jueves, 10 de marzo de 2011

La ruleta rusa de la agricultura de la papa

Edgar González Gaudiano, Universidad Veracruzana
Fernando A. Villarreal Reyna, Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro


En un reportaje reciente La Jornada Veracruz informó sobre el grave problema de la alta incidencia de discapacidades en el municipio de Ayahualulco, reportando que 70 menores padecen parálisis cerebral o algún otro problema de discapacidad mental o motora. Respecto a las causas del problema se apuntaban algunas hipótesis que iban desde el casamiento entre consanguíneos, la baja alimentación, la contaminación generada por las granjas Carroll, el uso de agroquímicos para el cultivo de papa, o la conjunción de todos los anteriores. El final del reportaje se inclinó por el matrimonio entre consanguíneos en un marco de pobreza. Queremos explorar la situación que rodea al cultivo de papa, porque consideramos que es un factor que merece ser investigado por las autoridades competentes.
La papa (Solanum tuberosum L.) es un cultivo cuyo origen se ha ubicado en la cordillera de los Andes, cerca del lago Titicaca a una altura de 3,800 metros sobre el nivel del mar. Existen más de 200 especies silvestres de papa en esa región. Durante la colonia su cultivo se extendió a Europa y después al resto del mundo. Hoy es uno de los alimentos más populares y forma parte de la dieta básica de la gastronomía de todos los países. Es la hortaliza más importante a nivel mundial y como alimento ocupa el cuarto lugar sólo después del trigo, el arroz y el maíz.
Este cultivo en nuestro país cuadruplicó su producción entre 1970 y 2000. Actualmente se producen más de dos millones de toneladas. Los estados con mayor superficie sembrada de este cultivo son Sinaloa, Veracruz, México, Chihuahua y Coahuila. Se siembra en zonas altas, por encima de los 1500 msnm y de preferencia con vientos frescos; fuera de estas condiciones es probable que afloren muchas enfermedades.
Pese a su gran producción, la papa no puede exportarse porque México está en cuarentena a causa de una plaga: el nemátodo dorado, que ataca la raíz de la planta. De ahí que el principal cliente para la producción es la industria nacional de la botana (Sabritas, Barcel y recientemente Bokados); adquieren incluso lo que esta industria denomina “pachanga de papa”, que son ejemplares deformes y de tamaño más pequeño que emplean para producir harina de papa.
Actualmente es el cultivo con mayor contaminación que existe. Su cultivo requiere de suelos profundos y con surco encontrado para airear bien el suelo y darle uniformidad sin terrones. Aquí es donde se inicia el problema pues hay que aplicar fertilizantes N:P:K, cuya cantidad depende de la fertilidad y tipo de suelo. Para combatir a los nematodos y otras plagas del suelo como el gusano del alambre y la gallina ciega, se aplica Furadan, que es un insecticida y nematicida sistémico y de contacto, a base de carbofuran, que es sumamente tóxico por ingestión e inhalación. Por lo que existen numerosas medidas de protección para quienes lo manipulan y lo aplican, tales como guantes, mascaras (se absorbe a través de las membranas mucosas de los ojos), ropa impermeable de goma. Toda la ropa de trabajo debe lavarse antes de volverse a usar (y de forma separada a la del resto de la familia) y desechar artículos contaminados hechos de cuero como zapatos, cinturones y correas de relojes.
La molécula de este nematicida es muy estable, por lo que se acumula en la grasa de animales y humanos produciendo cáncer y malformaciones congénitas. Es muy persistente, por lo que sus efectos pueden permanecer hasta veinte años en el suelo y si no se controla puede pasar a otros cultivos como pastos para el ganado y otros granos, que se siembran en la rotación de cultivos. Cuando esto cultivos se acompañan de riegos pesados para lavar las sales del suelo, pueden llegar hasta los niveles freáticos contaminando el agua del subsuelo que se usa para consumo humano. La regulación de este producto y de otros equivalentes le corresponde a la Dirección General de Sanidad Vegetal de la Sagarpa; pero como la mayoría de estos productos son importados y están bajo el régimen de control, es la Secretaría de Salud la que se encarga de supervisar y controlar su entrada al país.
Estos agroquímicos son asperjados, es decir se depositan por control aéreo sobre la planta y es común hacerlo (en el norte al menos) con avioneta fumigadora, violando todas las normas de salud, protección e incluso de derechos humanos, pues el “banderero” sólo se protege con un plástico sobre la cabeza. Otros productos utilizados son el Tecto 60, un fungicida y el Tamaron, un insecticida organofosforado sumamente peligroso y tóxico para aves, peces y abejas, entre otras especies. En los últimos cuatro años, se ha propagado la Punta morada de la papa, provocada por la chicharra (Bactericera cockerelli), que se ataca con Confidor, un nicotinoide extremadamente contaminante que se disipa en el ambiente con el sol y penetra abrasivamente a nivel de nanomoléculas.
La adquisición y aplicación de estos productos químicos representa casi el 40% de los costos de producción de la papa, cuyo rango de producción varía de 35 a 50 toneladas por hectárea. En 2009 se pagó a $10.00 kilo en el suelo y se vendió hasta $15.00 al consumidor final. Esto significa que se obtienen entre $350,000.00 y $500,000 pesos por hectárea, con costos de producción alrededor de $180,000.00, lo que permite ganancias de entre $170.000.00 y $320,000.00 pesos por hectárea. Hay agricultores que siembran hasta cien hectáreas, muchos de ellos rentando tierras y pozos a agricultores pobres, a quienes emplean además como mano de obra y aprovechan los subsidios agrícolas y tarifas eléctricas especiales para bombeo a los que tienen derecho y sin inscribirlos al seguro social porque podría despertar sospechas y ser auditados.
Lo peor de todo este proceso son desde luego los terribles riesgos para los trabajadores rurales y sus familias que les ocasionan daños irreversibles e incapacitantes, así como los enormes impactos ambientales al suelo, agua y biodiversidad.

Publicado en La Jornada Veracruz, el 20 de marzo de 2010.

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