martes, 16 de agosto de 2011

Una escuela con ambiente completo

UNA ESCUELA CON AMBIENTE COMPLETO[1]

Edgar González-Gaudiano[2]

            Desde su aparición en el escenario internacional, la educación ambiental recibió el mandato de incorporarse a los sistemas educativos escolares. Se insistió en que esta incorporación no se diera adicionando una asignatura más en el currículo, quizá porque se anticipaba que esa sería la forma en la que ocurrirían las cosas. Y así fue, al menos al principio.
            Casi cuarenta años han transcurrido desde la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano, celebrada en Estocolmo, Suecia (1972), donde el Principio 19 de la Declaración Política de esa significativa reunión, recomendó impulsar procesos educativos sobre el medio ambiente, escolares y no escolares y dirigidos a todos los sectores y grupos de población para fomentar una toma de conciencia crítica sobre los problemas del medio y actuar en consecuencia. Muchas otras reuniones cumbre han tenido lugar desde entonces, y uno se sigue preguntando por qué la educación ambiental continúa siendo tan poco importante dentro de las instituciones, tanto de aquellas encargadas de la gestión ambiental como de las que atienden los procesos educativos.
            Si bien habrá quien diga que la situación ha cambiado sustantivamente de 1972 a la fecha y eso es absolutamente cierto. También lo es el que la  educación ambiental se encuentra bastante subordinada, al menos frente al conjunto de los instrumentos técnicos de la gestión ambiental (estudios de impacto, riesgo, etc.). En los procesos escolares ha sido asumida como parte de los contenidos de las ciencias naturales, cercenándoles su profunda dimensión social, es decir, cívica, de formación de ciudadanía, de participación en los acontecimientos que nos afectan todos los días.
            La educación ambiental nos ofrece un enorme potencial que no ha sido bien entendido y, por ello, es poco aprovechado. Sus características intrínsecamente interdisciplinarias —toda vez que es punto de encuentro de saberes y prácticas provenientes de las más diversas áreas de conocimiento— favorecen la articulación de los contenidos curriculares que suelen estar fragmentados entre sí. En otras palabras, la educación ambiental es un puente natural para construir asociaciones conceptuales y, por ende, dar un nuevo sentido al material aprendido.
            Pero en años más recientes, la educación ambiental también ha manifestado un gran potencial para favorecer el vínculo entre la escuela y la sociedad. No sólo por tratarse de un tema de creciente importancia en la vida contemporánea, sino por su capacidad para favorecer desde su perspectiva interdisciplinar una comprensión de las complejas interacciones entre la sociedad y el ambiente, así como para promover compromisos para participar en el cambio social, mediante el desarrollo de competencias para la acción responsable, empezando por el nivel local, pero con la posibilidad de insertarse en esa dimensión global cada vez más cercana a nuestras vidas.
            Es preciso que la escuela nos ayude a repensar nuestros hábitos y costumbres cotidianos, tanto en lo individual como en lo colectivo, para remodelar nuestras actitudes y comportamientos en tanto sujetos individuales como organizacionales e institucionales. Y eso sólo puede lograrse en la medida que la escuela esté mejor enlazada con los procesos de la comunidad, diseñando un currículo flexible, readecuando los espacios escolares y rearticulándose con el entorno aledaño.
            Los niños aprenden lo que viven y eso exige un mínimo de congruencia entre lo que la escuela prescribe en sus contenidos educativos y la forma como ella funciona en el marco de su gestión escolar. Esto, desde luego, es válido no sólo para la educación ambiental. Ya están operando en otros países muy variadas estrategias pedagógicas que afectan positivamente la calidad del proceso educativo en su conjunto, pero en el nuestro nos seguimos resistiendo a darle el creciente peso específico que sí ha adquirido en otras partes y a lo más continuamos promoviendo algunas acciones de separación de residuos y otras acciones puntuales y eventuales, que suelen ser ajenas a los objetivos programáticos.
