lunes, 13 de junio de 2011

De los desastres naturales a los accidentes laborales

Édgar González Gaudiano y Adalberto Tejeda Martínez

Con frecuencia reiterada se califica a los desastres como “naturales”. Funcionarios e informadores no dudaron en calificar así a los causados por el huracán Karl y la tormenta tropical Mathew, que asolaron las zonas costeras del centro y sur de Veracruz el año pasado.
Recientemente pero ya casi en el olvido mediático y social, supimos sobre el “accidente” que mató 14 mineros en Coahuila y dejó a un niño de quince años mutilado de su brazo derecho. Un episodio más de una larga serie, como consecuencia de la falta de medidas de protección de los trabajadores; de irresponsabilidad de empresarios mexicanos y extranjeros en su afán de lucro fácil; de connivencia o incluso complicidad de las autoridades locales y federales.
Ambas categorías, la de desastres naturales y la de accidentes laborales son falsas en la mayoría de las veces, pero sirve para justificar numerosos casos en que los responsables directos e indirectos se lavan las manos frente a la sociedad. La primera es falsa porque los desastres no son naturales, sino consecuencia de decisiones equivocadas, mala o ausente planeación o simplemente corrupción de autoridades y empresas inmobiliarias y de infraestructura. Los fenómenos naturales no ocasionan desastres por sí mismos, sino que éstos ocurren, como en el caso de Veracruz, porque se han autorizado y construido unidades habitacionales en zonas de alto riesgo, porque se han deforestado las cuencas altas, porque no se ha sabido –o no se ha querido- invertir en programas y obras apropiados. Es más redituable en votos permitir los asentamientos irregulares; es más redituable en fondos solapar a inmobiliarias inmorales.
Además, no basta con atender la emergencia. La prevención debe pasar no sólo por invertir año con año sumas crecientes en el desazolve de ríos y lagunas costeras, también habría que emprender un intensivo programa de reforestación y restauración ecológica del territorio veracruzano que está perdiendo millones de toneladas de suelo fértil en cada temporada de lluvias.
No basta tampoco con el pronóstico meteorológico diario, más o menos acertado; hay que evaluarlo rigurosamente, y transitar hacia un sistema de alerta temprana en el que cooperen y no compitan por la imagen, los distintos niveles de gobierno.
La segunda categoría, la de los accidentes laborales, es también falsa porque de accidentes no tienen nada. Esos lamentables sucesos son un resultado lógico de las condiciones en las que laboran los mineros, pero también muchos otros trabajadores, mientras el secretario federal del ramo anda haciendo campaña para ser nominado por su partido como candidato presidencial. Son parte de la cara de ambición, arrogancia y la ya menciona connivencia de autoridades con patrones sin el menor sentido social.
En resumen, no nos engañemos: cuando la autoridad habla de desastres naturales y accidentes laborales suele sólo estar encubriendo su ineptitud, irresponsabilidad y quizás hasta corrupción, frente a contingencias que serían previsibles y evitables si cada quien hiciera lo que le corresponde.

Publicado en La Jornada Veracruz, Viernes 27 de mayo de 2011. P. 6.

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