fue “el gobierno del cambio” cobijado por una presunta eficacia
empresarial que sólo prolongó la agonía de la democracia mexicana al fortalecer
un proyecto de nación neoliberal que ahora se expresa ad nauseam, con el
regreso del PRI, como un gobierno ineficiente, desnacionalizado y mafioso que
ha gestado una cleptocracia que ve al Estado como botín (E. Buscaglia).
El discurso populista y efectista
que Trump pronunció al juramentar su cargo fue una pieza simple, lineal, sin
elipsis retóricas ni circunloquios, socialmente divisiva, propagandística al
estar colmada de exaltaciones patrioteras y estar destinada a satisfacer a una
audiencia ávida de que Estados Unidos sea grande de nuevo, lo que eso
signifique. Para cumplir su programa de America First! construirá
muros, cerrará fronteras, establecerá políticas proteccionistas, cancelará
acuerdos internacionales, reactivará el negacionismo del cambio climático al
que califica literalmente de cuento chino y revertirá conquistas sociales en
salud de una masa de población que no entra dentro de su propia agenda, aunque
se trate de veinte millones de personas sin seguro médico. Sus instrumentos han
sido y seguirán siendo las amenazas e intimidaciones (por ejemplo, barreras
arancelarias elevadas contra empresas automotrices, deportaciones masivas), la
imposición autocrática (por ejemplo, renegociar el TLC, suprimir el Obamacare),
las mentiras y falsedades (por ejemplo, señaló en reiteradas ocasiones que
Obama no era estadounidense) y el insulto (contra las mujeres, inmigrantes,
mexicanos, musulmanes, adversarios, periodistas, etc.), por citar algunas.
Alguien así no va a cambiar,
menos si le funciona perfectamente en estos tiempos de posverdad, de inmediatez
y de espectáculo. Lo más que podrá hacer el propio sistema político estadounidense,
a cuyas élites también acusa de enriquecerse y protegerse sin ocuparse de las
personas, será tratar de contener esa pulsión frenética por atraer reflectores
como si estuviera en un reality show con declaraciones
sensacionalistas, las que más pronto que tarde empezarán a generar problemas
económicos y políticos con altos costos. Por las marchas multitudinarias del
fin de semana podemos anticipar que la resistencia será grande.
Me pregunto por ejemplo qué
pasará con las numerosas poblaciones fronterizas cuyo nivel de vida depende del
intenso intercambio comercial, laboral, cultural, etc. Para Texas, Arizona,
Nuevo México y California esos intercambios principalmente con sus estados
vecinos de este lado de la línea, constituyen el destino de la mayor parte de
sus exportaciones y de ellas dependen millones de empleos en Estados Unidos. La
frontera de Estados Unidos con México es por sí misma la cuarta economía del
mundo y por ella transitan de manera legal más de un millón de personas a
diario. Canadá, China y México son sus tres principales socios comerciales y
contra los dos últimos Trump ha lanzado groseros desafíos.
Es verdad que somos más
dependientes de los estadounidenses que ellos de nosotros, pero lo que
aportamos a esa economía no debe ser desdeñado, sobre todo ante el inicio de
renegociaciones comerciales y económicas (el amago de gravar remesas para pagar
el muro es crítico). Lamentablemente no veo un equipo con la camiseta de
nuestros colores nacionales. Presumo que el equipo mexicano encabezado por los
secretarios de relaciones exteriores y de economía (Videgaray y Guajardo)
intentará sortear el vendaval con el menor costo posible para el gobierno y la
casta partidista que nos avasalla, pero no para el país en su conjunto y menos
para aquellos que son políticamente prescindibles.
El TLC debe ser renegociado, por
supuesto. Ha sido una demanda de hace décadas, pero este es un momento de gran
vulnerabilidad porque podríamos convertirnos con facilidad en víctimas
propiciatorias del arranque de una gestión gubernamental que, de no plantarle
cara comenzando por exigir una disculpa por el insulto de que los mexicanos
somos una partida de criminales y violadores, le serviremos dócilmente para que
pueda alardear conquistas y victorias. Sería la tormenta perfecta.
La hostilidad externa debe fungir
como detonante para reconstituir nuestra identidad nacional y aprovechar ese
impulso para inducir una insurgencia incremental que nos lleve al cambio real
en México. Por eso es que debemos poner bajo escrutinio permanente los pasos
que en este sentido dé este gobierno tetrapléjico y autista, a fin de que el
equipo negociador se integre con quienes sean capaces de defender el interés
nacional, y si así no lo hiciere que la nación se los demande.
*Artículo publicado en La Jornada Veracruz el 23 de enero de 2017.
**Académico
del Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad
Veracruzana. edgargonzalezgaudiano.blogspot.mx
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