lunes, 10 de septiembre de 2012

El arduo camino de la educación ambiental en México

El arduo camino de la educación ambiental en México[1]
Edgar J. González Gaudiano[2]

Del 20 al 23 de octubre en el Puerto de Veracruz, se celebrará el III Foro Nacional de Educación Ambiental para la Sustentabilidad. El evento ha sido convocado por la Universidad Veracruzana, la Academia Nacional de Educación Ambiental, el Centro de Educación y Capacitación para el Desarrollo Sustentable de la Semarnat y el Gobierno del Estado de Veracruz, a través de las secretarías de Medio Ambiente y la de Educación.
La educación ambiental se inició en México a principios de la década de los años 80, y en estos treinta años se ha venido consolidando como un fecundo campo de práctica profesional en respuesta al aumento de la preocupación social sobre una gama cada vez más grave de problemas ambientales. Esta preocupación corrió al parejo de la creciente evidencia científica acerca del incremento de la degradación ecológica, el agotamiento de los recursos naturales y la aparición de un conjunto de nuevas amenazas a la calidad de vida y la integridad de los ecosistemas.
La Declaración de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano de 1972 constituyó la piedra angular para justificar la incorporación de la dimensión ambiental dentro de los sistemas educativos, más allá de la educación en ciencias naturales y de la inclusión de contenidos discretos sobre problemas y temas con frecuencia ajenos y distantes a la realidad de la gente. El desarrollo de los principios básicos de la educación ambiental demandó un enfoque interdisciplinario y una nueva ética ambiental con base en los cambios necesarios en los valores y comportamientos humanos en su relación con el ambiente.
Si bien el campo de la educación ambiental parece más complejo hoy que entonces, la simplicidad y la pertinencia de las primeras definiciones permanecen vigentes. Una de estas primeras conceptualizaciones (UICN, 1970), describe a la educación ambiental  como un campo que se orienta hacia la construcción de una ciudadanía bien informada sobre el ambiente biofísico y socio-cultural y sus problemas asociados; consciente de la necesidad de encarar estos problemas y motivada para trabajar hacia sus soluciones.
Diversas reuniones internacionales en la década de los años 70 y 80 aportaron mayor claridad sobre la interdependencia económica, sociopolítica y ecológica de los problemas para proponer programas que impulsaran conocimientos, valores y habilidades con potencial para el cambio hacia un comportamiento ambientalmente responsable.
Aunque en nuestro país no fue fácil que la Secretaría de Educación Pública aceptara la inclusión de la educación ambiental en el currículum escolar desde una perspectiva compleja del entorno humano que no se puede entender sin hacer referencia a las dimensiones social, económica y política de la ciencia, la sociedad y el medio ambiente, el nuevo campo se iba consolidando en la práctica extraescolar y las actividades no formales.
Por todo ello, durante los años 80 y 90 la incorporación de la dimensión ambiental en el currículum escolar fue generando diversas tensiones. Mientras en Estados Unidos, grupos económicos muy poderosos acusaban que el impulso de este nuevo campo estaba creando “pequeños fascistas verdes”, en otros países se demandaba una educación ambiental menos verde y más social.   
En 1987, el Informe Brundtland "Nuestro Futuro Común" y su propuesta sobre desarrollo sustentable generó diversos conflictos dentro del campo, ya que los organismos internacionales comenzaron a plantear la necesidad de una educación para el desarrollo sustentable que sustituyera a la educación ambiental para transitar hacia una propuesta más acorde con los nuevos retos.
Todos los recursos se orientaron a impulsar este nuevo campo. Las instituciones multinacionales como la UNESCO propusieron en 2002 una década para implantar la educación para el desarrollo sustentable en el mundo. La década se inició en 2005. La educación ambiental parecía morir en las escuelas de muchos países que se alinearon a esta corriente, incluso sin entender bien en qué consistía.
Pocos países y grupos de educadores ambientales se opusieron a esta injustificada transición aduciendo diversas razones. Unos señalaban que la educación para el desarrollo sustentable era una propuesta más acorde a los intereses de la globalización y del neoliberalismo; otros que había muchas interrogantes sin resolver alrededor del concepto de desarrollo sustentable y de sus posibilidades prácticas de aplicarlo a políticas concretas.
En México nos opusimos por motivos más prácticos. Creímos que sustituir la educación ambiental por algo que no entendíamos, con el gran esfuerzo desarrollado por casi dos décadas para que los funcionarios gubernamentales entendieran la importancia de la educación ambiental, era perder un enorme capital político. Estábamos convencidos además que la educación ambiental era sumamente necesaria y que el enfoque que aquí le habíamos dado integraba las dimensiones sociales y económicas con las ecológicas, lo que era el argumento principal que se destacaba en la educación para el desarrollo sustentable.  
La década de la educación para el desarrollo sustentable (2005-2014) ha sido la arena en que ambos proyectos se han confrontado. La mención explícita de la educación ambiental en el Plan Nacional de Desarrollo (2006-2012) contribuyó a su supervivencia en México, durante un periodo en que las políticas ambientales se han reducido a su mínima expresión.
Pero incluso en el plano internacional, el intento de extender el acta de defunción de la educación ambiental, por parte de la UNESCO y otros organismos, ha fracasado. Ahora en vez de considerar a la educación para el desarrollo sustentable como un estadio superior de una educación ambiental que ya había dado de sí, la UNESCO los considera como campos mutuamente complementarios.
En ese lapso en México consideramos que era importante capitalizar en nuestro favor el impulso que proporcionaba la Década y le llamamos pragmáticamente Educación Ambiental para la Sustentabilidad.
Por eso, el III Foro Nacional de Educación Ambiental para la Sustentabilidad a realizarse en pocas semanas constituye una verdadera celebración. Hemos intentado diseñar un foro que permita abrir espacios para el análisis y debate sobre ángulos de actualidad que conciernen a la educación ambiental, tales como el cambio climático, la vulnerabilidad y el riesgo, la interculturalidad, el consumo, la calidad educativa, la formación de los educadores ambientales y muchos más. Queremos que el foro se convierta en un espacio de reflexión sobre lo que se ha hecho, se está haciendo y está por hacerse para proyectar la educación ambiental como base consustancial de una respuesta ciudadana a los enormes y complejos desafíos que ya penden sobre nosotros.  www.foroeas.org.mx



[1] Publicado en La Jornada Veracruz, el lunes 10 de septiembre de 2012. Pág. 6.
[2] Coordinador de la Cátedra UNESCO – UV “Ciudadanía, Educación y Sustentabilidad Ambiental del Desarrollo”.

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