Otras
aproximaciones a la educación ambiental en Río + 20[1]
Edgar J. González
Gaudiano[2]
Hace
veinte años en la ya legendaria Cumbre de Río 1992, el campo de la educación
ambiental recibió dos importantes contribuciones. Por parte del evento
gubernamental, el oficial, que reunió a 178 jefes de estado y de gobierno, se
produjo la Agenda 21, particularmente el Capítulo 36 sobre “Fomento a la
educación, la capacitación y la concientización pública”. De manera muy
sintética, en él se reconoce que la educación es un proceso vinculado con
prácticamente todas las áreas de la Agenda y se exhorta a los gobiernos a
reconocer que sin educación es imposible transitar hacia el desarrollo
sustentable.
Sin embargo, en forma paralela, en el Foro Global
de Río, en el que participaron cientos de organizaciones no gubernamentales y
de la sociedad civil, se desarrollaron
más de treinta tratados sobre diversos temas. Uno de ellos es el Tratado de
Educación Ambiental para Sociedades Sustentables y Responsabilidad Global. Este
foro fue la semilla que luego engendró los Foros Sociales Mundiales, que
comenzaron en Porto Alegre, Brasil, del 25 al 30 de enero de 2001 y acuñaron el
famoso lema de Otro Mundo es Posible, como una crítica al pensamiento único y
al Consenso de Washington y como contraforo al Foro Económico Mundial de Davos.
El Tratado de Educación Ambiental para
Sociedades Sustentable y Responsabilidad Global inexplicablemente ha sido poco
conocido por los educadores ambientales, pese a que es un planteamiento mucho
más avanzado en términos políticos y pedagógicos. Los colegas brasileños tienen
una página donde informan sobre las acciones a emprender http://tratadoeducacaoambiental.net/Jornada/Home_pt.html y
como parte de éstas están promoviendo una Carta Abierta de los Educadores y
Educadoras por un Mundo Justo y Feliz.
En la carta se denuncia que es inadmisible
que todavía tengamos guerras que implican gastos enormes en armamentos y más de
mil millones de hambrientos miserables, así como falta de agua potable y
saneamiento para inmensas parcelas de la humanidad. Asimismo, que es inadmisible
la violación de los derechos humanos, a causa de la diversidad de género,
generación, etnia, de orientación sexual, y clase social, entre muchas otras),
así como la pérdida de la diversidad biológica y cultural, debido al interés
por la ganancia mezquina, la violencia urbana y las distintas formas de
discriminación y opresión.
También reconoce que las recientes
manifestaciones humanas en numerosos países por el derrumbe de las dictaduras
de todo tipo, indican con claridad la
necesidad de impulsar nuevas propuestas de organización de los siete mil
millones de seres humanos. Por lo que es cada vez más evidente que la
gobernabilidad del planeta necesita estar en las manos de las comunidades
locales para impulsar la responsabilidad global con el bien común de seres humanos
y no humanos y de todos los sistemas naturales que son el soporte de la vida.
De ahí que es preciso impulsar otras formas
de hacer política desde las comunidades, y que para exigir políticas públicas
comprometidas con la calidad de vida de los pueblos es urgente fortalecer los
procesos educativos comprometidos con la emancipación humana y la participación
política en la construcción de sociedades sustentables, donde cada comunidad se
sienta comprometida, incluida y activa para compartir las riquezas y de la vida
de nuestro planeta.
Y en la Carta se pregunta: ¿Dónde entra el
rol de la Educación para Sociedades Sustentables y de Responsabilidad Global?
La respuesta sólo puede ser una: en el Centro. En el centro de la vida
cotidiana, de la gestión educativa, de la gestión política, económica y
ambiental. De esta forma, la educación ambiental contribuye a que el otro mundo
sea posible, con justicia ambiental y social, asegurando el despliegue de una
democracia efectivamente participativa, capaz de garantizar el desarrollo
social, cultural y espiritual de los pueblos.
Como puede verse, es un discurso distinto.
Muy diferente a la retórica hueca llena de exhortos y llamados que suele
aprobarse en las reuniones gubernamentales, que, en el fondo y pese a que se
firma por los representantes de gobiernos, nadie está dispuesto a respetar y a
veces ni siquiera a difundir entre la población.
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