martes, 6 de agosto de 2013

Los ricos y los pobres: ¿una cuestión de percepciones?


Los ricos y los pobres: ¿una cuestión de percepciones?

 Edgar J. González Gaudiano [1]


A mediados de los años ochenta viviendo en un zona habitacional del poniente de la Ciudad de México, la Unidad Plateros -la cual dio origen a la famosa pandilla de Los Panchitos, cuyos miembros ahora ya deben ser abuelos-, tuve un incidente que marcó mi conciencia social para toda la vida.

Ocupaba un modesto apartamento de dos habitaciones en un tercer piso de una de las torres de la unidad, que era lo que podía pagar con mi sueldo de joven profesor de la UNAM. Un día tocaron la puerta y al abrirla estaba un niño de unos ocho años de edad, que pedía ropa usada para su familia. Era algo común porque cerca de la unidad Plateros había un tiradero de basura por los rumbos de Lomas de Tarango,  en el que laboraban familias enteras separando desechos en condiciones muy precarias. Mientras buscaba la ropa para darle, el niño se asomó al departamento y después de darle lo que pude juntar, me comentó: ¡En esta casa viven ricos! ¿verdad?. Yo balbucee una negativa y se fue, dejándome en un estado de perplejidad.

En esa época la pasaba bastante mal, no tenía ni siquiera un vocho usado para desplazarme hasta la ENEP Zaragoza donde impartía mis clases e invertía casi tres horas en ir y volver, lo que por cierto aprovechaba para revisar tareas y exámenes. Pero el incidente con el niño me hizo ver que ante los que no tenían absolutamente nada, alguien como yo necesariamente debía ser rico. Esa era la magnitud de la desigualdad entre la clase media baja y la población indigente.

Las cosas no han de haber cambiado mucho en esos treinta años, puesto que hace unos días me ocurrió algo similar. Justo la semana pasada en que se publicaron los terribles resultados del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social 2013 (CONEVAL) sobre la pobreza en México. Esos que dieron a conocer que había 53.3 millones de habitantes en alguna situación de pobreza en el país, 45.5% del total, donde los cinco estados más pobres son Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Veracruz y Puebla, si bien en los cuatro primeros la pobreza extrema tuvo una pequeña reducción.

 Un descarnado marco donde los jóvenes urbanos son precisamente el sector más vulnerable, porque los programas sociales no les llegan y ven ante sí una progresiva reducción de sus posibilidades de seguir estudiando o de acceder a un empleo. Hay 21.2 millones de jóvenes y niños menores de 18 años en condiciones de pobreza, de los cuales casi 5 millones están en pobreza extrema.

Uno de esos jóvenes me comentó: ¡En este país sólo hay ricos y pobres! Yo traté de explicarle algo sobre los estratos socioeconómicos de la población, sin pretender ocultarle la obscena desigualdad social ni la situación de enorme precariedad en que está postrada la mayoría de la gente. Pero él lo veía de una manera más simple: ¡Si tienes un empleo decente, tienes posibilidades de hacerla; si estas desempleado o apenas ganas para malcomer y desplazarte, no cuentas con ninguna posibilidad de salir aunque te esfuerces y seguirás siendo pobre por el resto de tu vida! ¡Sólo nos queda irnos pa’l otro lado, cosa cada vez más difícil, quedarnos en la economía informal o entrarle a la delincuencia! ¡Esas son nuestras opciones!

Nuevamente como hace treinta años me quedé perplejo. Sobre todo por la manera tan brutal como percibía su propia situación y la de muchos de su generación.

A finales del año pasado hicimos una reforma laboral, una de las reformas estructurales que detonarían el crecimiento y no estamos mejor que hace un año; estamos ante la proximidad de una reforma energética; una pírrica reforma educativa, una fiscal, otra financiera y las que se acumulen mientras dure el Pacto por México. ¿Será que estas reformas lograrán cambiar la condición de anomia en la que nos encontramos, es decir, de ausencia de programas efectivos, normas y políticas de la estructura social para proveer a las grandes mayorías de lo básico para lograr las metas de la sociedad? o ¿Seguirá la clase política encerrada en su laberinto en busca de prebendas para mantener sus onerosos privilegios mientras el país se les escurre como arena entre los dedos?

  

 



[1] Coordinador de la Cátedra UNESCO – UV “Ciudadanía, Educación y Sustentabilidad Ambiental del Desarrollo”. http://edgargonzalezgaudiano.blogspot.mx
Publicado en La Jornada Veracruz, el martes 6 de agosto de 2013.

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