            Necesitamos replantearnos esta situación en otros términos muy distintos. Trascender, en primer lugar, el pesado lastre que representa reducir el ambiente a la naturaleza, porque eso nos seguirá circunscribiendo a las ciencias naturales. Los problemas ambientales son ciertamente ecológicos, pero vistos en su dimensión social, cultural, económica, histórica, política, tecnológica, jurídica. Una nueva concepción del ambiente nos conduce necesariamente a pensar la educación ambiental, como educación cívica para la formación de ciudadanía; una educación que implique sí buscar una mejor relación con el ambiente, pero en el marco de una mejor relación de convivencialidad entre y con nosotros mismos.
            En segundo lugar, es necesario también diseñar una escuela cada vez más comprometida con su tiempo y con su lugar. Una escuela que dé cabida al análisis de los asuntos y problemas que atraviesan nuestras vidas; cuyos contenidos nos permitan construir mejores interpretaciones para replantear nuestros desafíos individuales y sociales y nuestros horizontes de posibilidad. Me dirán, que eso no corresponde sólo a la educación ambiental sino a la educación toda. Y yo coincidiré con ustedes porque, finalmente, el hecho de que ahora tengamos que hablar de educación ambiental, o de educación para los derechos humanos, o de educación con enfoque de género, entre muchos otros campos emergentes, es porque los procesos educativos en su devenir histórico fueron relegando aspectos que ahora es preciso recuperar, redimensionar y relocalizar dentro de los sistemas escolares. Cuando eso haya ocurrido, no se necesitará hablar de educación ambiental porque se entenderá que la educación o es formadora de valores y competencias para una sana relación con el ambiente o no es educación.
            En Brasil, el Proyecto 2000 de Educación Ambiental recupera las siguientes lecciones aprendidas para la escuela:
  • Un proyecto de educación ambiental debe estar plenamente integrado a la rutina de la escuela, sin que ello implique un sacrificio adicional para el profesor.
  • Es fundamental trabajar con los directores y el cuerpo técnico de la escuela, desde su propia concepción, pues eso viabiliza y facilita poner en marcha las actividades de un proyecto. Se requiere también un horizonte temporal mínimo de tres años lectivos, para que haya una mayor convivencia e intimidad con la nueva rutina adoptada, toda vez que la finalidad es cambiar hábitos  e introducir una nueva cultura de trabajo.
  • La capacitación de funcionarios y profesores para la gestión ambiental del espacio escolar es un elemento prioritario en la formulación de propuestas de acción en educación ambiental. La escuela debe ser un ejemplo para los alumnos y la comunidad que atiende.
  • La planeación anual y bimestral son momentos privilegiados en el enriquecimiento de los programas de las asignaturas, para asegurarnos de que la temática ambiental no se reduzca a la celbración de fechas conmemorativas (Día del Árbol, Día Mundial del Medio Ambiente, Día del Agua, etc.).
  • Continúa siendo un desafío capacitar a los profesores que encuentran dificultad para relacionar al medio ambiente con los contenidos del área que imparten. Dar contenidos al aula y llevarlos al alumno todavía es encarado por muchos como una ‘receta’.
  • Es importante involucrar a todos los turnos de la escuela. Si eso no ocurre, se contrarrestan los logros de un turno a otro.
El reconocido pedagogo costarricense Francisco Gutiérrez dice que ‘Educarse es impregnar de sentido las prácticas de la vida cotidiana’, ¿cuándo comenzamos con lo ambiental?




[1] Articulo publicado en La Jornada Veracruz, el martes 16 de agost de 2011, p.6.
[2] Investigador del Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana. www.edgargonzalezgaudiano.blogspot.com

2 comentarios:

  1. Me parece un artículo muy interesante y pertinente en estos momentos en que SEP y Semarnat están por anunciar el inicio del programa de "Escuelas Verdes" en nuestro país. Sería bueno que tu artículo apareciera en La Jornada Nacional.¡Felicidades!

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  2. Hola, Edgar,
    Yo estaba buscando en internet el tema de la educación ambiental en las escuelas, cuándo encontré su artículo. Muy bueno!
    Yo trabajo en el equipo de coordinación del proyecto "Escuelas Sostenibles" aquí en Brasil, en la Universidad Federal de Mato Grosso - UFMT. Soy orientanda de Michèle Sato y conocí a algunos de sus trabajos a través de ella.
    Voy a seguir leyendo su blog, pero estoy segura de que hay muchas cosas buenas en él.
    Sonia.

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