martes, 28 de mayo de 2013

Incorporar la dimensión ambiental



Incorporar la dimensión ambiental[1]

Edgar J. González Gaudiano[2]

Desde que surgieron las primeras recomendaciones internacionales para impulsar la educación ambiental desde los sistemas escolares en 1972, se comenzó a hablar de la manera como debía hacerse esto. En general, la fórmula se expresaba en que había que incorporar la dimensión ambiental en el currículum. Mucho agua ha pasado bajo ese puente desde entonces, por lo que en esta oportunidad quiero referirme a los tres componentes principales de ese enunciado.
Incorporar: Este verbo significa una agregación para formar parte de un todo, de un cuerpo. Aquí estriba parte del problema. Lo que se ha agregado sobre el medio ambiente en el currículum escolar han sido fragmentos inconexos, puntuales, discretos, que no han sido un parte integral del corpus curricular como tal, sino parches, añadidos y, en el mejor de los casos, complementos. De una u otra forma, lo ambiental no ha estado articulado a la estructura sustantiva del currículum, sino que ha sido una adición en forma de ejemplos, contenidos y actividades, y más recientemente de competencias, sin que su aparición modifique en forma alguna la dirección principal de la orientación educativa establecida.
Dimensión: Esta noción puede entenderse como facetas o magnitudes de un fenómeno. Aquí quiero rescatar una de sus acepciones en el sentido de: expresión de una magnitud mediante el producto de sus potencias fundamentales. Es decir, la dimensión ambiental como magnitud de un potencial para hacer escalar al currículum escolar a otro estadio. El problema es que la dimensión ambiental, en los hechos, ha sido reducida a contenidos programáticos en su mayor parte desarticulados como veíamos antes. Una dimensión que se manifieste sólo en contenidos educativos es una dimensión empobrecida, máxime cuando esos contenidos se agregan a contracorriente de un modelo de desarrollo que se preconiza consciente e inconscientemente desde la institución escolar. Por eso cuando se habla ahora de fortalecer la sustentabilidad en los procesos educativos, habría que empezar por eliminar aquello que hace insustentable el currículum actual: la urbanización como modo de vida, la industrialización como modelo productivo, el consumo como leit motiv de la dominante cultura material y el optimismo desmedido en las aportaciones de la tecnología, entre otros. 
En anteriores escritos he insistido en que la dimensión ambiental tiene el potencial para operar como puente articulador de los inconexos contenidos de las asignaturas que componen el currículum convencional. Un currículum que, por cierto, ha perdido ya todas sus capacidades heurísticas para responder a los complejos desafíos del momento actual.
Ambiental: Este es un tema de primer orden porque lo ambiental es entendido usualmente como  ecológico. Ese es precisamente el sentido que se le imprime en el artículo 39 de la Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente (LGEEPA) cuando consigna: “Las autoridades competentes promoverán la incorporación de contenidos ecológicos, conocimientos, valores y competencias, en los diversos ciclos educativos, especialmente en el nivel básico, así como en la formación cultural de la niñez y la juventud.Asimismo, propiciarán la participación comprometida de los medios de comunicación masiva en el fortalecimiento de la conciencia ecológica, y la socialización de proyectos de desarrollo sustentable…”.
Hablar de promover contenidos o conciencia ecológica en los sistemas educativos es cercenarle al ambiente sus componentes sociales, económicos, políticos, históricos. Es asumir ingenuamente que al impulsar la alfabetización científica de los fenómenos, procesos y problemas de la naturaleza se modificarán las pautas de comportamiento, las actitudes y los valores que desplegamos cotidianamente hacia el medio ambiente.
Y como esto no ha ocurrido como hubiésemos querido, no tenemos más que admitir que la incorporación de la dimensión ambiental en el currículum ha sido un proceso inconcluso, en el que vale la pena emprender esfuerzos consistentes y bien dirigidos. Ahí está la tarea por hacer desde hace 40 años.





[1][1] Publicado en La Jornada Veracruz, el lunes 13 de mayo de 2013.
[2] Coordinador de la Cátedra UNESCO – UV “Ciudadanía, Educación y Sustentabilidad Ambiental del Desarrollo”. http://edgar gonzalezgaudiano.blogspot.mx

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