miércoles, 23 de febrero de 2011

¿Ciudad digna?

Édgar González Gaudiano y Adalberto Tejeda Martínez


Ciudad digna es un eslogan que están empleando los alcaldes de las principales urbes del estado. Pronto empezará a agotarse, y para finales del trienio será una frase vacía como lo han sido otras tantas. Una ciudad digna requiere no sólo de la reorientación presupuestal para atender aspectos que tienen que ver con la calidad de vida -concepto más tangible que eso de ciudad digna-, sino también de fuertes campañas de educación y de formación de ciudadanía.
Educación y ciudadanía: temas torales en que las autoridades han de poner el ejemplo, empezando por dar atención sistemática a elementales pero numerosos destrozos de lo más cotidiano de la vida citadina: la vialidad, campo de batalla entre conductores y de peligro para los peatones y los heroicos ciclistas; la insalubridad de colonias periféricas e incluso las centrales; la agresividad visual de propaganda barata de todo tipo –comercial y política-; la demagogia de la condonación del pago del agua a usuarios morosos sin importar que sean de alto nivel socioeconómico; el ruido abrumador; la expropiación del espacio público por puestos y prácticas que responden al clientelismo político; la ausencia de programas culturales más allá del centro histórico; el desprecio a los minusválidos, particularmente a los invidentes, que se refleja en la multitud de hoyancos en aceras y alcantarillas sin que a nadie le importe..
Fuente de indignación y deterioro de la calidad de vida es el descuido de los paseos públicos, como el de los Lagos, en cuyos andadores se acumula la basura que alguien barre pero nadie recoge, y como éste otros muchos centros de convivencia de los ciudadanos de a pie, aquéllos que no tienen automóvil para trasladarse los fines de semana a las plazas comerciales y sus ofertas nocturnas. Y la basura misma y las aguas fétidas que ¡oh paradoja! rodean a la mal llamada colonia Salud e incluso a los fraccionamientos de alto nivel económico del sur de la ciudad. Para una ciudad digna lo más fácil será seguir
enterrando la basura y enviar las aguas negras en arroyos otrora limpios, pues el famoso plan de saneamiento inició hace dos trienios y parece que duerme el sueño de los justos.
Como emblema de lo anterior, está un asunto no menor al que parece nos hemos acostumbrado: el fecalismo a cielo abierto, tanto de animales como de humanos. Está en las banquetas, en los parques públicos, y con mayor intensidad en zonas de la periferia con escasa infraestructura urbana.
La situación se complica cuando no existe un sistema de alcantarillado que cubra toda la mancha urbana, no se da tratamiento a las aguas grises y negras, las letrinas domiciliarias no son las adecuadas o están mal manejadas, los residuos urbanos son colocados en tiraderos -autorizados e ilegales- al aire libre y tampoco son tratados.
Xalapa presenta varios de esos agravantes; muchos difíciles de superar, ya sea porque corresponden a los usos y costumbres de la población, porque no hay presupuesto suficiente para resolverlos integralmente o porque para su solución debieran concurrir autoridades de distinto orden que no se ponen de acuerdo. Pero hay otras medidas que podrían ser adoptadas sin mayor dilación, pero la autoridad es descuidada o simplemente indolente. El siguiente es sólo un ejemplo.
En la zona de Las Animas, en un área que tiene alrededor de un kilómetro de diámetro, se han venido desarrollando intensivamente fraccionamientos de casas para personas de clase media y alta: Monte Magno, Real del Bosque, Las Cumbres, La Marquesa y Cañada Las Ánimas, entre otros. En este momento, un simple recorrido permite detectar al menos cuarenta obras en proceso. En ninguna de ellas se observa la colocación de sanitarios portátiles, lo que implica que los trabajadores tengan que hacer sus necesidades entre los matorrales aledaños y otros sitios inadecuados. Con un promedio de cinco trabajadores por obra, podemos estimar fácilmente el impacto que en un área tan pequeña tiene un problema tan grave, que puede resolverse con una simple disposición del cabildo para que las empresas constructoras pongan este servicio a sus trabajadores, so pena de multa o suspensión de la obra.
Una situación semejante se observa en el arroyo, bien llamado Sucio, que corre por detrás del fraccionamiento Cumbres, que es el mismo que pasa junto a Plaza Ánimas después de atravesar media ciudad desde el puente Xallitic. Es una inmundicia a cielo abierto ocasionado por las casas que en él descargan sus desechos. Una vergüenza para una ciudad que debería estar orgullosa por haber conservados sus cuerpos de agua en un país que le encanta entubarlos.
El principal problema del fecalismo a cielo abierto es que, salvo las excretas de animales que vemos por muchas calles, casi nadie se percata de los daños a la salud que ocasiona. Las partículas de excremento al secarse se trasmiten por vía aérea no sólo a alimentos, cuerpos de agua y demás, sino que son respiradas por todos nosotros.
En el Índice de Competitividad Estatal 2010 elaborado por el Instituto Mexicano para la Competitividad, Veracruz ocupa el último lugar en el subíndice “Manejo sustentable del medio ambiente” y el segundo lugar en mayor número de emergencias ambientales al año. Tal vez por ello seamos en el mismo Índice, el segundo estado cuya población tiene la esperanza de vida más corta y el tercero con mayor número de muertes por desnutrición.
¿Podemos hablar de ciudad digna haciendo caso omiso de los problemas y manteniendo la tradición de heredarlos a la siguiente administración? Esperemos que en esta ocasión no sea así.

Publicado en Milenio El Portal, febrero 21 de 2011.

1 comentario:

  1. Si es indignante, pero; no podemos mejorar la ciudad y mucho menos criticar, si uno mismo cae en las ârbitrariedades en nuestro entorno personal, critico al de enfrente al que hace o deshace pero "yo" si muevo palancas para estar en tal puesto, "yo" si voy y pido que me echen la mano con mi hijo o hija que no quedo en la escuela, "yo" voy y hablo con el secretario de educación pa´una plaza, todo eso es vergonzoso, asumir solo a la satisfacción personal, y muchos de sus seguidores así son, aceptar las circunstancias de lo que somos, lo que hacemos, esforzarnos como lo hacen todas aquellas personas que no tienen una palanca cuando empezemos a dejar de ver por nosotros mismo, entonces estamos preparados para cambiar la ciudad, el mundo, el planeta.

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