Optimismo trágico en
el cambio de régimen[1]
Edgar J. González
Gaudiano[2]
Los resultados de la pasada
contienda electoral en México fueron sorprendentes. Para unos por el resultado
en sí, para otros por su contundencia. Hace seis años, cuando el PRI regresó al
poder, algunos pensábamos que sería sumamente complicado volverlo a sacar. El
fracaso de los dos sexenios panistas, la ausencia de un fuerte liderazgo
antagónico y la cooptación del PAN y el PRD, que se adhirieron al Pacto por
México, entre otros factores, nos hacía pensar lo peor. De ese modo, Peña Nieto
logró posicionarse como el gran
transformador que movería a México de su atávico rezago.
Sin embargo, en menos de 50
meses, Andrés Manuel López Obrador, un persistente luchador social, registró un
nuevo partido –MORENA-; hizo un recorrido que puede calificarse como épico por
todo el país; construyó alianzas que respaldaron su liderazgo –algunas por
cierto muy cuestionadas por muchos, entre los que me incluyo-; explotó en
beneficio de su movimiento -como lo hiciera Hernán Cortés- las rivalidades y
pugnas locales, logrando un triunfo que apenas estamos asimilando en toda su
magnitud.
Los retos de su gobierno serán
enormes. En primer lugar por la complejidad del momento que vivimos: una deuda
que recorta significativamente los grados de libertad de la reorientación presupuestal;
una delincuencia sin control en numerosos lugares de la geografía nacional; un
descrédito generalizado de las instituciones del Estado en materia de justicia,
capacidad y responsabilidad de operación, así como un entorno internacional
poco favorable sobre todo con la hostilidad del gobierno de Estados Unidos, por
mencionar sólo algunas de las áreas que considero más críticas.
En segundo lugar, los desafíos
serán mayúsculos por las enormes expectativas de cambio que se despertaron en
la sociedad, sobre todo entre los grupos y sectores que han vivido un proceso
continuo de desposesión. Estas expectativas presionarán para que en plazo corto
se vean resultados de esa “cuarta transformación de México” recuperando un
maltrecho estado de derecho y justicia social, combatiendo efectivamente la
corrupción y la impunidad, haciendo una reingeniería institucional, así como
relanzando el potencial económico sin continuar dañando el ambiente, pueblos y
ecosistemas debido al modelo extractivista que impulsaron los gobiernos
neoliberales.
Se ve difícil desde todos los
puntos de vista. Pero peor sería no intentarlo y para lograr los mejores
resultados posibles tendremos que sumarnos sin mezquindades, pero atentos para
alertar de desviaciones que reproduzcan las prácticas que conocemos bien, sobre
todo ante la falta de contrapesos democráticos.
López Obrador tiene el beneficio
de mi duda, pero soy cauto y estoy consciente de que la superación de los
obstáculos será una batalla que habrá de librarse todos los días. En este sentido
es que recupero la noción de optimismo trágico de Boaventura de Sousa Santos
(2009), entendida como la aguda conciencia de las dificultades y las luchas por
la emancipación que no sean fácilmente cooptables por la regulación social
dominante, pero con la inquebrantable confianza en la capacidad humana para
superar dificultades y crear horizontes potencialmente infinitos dentro de
límites asumidos como insuperables.
No podemos ser pesimistas frente
al escenario que se presenta ante nosotros, por incierto que parezca. Mucha
gente ha recuperado la esperanza de cambio social. Ahora habrá que encauzarla
en una acción política que ayude a definir mejor la trayectoria que empezaremos
a recorrer en breve para alcanzar por lo que se ha luchado.
Espero con ansias el 50 aniversario
del 2 de octubre en este soleado políticamente panorama nacional.
[1]
Publicado en La Jornada Veracruz, el miércoles 11 de julio de 2018.
[2]
Investigador Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad
Veracruzana. edgargonzalezgaudiano.blogspot.mx
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