Edgar J. González
Gaudiano[2]
Asistí
durante jueves y viernes pasado a una reunión de representantes de Cátedras
UNESCO sobre educación para la sustentabilidad en la sede de este organismo
multinacional en París, Francia. Para mi sorpresa, estuvimos presentes sólo 13
representantes de los cuales 8 eran de universidades europeas. Apenas dos
países latinoamericanos invitados: México y Costa Rica. La reunión estuvo
diseñada como un taller de consulta para definir las acciones a emprender
para los dos últimos años del Decenio de
la Educación para el Desarrollo Sustentable (2005-2014) y empezar a organizar
las ideas para proseguir las tareas más allá de este periodo.
Entre la información que se nos proporcionó
se anuncia una Conferencia Mundial sobre Educación para el Desarrollo
Sustentable, convocada por la propia UNESCO
el gobierno de Japón, del 10 al 12 de noviembre de 2014, en
Aichi-Nagoya, Japón bajo la proclama “Aprendiendo hoy para un futuro
sustentable”. Habrá una serie de reuniones previas con grupos específicos
(universidades, empresarios, etc.) del 4 al 8 del mismo mes en Okayama, Japón.
Esta gran conferencia de cierre de un
decenio aprobado por la Asamblea General de Naciones Unidas en 2002 se propone
revisar lo que se ha logrado en esta materia e identificar las lecciones aprendidas,
para desarrollar mejores estrategias mediante las cuales la educación para el
desarrollo sustentable puede reforzar la calidad de la educación y acelerar la
acción conjunta para el tránsito hacia la sustentabilidad, así como establecer
la agenda post-2014 con estos propósitos.
Se parte de reconocer que una innovación
como la que se propone inducir la educación para el desarrollo sustentable en
los sistemas escolares de todos los niveles y modalidades educativas y fuera de
ellos, no puede consumarse en una década. Esto porque implica enfrentar toda
una serie de resistencias, costumbres, tradiciones y desviaciones muy
enquistadas en los procesos educativos, que los han vuelto muy conservadores y
refractarios a aquello que huela a cambio, pese a admitirse que vamos a la zaga
de la sociedad y de la ciencia. Esta resistencia es mayor cuando se trata de
transformaciones de fondo no sólo de contenido educativo sino de su pedagogía,
como los que se promueve con la educación para el desarrollo sustentable.
En México no hemos sido simpatizantes del
concepto educación para el desarrollo sustentable. Preferimos usar el de
educación ambiental para la sustentabilidad, que creemos responde mejor no sólo
a una trayectoria de esfuerzos emprendidos desde hace casi treinta años en el
país, que con grandes dificultades ha comenzado a tener efectos
institucionales, sobre todo en la Secretaría de Educación Pública federal y en
los estados.
Pero también porque al interior de la forma
de educación ambiental para la sustentabilidad que se ha promovido en nuestro
país, hemos ido construyendo, también con dificultades, un campo educativo que
no ha estado restringido a la conservación de la naturaleza ni a contribuir a
alcanzar los fines de la gestión ambiental, que es lo que le ha sido criticado
en otros países. Hemos ido creando articulaciones de distinto tipo y en
diversos grados con otras prácticas educativas que en un principio se mantenían
independientes y con las que cada vez más encontramos propósitos y espacios
afines, tales como la educación intercultural, para el desarrollo rural y
urbano, para el consumo sustentable, para la equidad de género, para la salud y
para los derechos humanos, entre otros, que le han dado a la educación
ambiental un fuerte sustrato social, económico, cultural y político compartido.
Desde esta praxis, trabajar desde la
educación ambiental para la sustentabilidad un tema complejo como el del cambio
climático, obviamente no se enfrenta a partir de una perspectiva de
alfabetización científica con base en el modelo del déficit informativo. Es
decir, pensar que con proporcionar a la gente contenidos provenientes de las
ciencias del clima y sus problemas asociados es condición necesaria y
suficiente para que la gente cambie su relación con el medio ambiente y
disminuya su huella de carbono. Eso es de una tremenda ingenuidad, pese a que
es justamente lo que se ha estado haciendo y no sólo en México.
La educación ambiental para la
sustentabilidad enfrenta el cambio climático desde muchas esferas: la
cognitiva, la experiencia social, la cultura local, la situación económica, el
riesgo, la vulnerabilidad y la resiliencia social, por mencionar algunas.
Para revisar estos enfoques y evaluar
también lo que hemos estado haciendo en México, así como para discutir nuestros
resultados por precarios que puedan parecer, nos reuniremos en el III Foro
Nacional de Educación Ambiental para la Sustentabilidad, a celebrarse del 20 al
23 de octubre de 2012 en Boca del Rio, Veracruz. Los esperamos. Véase:
www.foroeas.org.mx
[1] Publicado en La Jornada Veracruz, el martes 9 de octubre de 2012. pag. 6.
[2]Coordinador da la Cátedra UNESCO – UV "Ciudadanía, educación y Sustentabilidad
del Desarrollo”. http://edgargonzalezgaudiano.blogspot.mx
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