lunes, 22 de agosto de 2011

Educación y participación en contextos de violencia


Educación y participación en contextos de violencia[1]



Edgar González Gaudiano[2]



¾por los comentarios de la gente a mi alrededor¾ que comienza a haber un proceso de saturación informativa sobre la guerra contra el narcotráfico y otros tipos de delincuencia organizada. Cuando todos los días se repite la misma historia de violencia y crimen en muchos lugares de la república, el tema comienza a dejar de ser noticia, a pesar de que cada vez ocurre más cerca de cada uno de nosotros. Pero lo cierto es que la impotencia y la indignación que siento sobre esta guerra, sobre todo ante el cinismo y obstinación con que se ha aducido sobre sus aparentes causas y fallidas estrategias, hacen difícil ver hacia otro lado.

En mi caso, ¿cómo podría estar hablando de educación ambiental, es decir, del necesario y distinto comportamiento individual y social que tenemos que manifestar hacia el deterioro de nuestro entorno y de la calidad de vida en su conjunto, con la vista puesta en un presente más justo y en un futuro promisorio, cuando las imágenes que invaden nuestros sentidos son las de una absurda destrucción y sufrimiento generado por el deseo de poder y codicia?

La educación ambiental como toda educación contiene un fuerte componente político y social. Es verdad que existen orientaciones de esta relativamente nueva corriente pedagógica que pretende neutralizar la asunción de compromisos personales y colectivos, al enfocarla hacia la enseñanza de las ciencias, o con un conservacionismo socialmente desinteresado, con los enfoques lúdicos e incluso asociada a doctrinas místicas y religiosas.

Pero aun desde cualquiera de esas posiciones no podemos cerrar los ojos y quedarnos callados frente a la irracional destrucción de vidas humanas sobre todo de los jóvenes, del tejido social y de las ilusiones por un futuro social y en paz.

Me llama mucho la atención que en vísperas de una campaña por el cambio en el gobierno federal, los partidos políticos no hayan externado su posicionamiento frente a esta situación. Un país con más de 40 mil muertos, el ejército en las calles, retenes en las carreteras y como telón de fondo un aumento creciente en los índices de pobreza en la gran mayoría de la población, y con onerosos partidos políticos haciéndose de la vista gorda en este tema y muchos otros.

 Es quizá un buen momento para hablar de educación, de valores humanos, de ética, de esperanza y en el marco de este triste y vergonzante episodio de nuestras vidas, es preciso  hacer estallar un vigoroso movimiento social similar a lo que está ocurriendo en otras regiones del mundo. En esos lugares, el hartazgo de sus propias condiciones ha creado un conjunto de movimientos amorfos y espontáneos, sin cabezas visibles, lo mismo en Túnez y el norte de África que en Chile, España, Grecia, Alemania e Inglaterra, entre otros. Movimientos con los que simpatizamos mucha gente,  al margen de filiaciones políticas, nacionalidad, edad, ocupación. Movimientos que subsumen las protestas contra la globalización, la discriminación, el desempleo, la cancelación del futuro, la subordinación y el vasallaje y dominio que pretenden imponernos a toda costa los dueños del poder y del dinero.

Ni México ni el mundo quedarán igual después de estas convulsiones. Se acelerarán las profundas transformaciones que hemos atestiguado en el transcurso de apenas dos generaciones. Necesitaremos repensar nuestros proyectos educativos y culturales a la luz de estas nuevas e indeseadas condiciones y la mejor materia prima que tenemos para ello es aprovechar el gigantesco potencial, nunca antes visto, que representa esta preocupación mundial y nacional por intervenir en los procesos que afectan y afectarán aun más nuestras propias vidas.

El deterioro de la clase política es totalmente visible e irreversible. Un caso representativo es el affaire Elba Esther Gordillo-Miguel Ángel Yunes sobre la corrupción en el ISSTE, el que no podía haberse promovido sin la anuencia del presidente Calderón, para que al día siguiente observemos incrédulos la alianza PAN-Panal en Michoacán para respaldar la candidatura de Cocoa al gobierno del estado. ¡Que cinismo!  El otro es el del presidente del PRI, Humberto Moreira negando el desproporcionado incremento de la deuda pública del estado que gobernó y que ahora gobierna el hermano, al parecer sin contar con las debidas autorizaciones. Y todavía se atreve en su campaña de medios a pedirnos que creamos en el nuevo PRI.

Ante la fatiga de las usuales prácticas de los partidos pese a la respiración artificial que les han dado los medios, están empezando a germinar nuevas expresiones de la política, tanto a través de las redes sociales como de movimientos al margen de los partidos. El poeta Sicilia y la UNAM están haciendo sus aportaciones, pero es preciso comenzar a dar señales más amplias y firmes que impidan que los partidos políticos ─todos ellos─ continúen haciendo caso omiso de la catástrofe social que está devorando a nuestras instituciones y nuestro provenir. Necesitamos ejercer la presión social necesaria para obligarlos a establecer un nuevo pacto político que siente otras reglas del juego entre ellos y con nosotros y si no, como les dijeron en Argentina, ¡Que se vayan todos!  

Necesitamos un nuevo pacto que ponga de relieve la noción de responsabilidad pública, el imperativo de la rendición de cuentas, el rechazo unánime a la corrupción y la impunidad,  la recomposición del tejido social y sus valores comunitarios a través del fortalecimiento de la autoridad local y la democracia directa, la justicia expedita, imparcial, eficaz y gratuita, la moderación republicana en el ejercicio de la función pública con su correspondiente control ciudadano,  la ampliación de los derechos civiles mediante el combate a toda forma de discriminación por razones de género, de generación, de raza, etnia, ideología política, credo, condición social y orientación sexual, para poner el bien común por delante de los inconfesables intereses que nos gobiernan.

¿No contiene esta situación un potencial educativo invaluable? ¿Cómo lo emplearemos para no empezar otro ciclo sexenal de renovada esperanza y reiterada decepción?

A pesar del temor y la inseguridad que todos sentimos, es preciso no continuar con el silencio y la indiferencia esperando que todo esto pase, porque de ese modo no pasará. Ningún derecho ha sido graciosa concesión de los gobernantes, todos los derechos y cambios se conquistan.



[1] Publicado en La Jornada Veracruz el lunes 22 de agosto de 2011, pág. 6.
[2] Investigador del Instituto de Investigaciones Educativas de la Universidad Veracruzana. www.edgargonzalezgaudiano.blogsopot.com.

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