lunes, 20 de enero de 2014

Veracruz ante la vulnerabilidad y el riesgo

Veracruz ante la vulnerabilidad y el riesgo[1]

Edgar J. González Gaudiano[2]

Hace unos cuantos días, en estas mismas páginas se publicó una extensa nota sobre la falta de aplicación de los recursos financieros recibidos en el estado de parte del gobierno federal a través del Fondo de Desastres Naturales, desde 2011 a la fecha.
Llama la atención la escasa resonancia en los medios y respuesta oficial que recibió dicha nota, habida cuenta que se denuncia el subejercicio o desvío de más de nueve mil millones de pesos, en un estado clasificado como de alta marginación, ocupando el nada honroso cuarto lugar nacional (Conapo, 2010). El silencio resultante no hace más que confirmar que la información tiene mar de fondo.
El estado de Veracruz cuenta con 720 kilómetros de litorales en el Golfo de México y es susceptible de sufrir recurrentemente el impacto de fenómenos hidrometeorológicos. En los años recientes, el huracán Karl y las tormentas tropicales Matthew (2010), Arlene (2011), Ernesto (2012) y Barry (2013) y el huracán Ingrid (2013) afectaron a decenas de municipios y en cada caso las declaratorias de emergencia y de desastre generaron que el Fonden respondiera con recursos para atender “de manera inmediata y oportuna, proporcionando suministros de auxilio y asistencia a la población”, así como para “la normalización de los servicios públicos o reconstruir los daños sufridos en las viviendas de la población de bajos ingresos como a la infraestructura pública federal, estatal y/o municipal” (Segob, 2014).
Ese apoyo financiero es un derecho de la población, no una generosa concesión de la autoridad. La población damnificada, por tanto, no ha de ser vista como receptores pasivos de la beneficencia pública, o sea como víctimas que se convierten en objeto de compasión como los medios de comunicación se encargan de difundir en cada caso.
Si bien la ayuda humanitaria es necesaria y los mexicanos son ejemplarmente solidarios con la desgracia ajena, los damnificados son sujetos de derechos sociales y políticos que deben ser reclamados.
Una entidad como Veracruz con un gran rezago en su desarrollo y con una ubicación susceptible a padecer el embate de fenómenos climáticos, es un estado vulnerable. Esa vulnerabilidad se acrecienta si la escasa infraestructura generada por las políticas de desarrollo y las precarias condiciones de vivienda y medios de subsistencia de la población más pobre, se ve afectada periódicamente por desastres que no reciben la respuesta apropiada de las autoridades, antes, durante y después de los fenómenos.
Cada desastre hace retroceder el incipiente desarrollo del estado, porque la capacidad de la población de recuperarse al impacto sufrido (resiliencia social) es muy baja. Si a eso le añadimos que los recursos que se destinan para la asistencia y para mitigar los daños no se aplican a eso, por las razones que sean, entonces estamos frente a una grave irresponsabilidad política de todos los órganos del Estado.
Aunque Veracruz ha comenzado a avanzar en sus políticas al dejar de administrar desastres para darle cabida a la gestión del riesgo, como se vio el año pasado durante el huracán Ingrid, es preciso considerar que los derechos de las personas son permanente negados mientras persistan la vulnerabilidad asociada a la pobreza y, por ende, las condiciones de riesgo existentes, y peor aún cuando lo poco que hay para paliar el sufrimiento se destine a otra cosa, con la complicidad de muchos.
Por eso insistimos en que los desastres no tienen nada de naturales.






[1] Publicado en La Jornada Veracruz, el 12 de enero de 2014, p.12.
[2][2] Coordinador de la Cátedra UNESCO – UV “Ciudadanía, Educación y Sustentabilidad Ambiental del Desarrollo”. http://edgargonzalezgaudiano.blogspot.mx

1 comentario:

  1. Buen punto, los fondos para los desastres solo deben servir para la prevención y si se hizo todo lo posible para evitar los daños, entonces cabe la reconstrucción

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