lunes, 29 de octubre de 2012

La educación sobre el cambio climático en condiciones de extrema precariedad


La educación sobre el cambio climático en condiciones de extrema precariedad[1]

Edgar J. González Gaudiano[2]

Uno de los mayores beneficios que uno obtiene de participar en eventos académicos, más allá de las conferencias y debates, es la posibilidad de establecer contacto con la gente, de hacer acuerdos para trabajos conjuntos, consultar dudas y planear actividades futuras.

Eso me ocurrió con abundancia durante el III Foro Nacional de Educación Ambiental para la Sustentabilidad, que concluyó el pasado martes 23 de octubre en el Puerto de Veracruz. En este espacio quiero referirme a uno de esos encuentros que me conmovió profundamente.

Acababa de participar en un panel sobre educación y cambio climático, en el que se presentaron reflexiones teórico-metodológicas, enfoques y resultados de estudios en esta materia, cuando me abordó una chica como de 28 años, quien me dijo que estaba muy interesada en lo que yo había comentado. Me confesó que era maestra de telesecundaria en una región indígena del estado de Veracruz y que quería manejar el tema con sus estudiantes, pero que no sabía cómo. Sus palabras fueron más o menos como sigue:

     “Maestro, yo no puedo decirles a mis alumnos que participen en el combate al cambio climático ahorrando energía porque en sus casas no hay luz eléctrica; ni puedo decirles que ahorren agua, porque para ellos el agua es un bien muy preciado, ya que tienen que acarrearla en cubetas desde grandes distancias.”

“Tampoco puedo recomendarles que vigilen sus hábitos de consumo, porque de por sí casi no consumen nada. Entonces ¿Qué me sugiere maestro? ¿Cómo puedo trabajar este problema con mis alumnos?

Yo me quedé atónito. No me esperaba una consulta de esta naturaleza. Me encontraba profundamente cansado por las tareas derivadas de ser el presidente del comité organizador, pero entendí que no podía darle una respuesta simplista y facilona. Después de unos instantes, sólo atiné a decirle:

“Ponga énfasis en la adaptación y, sobre todo, al riesgo y a la vulnerabilidad. Hágales ver a sus estudiantes que el cambio climático viene a empeorar las cosas, sus ya de por sí precarias condiciones de vida”.

Ella coincidió conmigo. Vi cómo se le iluminaba el rostro y desplegaba una enorme sonrisa.

“Sí maestro, me dijo, puedo comentarles por ejemplo el porqué ahora hay más ‘barrancadas’ de lodo y piedras y trabajar con ellos cómo hemos de cuidarnos mejor. Muchas gracias por su consejo”.

Se dio la media vuelta y yo me quedé como sembrado en el piso. Mis asistentes junto a la mesa de registro se habían dado un poco de cuenta de lo ocurrido y alcancé a decirles: Esto tengo que escribirlo en mi columna de La Jornada Veracruz.

He vuelto a pensar varias veces en este episodio, para revisar si lo que le respondí era apropiado. Y pienso que sí. Muchas de las recomendaciones que circulan en los medios y en los programas educativos sobre el cambio climático, ponen énfasis en la mitigación; es decir, en cómo disminuir con nuestras actividades cotidianas la emisión de gases de efecto invernadero.

Pero si de nuestras actividades como países o como población, no hay emisiones comparativamente tan grandes cuya disminución pueda hacer diferencias significativas, pongamos el acento en aquello que sí nos va a afectar con mucha fuerza: el incremento de la vulnerabilidad y el riesgo, en la necesidad de trabajar más procesos sociales y económicos dirigidos a adaptarnos a la presencia del fenómeno, puesto que es algo que no va a ocurrir en el futuro, sino que ya está aquí y que ha llegado para quedarse entre nosotros por mucho tiempo.

Empecemos a trabajar en la forma de cómo fortalecer la resiliencia social, sobre todo de las comunidades más vulnerables como las costeras, las que sufren de sequías extremas, las que se encuentran ubicadas en los márgenes de ríos de respuesta rápida, por ejemplo. Para que las comunidades adquieran capacidades para recuperarse más pronto y mejor de los impactos que reciben cada vez más frecuentemente. No atenerse a la ayuda gubernamental o de solidaridad social que suele no llegar a tiempo, ni en la medida de las necesidades. 

Dónde quieras que estés maestra: Muchas gracias por la lección.



[1] Publicado en La Jornada Veracruz, el lunes 29 de octubre de 2012, pág. 7.
[2] Coordinador de la Cátedra UNESCO – UV “Ciudadanía, Educación y Sustentabilidad Ambiental del Desarrollo”. http://edgargonzalezgaudiano.blogspot.mx

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