Crónica
de un viaje a China[1]
Edgar
J. González Gaudiano[2]
Recientemente
regresé de un viaje por China. Estuve en Pekín y en Wuhan, provincia de Hubei
en el centro del territorio. Asistí como participante en el II Seminario
Internacional CICIR-UV sobre las Relaciones de China con México
y demás países de América. Presenté un análisis de la problemática
ambiental del país y algunas áreas de posible colaboración.
El China Institutes of Contemporary International Relations (CICIR, por sus siglas en Inglés) es una especie de think tank muy influyente en la
definición de políticas públicas de la República Popular China, con el que la
Universidad Veracruzana tiene establecido un convenio de colaboración.
Lo
que quiero presentar aquí son las impresiones del viaje, pues con ésta ocasión
son tres veces las que he visitado ese gran país; la primera en 1981 y la
segunda en 2004. En la primera visita vi un país atrasado, con grandes
problemas por una población de 1,200 millones de habitantes que acababa de
atravesar por las dolorosas consecuencias de la Revolución Cultural China.
En
2004, hace apenas ocho años, vi un país en pleno despegue, insertándose en el
ámbito internacional, con un impresionante desarrollo urbano sobre todo en las
grandes ciudades. La China que había visitado antes era un recuerdo del pasado,
ahora la gente se vestía a la moda en vez de sus uniformes ropas de cuello Mao
de colores negro y gris. Los millones de bicicletas que eran el tráfico
vehicular habían desaparecido, ahora circulaban automóviles de modelos
recientes.
En
2012 vi un país a punto de convertirse en la primera economía mundial, con un
entorno urbano completamente transformado, modernizado, con base en un diseño y
un ordenamiento asombroso en el que la vegetación cobra un papel importante.
Incluso Pekín que siempre me había parecido una ciudad más bien fea, ahora
después de los juegos olímpicos luce radiante. Con muy buenas vialidades y
equipamiento urbano que disfrutan sus habitantes.
Durante
el seminario algunos investigadores chinos hablaron también de sus problemas. Son
muchos y complejos. Mencionaron, por ejemplo, la persistente desigualdad y la
disparidad regional, así como los problemas de corrupción y la crisis social de
confianza a nivel de los gobiernos locales y las empresas. Pero su crecimiento
económico es impresionante y están empeñados en darle más énfasis a su mercado
interno promoviendo el consumo entre la población. Quieren crecer incluso más
despacio; para el 2012 se han propuesto hacerlo ‘sólo’ al 7.5%, pero mejorar la
calidad de su desarrollo atendiendo rezagos en áreas problemáticas, como la
vulnerabilidad de grupos sociales de población y la calidad del medio ambiente.
China
cuenta con 1,340 millones de habitantes, lo que significa que en 30 años ha incrementado
su población en poco más de diez por ciento. Todo ha sido resultado de una
política pragmática para alcanzar objetivos muy claros. Den Xiaoping, uno de
los líderes de la espectacular prosperidad de la que se goza en China, en el
marco de una economía mundial deprimida, dijo alguna vez ¿Qué importa si el
gato es blanco o negro, con tal que cace ratones?
Inevitablemente
pensé en muchos momentos en lo que estaba pasando en México. Alguien dirá que
en China no hay democracia y será verdad; pero también eso implica que no
tienen que gastar las enormes sumas de recursos públicos en intentar poner en
marcha un sistema político atascado que en esos mismos 30 años no ha podido
resolver ni siquiera los problemas más urgentes de calidad educativa y de
salud, de empleo y seguridad social.
Somos
un país donde los poderes fácticos son los que gobiernan asegurando sus
intereses privados por encima del bien común y el interés público. Que no crece
lo suficiente y que los beneficios de ese precario crecimiento económico no se
reparten ni con mediana equidad, con lo cual los principales beneficiarios son
justamente los grupos de interés y la clase política que les cubre las
espaldas. Y la pobreza y la desigualdad social siguen incrementándose, pero
tenemos millonarios con fortunas colosales que aparecen en la lista de Forbes
de la gente más rica del mundo.
Estamos en un proceso electoral manipulado por
tales intereses, para que los ciudadanos respondamos de manera que parezca que
cambiamos, pero que en realidad lo que pretenden es que todo siga igual. ¡Qué
importa si el gobierno es rojo o azul, con tal que los ratones sigan sueltos! No
les importa el país, ni su gente; sólo importan ellos mismos y si las cosas se
ponen mal aquí a consecuencia de sus abusos, tienen los recursos para irse a
cualquier otra parte. Somos los que nos quedamos aquí los que tenemos que
pensar en eso y votar por un cambio
verdadero.
[1] Publicado
en La Jornada Veracruz, el lunes 7 de mayo de 2012, p. 6.
[2]
Coordinador de la Cátedra UNESCO – UV “Ciudadanía, Educación y Sustentabilidad
Ambiental del Desarrollo”. www.edgargonzalezgaudiano.blogspot.mx
Édgar, muy interesante el análisis de tu viaje a China. Saludos. Alicia de Alba
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